Guerrilla

150 REPERTORIO AMERICANO SELECTA ORIEN La Cerveza del Hogar SELECIOS EXQUISITA SUPERIOR era cés decía con voz lamentosa a la hora del rancho, gesticulando ante los miserables bocados con que se contentan nuestras guerrillas, y contemplando sus pies hinchados, que ya no podían con los huaraches. Muchas ggacias, libegtad. Muchas ggacias, libegtad. Pero. cómo fué. le interrumpi. que Gallardo te salvara la vida. Ah! Ese fué mi primer pavor del combate, y luego te relataré el segundo. Pero antes, pongámonos de acuerdo. Los Goncourt cuentan, en su Diario, que cierto oficial francés, veterano de Africa y México, les aseguraba: Los hombres más bravos del mundo son los árabes y los mexicanos. Pero todavía al árabe, en la pelea, se le hincha una vena del cuello, mientras que el mexicano para nada se altera. Tal testimonio acaso se aplica a estos indios excepcionales, dueños de misteriosos poderes psíquicos y capaces, como los orientales, de enviar el alma transitoriamente de paseo, cuando les estorba demasiado. El hombre más sereno que he visto un indiazo de bronce, cuya metódita frialdad en pleno combate me hizo un día olvidar el peligro que nos rodeaba. Indiferente, recorría el campo con la mirada, escogía su blanco, cargaba el arma, disparabia siempre certero, y volvía a empezar sin inmutarse. Es algo indescriptible, y hay que haberlo visto para entenderlo. La pelea se agitaba en torno, pero él no estaba en ella y se portaba como en un ejercicio de tiro. Tal vez este gigante fuera capaz de ignorar el miedo. Pero, en general, el tamborcito del corazón no se está quieto y quiere salierse por la boca en el momento de comenzar la lucha; después la naturaleza nos envía una ceguera salvadora y piadosa. Pero ese miedo inicial no es aún el pavor. El pavor es un demonio que nos cae encima, no nos pertenece, viene de afuera y nos sacude como un hucarán. Sucedió, pues, que esas acciones de guerrilla, de sobresalto constante, de correr y tumbarse al suelo alternativamente dice que es tortura china, me tenían deshecho.
Era de noche. Llevábamos varios días sin dormir, en desesperada cacería humana por unas tierras muy abruptas. Pedí licencia de echar un sueño, y me ofrecí a tenderme en algún punto avanzado, para no parecer cobarde. los pocos instantes yo dormía profundamente. Allá, en aquella última zona del duermevela que ronda siempre el espíritu del combatiente, oía yo unos golpecitos y pensaba. Quieren asustarme. Están pegando con la cuarta en la teja de mi montura. De pronto, sentí unos mallugones. Era Gallardo que, cansado de gritarme y viendo que yo no despertaba, apenas había tenido tiempo de echarme el caballo encima y salir de estampía. Habíamos sido sorprendidos, el ruido que yo escuchaba en sueños era la balacera. y todos escapaban ya. No sé cómo trepé al caballo, que, atado a pocos pasos, relinchaba de impaciencia, y respingaba enloquecido, queriendo romper el cabestro. No sé lo que hice. El caballo me sacó del infierno según sus propios entendederas. Porque yo fui a despertarme muy lejos; y sólo recuerdo que, de tiempo en tiempo, cuando volvía la cabeza para medir el trecho que me separaba de mis perseguidores, veía unas figuras enormes y monstruosas que me parecían llegar hasta el cielo. Tal ha sido mi primer pavor, y el trance de muerte de que me libró el hermano del poeta. el segundo. Eso sucedió después y pertenece a la época en que ya tenía yo mando en jefe, durante la larga campaña de la Sierra de Alica contra los cabecillas de Lozada. El potro se me fué de la rienda y me metió en una barranca a todo correr, por entre la masa de adversarios. Me tuve por perdido un instante. Como era un relámpago, desfiló vertiginosamente en mi conciencia toda la historia de vida, caso de que habrás oído hablar muchas veces y que es rigurosamente exacto.
Ante los grandes peligros, la relojería interior se suelta del resorte y la memoria recorre años en un segundo, como si, a la idea de la muerte, se apresurara a juntar el saldo de todas las experiencias vividas. El pensamiento adquiere esa velocidad que, según dicen los psicólogos, tiene durante el sueño. en qué paró eso. En nada. Los hombres se abrían a mi paso con una docilidad automática, suponiendo probablemente que yo era uno de los suyos. Y, sólo me reconocieron y empezaron a gritar mi nombre eso sí, huyendo ya a la desbandada y como los moros gritaban el nombre del Cid, cuando ya el potro me había llevado hasta el otro extremo y estábamos fuera de alcance. El pavor aventuré debe de tener un efecto parecido a ese cambio de régimen propio del estado sonambulico. Dicen que unas veces salva y otras pierde; unas paraliza y otras, multiplicas las aptitudes defensivas. que, en este caso, el hombre es capaz de obrar prodigios. Tan cierto. concluyó que he visto a algunos, apocados e ineptos, que descubrieron sus capacidades latentes después de un bautismo de pavor, y casi, casi, cambiaron de naturaleza. Es digamos, como un segundo nacimiento o, si lo prefieres, el tránsito del gusano a la mariposa.
Sobre un fondo de factoría y de conquista una Por Ezequiel MARTINEZ ESTRADA (En Babel. Santiago de Chile, Setiembre Octubre de 1947. La España de Franco y la Inglaterra de Churchill o de Attlee que ahora se nos revela, nos evidencian hoy lo que vieron claro los desterrados argentinos de 1837 a 1852, y lo que se dejó de ver y de decir desde 1853.
Es un atisbo de Sarmiento que concreta Facundo aunque en los años 1841 y 1842 lo expone con mayor decisión y en forma más persistente. Leemos en Facundo: Digo lo mismo con respecto a la Inglaterra, cuya política en el Río de la Plata haría sospechar que tiene el secreto designio de dejar debilitarse bajo el despotismo de Rosas, aquel espíla rechazó en 1806 para volver a probar fortuna cuando una guerra europea u otro gran movimiento deje la tierra abandonada al pillaje, y añadir esta posición a las condiciones necesarias para firmar un tratado, como el definitivo de Viena en que se hizo conceder Malta, El Cabo, y otros territorios adquiridos por un golpe de mano. Porque. cómo sería posible concebir de otro modo si la ignorancia en que viven en Europa de la situación de América no la disculpase. cómo sería posible concebir, digo, que la Inglaterra tan solícita en formarse mercados para ritu que sus manufacturas haya estado durante veinte años viviendo tranquilamente, sino coadyuvando en secreto a la aniquilación de todo principio civilizador en las orillas del Plata, y dando la mano para que se levante cada vez que ha visto bambolearse al tiranuelo ignorante que ha puesto una barra al Río para que la Europa no pueda penetrar hasta el corazón de la América a sacar las riquezas que encierra y que nuestra inhabilidad desperdicia?
Antes había escrito (en El Mercurio, 1841. La política europea que en América no tiene principio fundamental, sino interés material, y no más que especulación mercantil, es saltona, versátil, e inconsecuente en todas sus operaciones. Le es indiferente la monarquía o la república unitaria o federal, el despotismo o la libertad; y por eso un mismo gabinete manifiesta simpatía en favor de unos gobiernos y antipatía por otros, cualquiera que sea su principio fundamental.
Es amiga del gobierno liberal si le conviene, y del despótico al mismo tiempo si le hace cuenta, en lo que trabaja muy bien, hace lo que necesita y satisface su objeto. los mezquinos gobiernos de América o los man Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica