BourgeoisieIndividualism

16 LIBERACION LIBERACION 17 espiritualidad y de tiempo y de vidas, lujo de altaneros y despreocupados diletantti. es claro que con tal tradición, la plaza pública ha de asquearle. Despectiva, aún se mofa, en lo recóndito del sér, de problemas concretos que reclaman su juicio. Alza los hombros todavía cuando el problema es tan intenso que no le queda sino ocuparse de él. el filósofo sufre. No puede olvidar aquellos tiempos fáciles y deliciosos en que retozaba con ideas y conceptos, y sufre al ocuparse en problemas tremendos que apestan a sangre y a sudor. Es para ellos un vino demasiado pesado, como para la delicada gargante de Madona Lucrecia el áspero y espeso de las viñas de Iberia.
El problema en las Letras es más hondo. Verdadero lujo del espíritu; gloriosa distracción de las almas dilectas, no se resigna a convivir con gladiadores. Diversión la más alta, no quiere descender de su Olimpo brillante y perfumado a la arena que sangra, donde palpita el dolor agudo y tenaz de los humildes. Privilegio sereno de los dioses, no se acostumbra a ser arma de lucha. Ya era bastante que se resignara a ser espejo, espejo que habría de reflejar no sólo brillos cortesanos, sino sanguinolentas llagas. Suficiente era ya lo que la degradaban ante los diletantti esas funciones claras para exigirle ahora no sólo ser espejo, sino acción. No sólo impávido reflejo de pestilente llega, sino la misma podredumbre. No solamente amplio ropón que envolviera la vida y cubriera la piel, sino la misma piel, la vida misma, toda transformación y levenir y lucha y muertes resurrectas. No más la impasible y serena postura del espectador convencional. Hay que entrar a la lucha. Debe entrarse a la liza. En momentos en que cambia la vida y el mundo se recrea, no puede permanecerse al margen. Debe entrarse a la arena. Ni siquiera basta con describir la lucha o apasionarse en ella: se debe penetrar en su seno, intensamente.
Hay que tomar partido. Hacer de la literatura arma de lucha. Hay que cooperar en la batalla decisiva. con el mundo nuevo y las clases que llegan, o en su contra.
No se toleran los testigos. El neutral es enemigo de las nuevas ideas, de la transformación que empieza. es tan honda y urgente la tarea que reclama la hora, que es pecado imperdonable y bajo el quedarse a la orilla. el que atienda el llamado, tendrá que combatir a sus hermanos. De origen casi siempre burgués, el literato, al sentir el dolor y defender la aspiración de los de abajo, tendrá que chocar con aquellos de sus viejos amigos que permanezcan enclavados en el mundo que muere frente a la aurora roja, y habrá de combatirlos implacable y sufrir sus dicterios. por qué ha de ser distinto. por qué abandona su vieja posición? Es traidor a su clase y a su raza. el literato, al evolucionar y al palpitar con los de abajo, ha de cerrar los ojos y tapar sus oídos para evitar airados o despectivos gestos y no escuchar maldiciones e insultos. Como el discípulo amado de Jesús, habrá de abandonar familia, amigos, todo. Lo importante es su obra. ella debe entregarse. Conforme al conocido consejo de Leonardo, debe olvidar cualquiera preocupación ajena a su arte. Nada más que su arte es ahora no contemplación ni impasibilidad, como Leonardo de Vinci la entendiera, sino acción y vivir y luchar. Descender a la plaza para abofetearse con la vida. De su existencia han de surgir páginas vigorosas y vitales. Han de ser hojas afiladas de espada que activas participen en la brega. Pero la lucha supone disciplina y sumisión. allí el otro chocar con los prejuicios y con la educación del literato, esencialmente individualista, en realidad anárquico. el dominar su corcel y sofrenarlo, y la nueva autoeducación supone nueva e intensa lucha interna. No bastaba el romper y chocar con los otros. Era indispensable, para cooperar en la creación de ese mundo mejor que todos anhelamos, el combatir consigo mismo. La batalla ha de ser definitiva e implacable. Debe destruir una de las mejores partes de sí mismo, su ansia de libertad anárquica, su molicie y pereza y sed de disfrutar, en alejada soledad, los placeres de la libre creación, el ritmo musical y acompasado de su lira.
Así ha de dar a luz su nueva obra, si quiere conservar su preeminencia y ser, a la par, un hombre de su tiempo, primera e ineludible obligación de todo ser actual.
Así, en este nuevo y decisivo parto, hubo de sufrir; hubo, como el viejo héroe de la Mitologia, de devorarse sus entrañas. si así no procede, no logrará salvarse. Pero su salvación, inevitablemente, fué hija de intensa lucha y de dolor profundo.
En todas las artes modernas hay el mismo combate. Hijas del lujo y la molicie, substitutos, según los pensadores dieciochistas y los del siglo XIX, del juego entre los hombres, se resisten a convertirse en palancas o máquinas de acción. Pero la vida llega y se debe abandonar el juego. El momento lo exige. La ineludible necesidad lo pide. Adaptarse a la urgencia de la hora. La belleza la ha de dar el contraste de masas, la pureza del material empleado. destruir para siempre lo superfluo. Hay demasiado por hacer para que puedan tolerarse aquellos desperdicios en tiempo, en fuerza y en dinero. Como la palabra escrita de ropaje ha de tornarse en piel, la piedra y la madera, la pintura y el vidrio deben usarse con mesura, con mesura y sin miedo, en el lugar que se requiera, sin vetustos prejuicios de académico. Una casa ha de ser como un barco. La máquina que requiere la vida, que demanda el hogar. destruir, pues, la educación artistica pompier. el arquitecto, el escultor, el ebanista, el pintor, tienen que arrancarse de cuajo sus convencionales prejuicios, para desempeñar la elevada y práctica función que les fija la vida. así han de tallar su obra. así su nuevo parto es sangre y es dolor.
Es destruirse a si mismos y es tornar a formarse. Con la cabeza en alto, y sueltos los cabellos y la mirada atenta han de recorrer su camino, tostados por el sol y el golpe de los vientos. Habrán abandonado la molicie, el derrochar su tiempo en dibujos preciosos y tallas delicadas. construir. batallar muy firmes. vérselas con la piedra maciza y con las grandes masas bajo el viento y el sol. Como el viejo y heroico constructor de pirámides.
Los profesionistas sufren también su nuevo parto. Ya no más preeminencia en el trabajo. Su ocupación es simple oficio. Ya nadie cree en apostolados o sacerdocios de la Medicina o el Derecho; simples oficios son, y hay que reglamentarlos. La antigua libertad es imposible. Se deben a la masa. Forman parte de ella. No más expedición de patentes de corzo para explotar a la sociedad. organizarse. sacrificar la libertad en aras del interés común! La egoísta explotación del título acabó. Hay que socializar la profesión.
Pero este descender de su solio convencional, mil lágrimas le cuesta. El descenso es dolor. El descenso, aunque en realidad lo sea sólo aparente. Más bien ha habido elevación. Pero la apariencia es engañosa y ella le hace sufrir, Las Universidades tiemblan asimismo bajo la intensa conmoción. Ha virado la nave. El timón se endereza hacia otros rumbos. La estrella nueva alumbrará tan sólo almas templadas. Merecer esa luz, supone la dura disciplina y el trabajo. El firme ideal es hijo de la fuerza que ha engendrado el dolor. Se le marca una pauta.
Se le muestra clara finalidad. ello se opone el antiguo libertinaje loco. La manida libertad absoluta de cátedra no lo podrá alcanzar. Sólo mediante una firme tendencia definida se ha de llegar a él, a la formación de una humanidad mejor. el catedrático, libre de toda pauta, ciego al conjunto, inatento a la superior y alta unidad que debiera buscarse, seguía la curva ciega de su capricho o su pequeño ideal individual, sin tener nunca en cuenta lo que buscaba su Alma Mater, el Estado, la sociedad que la engendraba y sostenía. Abandonar esa tendencia egoísta y vana, lágrimas de sangre ha de costarle.
Cerrados también e incomprensivos a las nuevas ideas, los hombres de negocios e industriales. Macizos y pesados pilares de la burguesía capitalista, no comprenden que pueda haber algo distinto. No cabe en su cerebro sólido y estrecho, de pocas pero firmes ideas claras, ansiosas de convertirse en actos, que lo mejor del hombre pueda hacerse sin el factor del egoísmo. El tiempo es tan sólo dinero. El capital, acción; la masa, ruedas sin importancia de la gran maquinaria. Para la muchedumbre, pan o palo. no podrán prescindir de su viejo prejuicio. No podrán arrancárselo del alma. Como la mujer siente que es su hijo palpitante pedazo de Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.