REPERTORIO AMERICANO 267 El silencio (En el Rep. Amer. Con esta acreditada Agencia obtieno Ud. la suscrición al Repertorio Americano: The Moore Cottrell Susbcription Agencies Incorporated North Cohocton, New York STECHERT HAFNER, Inc.
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conseguir una suscrición al Repertorio Americano Se ha dicho muchas veces que la palabra es dón divino del hombre, que por ello. el verbo se hace expresión después de hacerse carne en el hombre. Pero la palabra misma, cuando no es mero vocablo, grumo sonoro sin pretensiones alcanza su máxima riqueza si brota y florece bien tejida, en su raíz de silencios vivos. La palabra ardiente del creyente, del poeta, del profeta, del místico, del amante, se electriza de sus temblores inefables precisamente sumergiéndose en meditaciones previas, en silencios interiores. Sólo es viva aquella palabra que ha mojado ávidamente sus raíces, en silencios. La palabra grave, la palabra honda, solemne o magistral, sale siempre purificada, enriquecida, de las aguas del silencio. La impremeditación, la improvisación, la desgana expresiva, dan siempre la palabra hueca, avellanada, sin peso ni sustancia: la palabra sin vida y formalista que no se ha nutrido de silencios vivos, en que el espíritu la amamanta. La definición que de la poesía daba Carlyle, diciendo que es acción simultánea de silencios y palabras. es redundante, puesto que sólo hay palabra, palabra poética, allí donde hay un silencio materno en que se engendró.
Pero el hombre, además, habla con sus silencios y oye e interpreta el silencio espeso o fino de las cosas que duermen. Rodeado de silencios exteriores, la soledad se le agiganta y su conciencia crece. De ese silencio de fuera se empapa y fertiliza, vertiéndolo hacia dentro. Para decidir, para rezar, para resolver.
para meditar, el hombre guarda silencio, lo acarrea dentro de sí, lo interioriza o fecunda. El desierto o la noche sólo son silencio atónito de quien tiene algún recuerdo del primer amanecer del mundo y la mudez orante de quien se sabe originado de lo divino. En realidad el silencio de las cosas es proyección poética del hombre; es éste quien les inyecta silencio y lo comprende. El hombre es el inico animal que calla, que se expresa en silencio. además entiende el silencio tremendo de las cosas como un rumor sutilísimo de la palabra divina que acaba de sonar. El silencio de la noche que anda, el de la estrella que tiembla, el del río que se duerme, el de la piedra que se hunde en su torpeza o el de la flor castísima que espera encendida un jardinero, sólo tiene sentido para el hombre que es, quizás quien ha ido reclamando en las un vestido de silencio. El zumbar del viento, el reír del ave, la quejumbre o la canción del agua son también silencios y mudez para todo lo que no es el hombre. El macho que oye a la hembra en celo no sabe que la oye y, por lo tanto, no sabe que hay silencios. De la misma manera que ningún animal es ignorante, porque el ignorar supone un saber que se ignora y esto sólo lo sabe el bombre, que es por eso, tanto como homo sapiens. un homo nesciens, insciens o insipiens. así el silencio supone la conciencia de un callar, y sólo calla quien, pudiendo hablar, no habla y hace de ese no hablar un modo de expresión. Ningún animal hace expresión de sus silencios salvo el hombre. Sélo el hombre puede expresarse con negaciones reales: cuando calla, cuando miente, cuando ignora, se disfraza, se niega y se abnega.
Por eso es el único ser que oye el silencio y lo interpreta en su voz lentísima, inefable.
Todo hombre, en su vida profunda, ama el silencio. Está mimbrado de interiores, de soledad e intimidad, y los ruidos le desperfuman haciéndole exterior y ajeno. Por eso, tras del silencio expresivo, viene el rezo mu.
sitado, la nana somnolienta, el verso confidencial, el diálogo amoroso, formas todas apenumbradas de silencio. El grito, el ruido, la harahunda, desecan y empobrecen a quien tieen mucha vida interior, mucho tesoro de silencios. Por eso, el silencio de las cosas nos ir vita a entrar en nosotros mismos, volviéndonos a nuestra intimidad. Es la sofrosyne del griego, la impasibilidad del estoico, la paz del cristiano, la escondida senda de Fray Luis.
la soledad sonora de San Juan de la Cruz. el maravilloso silencio de Cervantes, el dulpísimo lenguaje del silencio de San Francisco de Sales.
