250 REPERTORIO AMERICANO Una gaviota perdida trae en el pico un secreto.
Gaviota de bruma, pico de viento.
estar en todo y en nada, horizonte de la piedra, clara lumbre en la esperanza.
Entonces, sí, por tu sangre, qué rutas inexploradas, Dios, qué evasión por el aire.
En el minuto del agua.
Con su cincel tan breve, tu vestido plasma en mármol veloz o en leve yeso, y a tu seno devuelve su escondido cono de tierno fuego estremecido y te lo entrega al punto entero, ileso.
Este viento escultor es un travieso.
Sa va por el mar a tu puerto.
Barco de viento te traiga entre mástiles y espejos.
Nave de espuma me lleve a muelle, lejos.
Mar de sombra, puerto de silencio.
Te buscaré dentro del agua.
Desde el amanecer sin sombras de su cauce el ansiado prodigio de tu voz sólo espera que tú encuentres tu imagen renacida, en su espuma.
Bajo la húmeda piedra, en alga y savia, en fugitivo musgo del silencio, sombría, inexplorada de la vida y de la muerte aun desconocida huella, tú estás, involuntaria gota del rocío.
Si aún no has descubierto el raudo norte de la estrella entre la noche, tú tienes en el agua tu morada tranquila y el ignorado mundo.
Estás en ella, diáfana y permanente sonoridad del grito y la esperanza, cristalino torrente y submarina alga del inmutable sueño.
Un pez absorto, rendido, agoniza por sus ojos, mar y caracol adentro, donde tu barco y mi barco van como delfines ciegos.
Mar tú de sombra y de viento, y puerto de mi silencio.
Hállalo dentro del trigo, en la voz y entre tus palmas.
Allí está, invisible y cierto, el alto navío del agua. Qué sería del claro trino del petirrojo en las ramas, y el murmullo de los ríos y el alma de la montaña. Dónde el limpio sufrimiento del verano entre las plantas. Por qué tú, por qué la angustia de hallar tu sombría cauda en la raíz de las tardes y el eco de las palabras, si no existiera el milagro de los mástiles del agua?
Desde ellos yo te presiento agua ya, y el mundo de agua.
Está en mis manos, sola, la amargura del viento.
Pero en aquellos días que hoy están sumergidos en inestables planos de hojas secas que vuelan versátiles e inquietas entre pájaro y sombras, tú, conmigo, en el parque, bajo los nisperales, me leías la límpida página de tus ojos y estabas transparente, como de lino blando, y familiar me eras como el calor de un nido.
Entonces, mansamente, qué buen amigo el viento.
Los pájaros y el sueño, juguetones, dardeaban el blanco añejo y bueno de los árboles, limbos donde un silencio claro se posaba infinito como la soledad del aire y de los ríos.
El sol, en goterones de luz que se filtraba a través de las frondas, te bruñía la frente y tú, ya no de cuerpo sino de lienzo y nube, sonreías ansiosa bajo los nisperales.
Hoy, un duro sabor de perdido infinito anida como pájaro de sombras en mi lengua, porque, si hasta mis manos regresa solo el viento, así, desnudo y huérfano, lloroso de recuerdos. qué te me hiciste, di, qué te me hiciste, que sólo está esta fría amargura del viento?
Viento mío de diciembre, qué pulpa dulce vienes en mitad de la lengua, qué arrullo para el pájaro en el río del tiempo.
Plinto para la vida, corazón de la sangre, regresas siempre al hombre amargurado y solo, manso, esencial, tranquilo.
Con esa mansedumbre de las tardes eternas, y con sabor tan simple como el mar o la nube o la muerte de un roble.
Viento de panderetas, primaveral, alegre, que me nutres de savias soterrañas e inquietas.
Qué sencillez, qué gozo, qué niños sonrosados juegan cuando tú llegas, viento juglar, travieso, viento azul de diciembre.
Incólume, en mí nacida.
Así eres tú si te miro dentro de una gota de agua.
Entonces, ya sólo río, timonel para el ensueño e inspiradora del lirio, te encuentro, y voy hacia ti como el silencio al oído.
Aunque no estoy, mi viento, donde tengo la palabra hecha grito, en grito ando. tu raíz, mi espíritu palpando la sombra de tu origen, siempre vengo, y a tu vedado corazón me atengo, porque tu corazón me está esperando.
Hoy hemos ido a visitar sus rutas mensajeras.
Cuando dejo correr sus blancas vides por mis manos, siento que va en su fuga de guijarros y ensueños tu cálida y remota sonoridad de vuelo claro por el agua. ti, que no lo sabes porque duermes hundida, Horizontal, en esa verde esfera sin palabras donde habitan tus tierras de promesa y campanas; a mí, forjado en la vigilia de saber esperarte con mi palma extendida hacia el brumoso viento de tus anchos caminos vegetales, dentro de la ignorada aún, viviente planta que tú eres; todo, dentro de agua, cristalina sabiduría del agua, nos hace siempre, ingenuamente, la pregunta amarga y poderosa. Dónde, en qué raíces del silencio, está la copa que llena tu palabra?
Es ya la hora del agua. En su semilla de peces está la vid de tus ansias, pródiga, sencilla y recta como la mirada tuya antes de ser tu mirada.
Ven a recoger el vino transparente, desde el agua.
Sombra y luz, voz y silencio, Por eso a veces vamos a visitar las esperadas rutas, en el agua. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica