42 RENOVACION.
dijo. señoras derechas y tiesas, de rostros hijos. Jugaban los niños entre los impasibles, cuyas miradas majestuosas muebles y ella parecía nerviosa con me hicieron temblar de pequeño los movimientos de éstos. El chiqui. Teir burtadillas de adolescente. tin corrió. refugiarse en sus rodillas.
Esa noche die dorni sonriendo al y ella lo levantó entre sus brazos con recuerdo de Ana, agarrada los plie: cariño, Ana entonces se colgó su gues del traje de su madre.
cuello y atrajo liacja sí la cabeza de su madre para besarla. Era un bello cuadro.
Pero la madre lo deshizo, cruelmenis.
Una tardę pię dirigí casa de inj: te. Cou un roviniento de. euojo desamigo. El crepúsculo en volvía la calle ató el suave lazo que los brazos de llenándola de melancolfa, Era la liora Aoa forinaron en torno su cuello, Y: en que las madres deshacen las cajas con aceito grosero de sus hijos que juegan freute la. iQuita, que me fastidias. casa. Ana corría con su hermanito en La niña, avergonzada, se retiró tras la media calle y stts gritos alegres iban las cortinas. Qué pensamiesto malComo campanillas que voltejeaban e1 trataria su corazóu? Casi lo adivinaba.
tre la melancolía de la tarde. El pe Era éste. Por qué mi me rechaza queño cayó y se hizo daño en las pie y mi hermanito no?
dras. Yo vf la niña scudir él y con Cuando sall, ya ni la madre di el el gesto autoroso de una fzadre en min: niño estaban eu la sala, pero Ada con: niatura, besarlo y pasaalé la maño por tiruaba todavía en el mismo sitio. Ya.
las rodillas adoloridas. Me pareció tan no lloraba; tenía los deditos introdués captadora; que deseaba cogerla en cidos entre las puntas del encaje de tre mis brazos y besarla en la frente, las cortinas y siis ojos enrojecidos miA los lloros, la madre salió presu rabau atite si con aire de meditación.
Tosa y la of gritar con voz descoin Qué pensaría aquella cabeza de seis puesta. No te dije, Ana, que tuvieras atos. cuidado del niño? Eres una poca pera. cou mano despiadada pegó la niña en la cabeza. Pero nunca me pareció tan cruel Mi colorosa estupefacción fue id conio este día. Estábamos en su cuarmensa. Era aquella la dulce tradre to mi amigo y yo: él escribía y yo eu que yo liabía soñado? La madre dictaba, quien no podía imaginar siyo sonrien. Nadie sabía que nosotros estábamos do sus hijos?
eu casa: Podíainos ver lo que pasaba Ella se interno en la casa con el en la liabitación del freute a través de niño y Ana quedó eu la acera, Allas cortinas de una ventana. La señoacercarte sollozaba amargamente; re ra cosia en ella. Teria la cabeza ceni.
costada en la pared y con ei rostro en da por una venda, hing tre las manosi Debe estar enferinä, pensé. Ví pa No llores, Ana 14 dije acari sar Ana saltando con su gran perro ciando sus bucles, y penetrar en la habitación donde es. Pero no me contestó, y el recuerdo taba su madre. Esta le ordenó sentara de sus sollozos, llenos de amargura, se acon formalidad. El perro contifué lo que esa noche me acompañó en ouo moviéndose delante de su amita.
mj ctiarto de estudiante. Con uno de los movimientos de la cola, derribó el endeble costurero que tenía la señora frente a ella. Pobre animal! Se levantó llena de ira y desEn otra ocasión ne detuve al entrar, cargándole puntapiés lo echó de la hala puerta de la habitación de la ma bitación.
dre de Ana que estaba en ella con sus. Quíta de aquí, sinvergüenzas. Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.