294 APUNTES de sus diez campanadas. Los oteros bruñen su cereal. allá, en el agro, en la sesuda puentes que cruza el río despaciosamente con su planta romana, suena sus cascabeles la mañana en las mulas de un carro de Zamora, mientras el cielo su techumbre arquea y se copia en el agua, que espejea con una claridad deslumbradora.
Ya a la tarde la noche se avecina con débil parpadeo de faroles urbanos. determinal regresar Don Miguel de su paseo.
Siente dejar la solitaria encina repleta de experiencia, que tanto le ha enseñado ya la que él ha cantado en ancho verso de ancestral cadencia; siente dejar el áspero sembrado que es para el labrador tumba y herencia; siente dejar la pastoril ribera con la grata frescura de sus árboles altos y derechos; pero como la noche se apresura y la tertulia en el café le espera, desde regresa por atajos y barbechos.
Le acompaña Pinilla, un poeta local, también letrado, que es su interlocutor inveterado, y el cual, como no ve, sueña a Castilla.
Porque Pinilla es ciego. Don Miguel siente por él una especial ternura