348 APUNTES cual había de moverme para hacer mi viaje. recuerdo, así, lo que Louis Bertrand escribió hace veinte años, cuando al contrario, no existiendo aún ni el papeleo burocrático ni la explotación de los pasaportes, facilísimo era hacer, como debería ser hoy también, un viaje al cercano oriente. Dadas las dificultades y obstáculos que ahora encuentro por todas partes en los consulados, me parece una fábula lo que en efecto recuerdo de Bertrand. Era posible, en verdad, que entonces se podía viajar sin pasaporte y, sobre todo, sin pasar por las humillaciones ante los funcionarios por donde hay que pasar? Cuando se lee que esto era así hace un cuarto de siglo, se puede creer que es cosa de cuento. Y, sin embargo, así debió ser. Por eso mismo hoy me he quedado como ensoñando cuando pude leer lo que igualmente dice un Baedeker de aquella época que ya me va pareciendo fabulosa. Para entrar en Egipto, o en Palestina, el pasaporte no era necesario: bastaba una tarjeta de visita. Qué felices tiempos los pasados! no pude menos que exclamar, mientras trataba de imaginar lo que había sido la vida cuando el materialismo histórico estaba aún lejos de practicarse.
Pero sigo en mis anotaciones y comento.
Antes de 1914 se había llegado a una cultura internacional que permitía la venturosa libertad de movimiento que hoy se niega a todo viajante. el hecho de que se diera entonces esta segura