APUNTES 11 temos su genio huraño, extraordinario y rugiente; pero a través de aquellos arrebatos y convulsiones nos parece oír siempre una mujer que llora o un niño que canta y que se imponen como las primeras figuras del cuadro prodigioso que nuestra imaginación y la del poeta trazan de consuno; un mar encrespado que tiende la espalda dócilmente a la barca del pescador humilde, una avalancha que se detiene de súbito para no arrastrar a la destrucción un insecto, una llama que no consiente en quemar el ala de una mariposa: hé aquí las visiones que complacían a Víctor Hugo.
Su musa ha sollozado con patética grandeza junto a todas las tristezas de la vida. Los débiles, los desesperados, los humildes, los oscuros eran, por decirlo así, tomados en los brazos y calentados junto al seno de la egregia hija de Apolo que estaba siempre cerca de él.
No retrata a la mujer perdida, Fantina, o al borracho, Grantaire, para que se admire su habilidad de pintor, como lo harían otros grandes escritores de nuestro tiempo, sino para arrancar a las entrañas del género humano un sollozo convulsivo. Va, en la historia del pensamiento, detrás de Cristo, con la lira en la mano, traduciendo a la lengua del arte las frases divinas de la misericordia infinita. Ha entusiasmado; pero, sobre todo, ha conmovido. Ante su genio, la historia admira; ante su ternura, la historia bendice y adora. Yo no quería ser un grande hombre, ni