Soledad, paz y silencio se nos entrecruzan, pero no debemos confundirlos. veces el silencio no da soledad, como al poeta, por ejemplo, sino muchedumbre de evocaciones. Otras veces, hay silencio y no paz, como en las luchas y agitaciones interiores del hombre rercordido e indeciso. veces de nuestro silencios salimos aturdidos de voces interiores, sucios de ideas y maltratados de la discursión, como tras la zambullida marina salimos sucios de algas, mareados y confusos.
No sabemos qué escondida maravilla hay en el silencio del hombre. El silencio de una multitud nos sobrecoge e invita a la meditación; el de un hombre que medita, nos impore respeto, Hamlet no se atreve a matar a quien esté rezando en silencio. En cambio, la soledad del campo transida de rumores, de zumbidos, de sonidos rotos o lejanos, nos parece hervir de silencios y nos impulsa a hablar o gritar. Tras una música de locos ritmos, nos parece silencio la melodía de una música lenta y lánguida, como al molinero le aturde la ciudad le sirve de sedante el ruido de su aceña. Hay silencios cristalinos, como los de las noches serenas; y silenciosos gruesos, grasos, como los de las siestas en el campo; y silencios temblorosos como los del hombre que acecha o teme. silencios gloriosos, como cl de la madre que mira al hijo dormido y el del poeta que contempla su obra.
Pedro CABA.
Valencia. España. 1949.
Bienvenido (Atención de la autora, en Santa Cruz de Guanacaste, Costa Rica. Cuento popular guanacasteco, para a ver y se va encontrando un precioso chiquilos niños americanos, en las gentiles ma to envuelto en hojas de piriquitoya, como un nos de Mrs. Doris Stone, sabia e inteli panal de miel.
gente indigenista que visitó esta tierra de. Qué lindo. se dijo el buen hombre.
sol y de tradiciones en mayo de 1949. Ahora se lo llevo a mi mujer para que lo cuiAtentamente, María Leal de Noguera. de, tal vez será el Niño Dios!
Olvidó la leña y alegre regresó a su casa Esto sucedió, claro está, en tiempo aún con el lindo muñeco. Pero, Dios mío, al verde reyes, duques y condes. De esos tiempos lo venir la Perfecta, le salió al encuentro y le er que el rey era dueño y señor de las perso: dijo: nas y de sus haciendas. Idiay, niño, qué tr es en esas hojas de Un leñador llamado Pascual, tenía su ca piriquitoya?
sita en los confines de un condado, lejos de Mira, vos, iqué chacalín más lindito. la capital del Reino. Su esposa se llamaba Per contestó el leñador.
fecta y tenía doce chacalines, como una ma. Mm. hj. Qué cabeza la tuya, no rimbita y a cual más panzoncito.
sirve ni a posol. Como si fueran tan poquiEl menor de los chiquillos tenía un año, tos los muchachos que tenemos, venís con y el mayor ya le ayudaba al padre en algunos otro. Vos qué. Vos te vas al monte y yo quehaceres, como arrear las vacas, dar vueltas me quedo enredada con el muchachero. Bueno.
por los sembrados y recoger leña.
Vos verés qué hacés con él. Lo que soy yo Un día Pascual iba muy orondo con su no lo toco ni con un palo.
bacha al hombro en busca de leña, cuando Diciendo esto la mujer del leñador, le volallá por media montaña y entre unos mato vió la espalda al pobre hombre y se metió en rrales oyó llorar un niño recién nacido, Fué la cocina con el pico bien estirado. Mas, al Octavio Jiménez ABOGADO NOTARIO Oficina: 25 vaars al Oeste de la Tesorería de la Junta de Protección Social TELEFONO 4184 APARTADO 338 Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica