Violence

REPERTORIO AMERICANO CUADERNOS DE CULTURA HISPANICA Tomo XLV San José, Costa Rica 1949 Sábado 30 de Abril No. Año XXIX. No. 1081 P. BAIX ENCY El primer servicio eminente que debo al General Lázaro Cárdenas al partir a su encuentro, es esta oportunidad de apresar, en el tránsito rápido hacia la carretera que ha de conducirme a Michoacán, la magnitud real de la ciudad de México. Del corazón ajetreado de la capital pasamos a las urbanizaciones grandiosas partidas por avenidas a medio hacer, sembradas de plazas en proyecto, pobladas mansiones presuntuosas. No todas son de buen gusto. Asoman con demasiada frecuencia las de los sirios enriquecidos, agobiadas de pirigallos indignantes; pero van dominando ya las de fachada escueta y porte funcional, ennoblecidas por toques discretos en la piedra gris.
La ciudad crece tanto, que es difícil decir cuándo hemos llegado al campo o cuándo atrawesamos un espacio rural entre dos urbanizaciones invasoras. Al fin, entramos en la carreteTa violenta, escoltada de pinos. Es entonces, desde un altozano estratégico, que se tiene la medida de dos grandes realidades mexicanas: la ciudad trabajadora y singular, rica de recodos coloniales y de audacias de ahora y, enfrente, el inconfundible campo de México, el paisaje abierto y duro donde los lujosos pinares intentan en vano, con su fronda erecta y unánime, domar el filo trágico de las piedras desnudas.
El Gral. Lázaro Cárdenas (a la derecha) y Juan Marinello, en la Eréndira.
El viaje hasta Morelia, la capital michoacana, es una larga e insuperable lección de geografía de México. Por más de seis horas se coConversaciones con Lázaro Cárdenas rre por sierras y precipicios, siempre sobre curvas impresionantes que se escabullen entre las VIAJE montañas incontables. Cambian el clima y el ambiente, mudan la temperatura y la casa; pero ese hilo huidizo y presente que es la mexicaPor Juan MARINELLO nidad agraria todo lo ensarta y vertebra. Al (Envío del autor, en La Habana)
llegar a la antigua Valladolid, sentimos como si las sensaciones contradictorias que han mes portales en que se venden dulces y zara rrucados junto a las iglesias primorosas, hacia golpeado la salud física y conmovido la sensipes son atravesados por ciudadanos silenciosos las casas de las haciendas, desangrándose orgubilidad del artista y del hombre se sumaran y lentos. No podemos ver, en la prisa, la esta llosamente, hacia los magueyes, que han reapaen una síntesis dolorida y valerosa en que el tua de José María Heredia, que hace doce años recido sorpresivamente, hacia la Coyota, que es jadeo difícil de esta tierra se empinara decisino había. Nos desquitamos de ello pensando como una torre familiar, hacia las estribacioun poco, mientras el automóvil vuela hacia los nes últimas, que protegen a Tuxpán.
Bordeando pueblecillos sonrientes hechos pinares maravillosos de Bosancheve, en el poe Quiero meterme dentro el último paisaje para los nervios cansados de los habitantes de ta que aquí fué diputado y juez, en el ama que contempló sano Aníbal Ponce. Aquí fué la gran ciudad cercana dejando atrás pobla dor apasionado de nuestro sol y de nuestras el accidente que le costó la vida. Aquí, al voldos tristes y sórdidos hechos para el campe palmas encadenado, sobre estos tres mil me carse el automóvil que lo traía de Morelia, se sino que propicia y sustenta la sonrisa nos tros angustiadores, por los hierros de la tarea fracturó la clavícula izquierda y empezó a moadentramos por la región del Lerma, el río que burocrática y de los hielos nocturnos. Cuánto rir. Durante seis días he estado en Zitácuaro ahora va a calmar la sed de la capital, llegán pudo pesar esto, sospechamos, en su claudica sin poder moverme, malamente atendido. Hoy dose a ella por un túnel dilatado y costosisi ción postrera cuando, sombra de sí mismo, fué he llegado a México y mañana probablemente mo. El pueblo, al que bautiza el tío, es pin a abrazar a su madre moribunda, con el pasa me internaré en un sanatorio para que me opetoresco y destartalado, con una ancha iglesia porte español en la chaqueta.
ren: otros 15 días de inmovilidad fastidio.
desgastada y algunas casas señoriales muy ve El paisaje cambia multiplicándose en persLa carta, mensaje sombrío por tantas razones, nidas a menos. La fertilidad circundante, hija pectivas violentas. Desaparecen las murallas de me llegó cuando Aníbal había muerto.
del río estrecho y torrentoso, dura poco, por pinos y todo se hace declive y quebrada; La Ahora, frente al paisaje para siempre marque la carretera se empina con violencia, apun vegetación emigra hacia lo alto de las montañas cado con su recuerdo, se me hace nueva la hetando a las alturas heladas de Toluca.
lejanas; los ríos parecen acequias por lo estre rida de su viaje prematuro. Al atravesar el Al marcar la primera hora de la ruta, chos y ruidosos: la carretera queda, a veces, co tramo nefasto entiendo mejor la magnitud de tamos entrando en Toluca. La ciudad man mo un camellón obstinado, avanzando entre su ausencia. Aquella cabeza clara y erguida, oritiene su aire receloso y pacato hecho de tem dos tajos. la vuelta de un viraje ríspido apa ginal y nutrida, poderosa y sensible, hubiera peramento y temperatura Algo ha variado rece Zitácuaro. La vista del pueblo me produ dado hoy, frente a las grandes cuestiones de en ella: un enorme monumento a las madres, ce honda emoción. Mi mujer, a mi lado, lo nuestro tiempo, su fruto más granado y su algunos garages de estampa reluciente, una es sabe y entiende. Mis ojos quieren absorber, orientación más valiosa. Con Aníbal Ponce cuela en construcción, pequeñas fábricas en las para siempre, el escenario. Miro hacia los mon perdimos los americanos todos una fuerza que afueras; pero, como no es viernes día de tes fronteros, velados por las últimas nubes de estaba repletando sus cauces para la tarea decitianguis el mercado está quieto y los enor septiembre, hacia los pueblecillos laterales acu siva. Por ello cada día que transcurre sentivamente. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica