214 Apuntes davía quedaban en el hornillo fragmentos del libro no terminados de quemar. durante algunas semanas no dejé de encontrar hojas a medio quemar, arrastradas por el viento del cenicero de la casa y repartidas por toda la comarca. Un día encontré a un obrero campesino tratando de leer una de estas páginas casi carbonizadas. Probablemente, no habría leido un libro en toda su vida, y esto muestra lo que la quema de un libro puede hacer!
La quema de libros es simbólica. Cuando se quema un libro, lo que se hace es adoptar un modo melodramático de mostrar que se quiere destruirlo y ponerlo fuera del alcance de la razón humana. Pero la quema de un libro no destruye el libro, sino un ejemplar de él; no ahoga las ideas que el libro contiene. Ningún libro ha sido suprimido por la quema; ningún libro ha sido reducido al silencio por la censura. Los libros tienen una persistencia y una vitalidad que exceden con mucho a la de los seres humanos. Después de todo el ruido contra ellos y después de su destrucción siguen hablando como si nada hubiese sucedido. Después de la quema vuelven a decir exactamente lo mismo que decían antes.
Los libros son un refugio y un receptáculo de poder. Los libros son molinos que muelen poco y despacio, pero sin cesar. Los hombres sufren, los hombres mueren y pasan; pero el pensamiento humano englobado en la ciencia y la literatura sigue su marcha, avanzando siempre.
Bien quisiera yo que la intolerancia desfogara su maldad únicamente quemando libros. Desgraciadamente, la intolerancia no siempre se limita a quemar y a proscribir los libros, sino que persigue y actúa contra los que los escriben, contra los que los leen y contra los que los difunden, y todos estos,