160 Þ un tes alfiler; pero no tengo derecho para suponer que otra persona se encuentre en mi mismo caso. Tal vez a ella le guste que la pinchen. De Romain Rolland algo he escrito ya en mis puntes. Es un literato del tipo de los que quieren a todos porque no quieren a nadie. No le importa su casa, no le importa su patria, y aparece como desvelándose por lo que acontece en las estepas de Rusia. Se hizo famoso por su grito contra la guerra, en 1914, y hoy admira las organizaciones estatistas, que conducen indefectiblemente a la guerra.
11 de setiembre 1931. DE LA Varias veces le buscamos en su despacho, y siempre obteníamos la misma respuesta: Está muy ocupado.
La mejor hora para verlo, para asuntos personales, es de once y media a doce y media.
Esto era como decir mañana; ya había pasado la hora de audiencias. Pero contra eso estaba nuestra insistencia periodística; volvimos poco antes de las siete de la noche. Estaba en el despacho de su botica, ayudando en la tarea a sus dependientes. Las boticas tienen rachas: el movimiento tiene sus horas especiales, una de ellas entre siete y ocho. Las madres se acuerdan de que falta el alcohol para la fricción o el aceite, cualquier cosa: la cuestión es comprar algo en la botica.
Al vernos, don Elías sonrió y dijo, mientras vaciaba algún espíritu en el envase que había entregado un cliente. Aquí estoy vivo; no me he muerto.
Comprendimos el alcance de su frase. Recordaba el último reportaje que le hizo un colega, que parecía un estudio fisiológico.