292 APUNTES viéndole pasar, sencillo en su grandeza, no se podía asegurar con certeza si era él, o una piedra sällar arrancada de alguna fortaleza.
Gustos de franciscano o de cartujo, su alcoba era una celda enjalbegada.
Ni amó el dinero, ni gustó del lujo.
Al morir, dejó libros; esto es: nada.
Fue casto. Descuidado en el vestir.
Rutinario en costumbres y amistades.
Sólo enfermó una vez, para morir.
Horro de todo, hasta de enfermedades. se fué de la tierra en el bajel de Caronte, a cumplir su eterno ayuno, igual que vivió siempre, Don Miguel de Unamuno: haciendo pajaritas de papel y sin estar de acuerdo con ninguno.
Toiseau ¿Qué más?
Cuando salía por la Plaza de Salamanca, le saludaba y le reconocía Castilla entera: el hombre de la Armuña que al empedrado arranca chispas con la pezuña de su mulilla blanca; el clérigo rural de Alba de Tormes, o el fraile dominico de Sequeros que hace un ruido de huesos agoreros con las cuentas enormes de su tosco rosario; la beata que al verle se santigua y se estremece