316 REPERTORIO AMERICANO QUE HORA S. Lecturas para maestros: Nuevos hechos, puevas ideas, sugestiones, ejemplos, incitaciones, perspectivas, noticias, revisiones, antipedagogía TX CINI MI PADRE YO Por CARDONA LYNCH (Envío de México, setiembre 1946)
No es la casa que mejor recuerdo, pero gún marchábamos, y yo mezclando el suaes la que más me gusta recordar. Ignoro en ve rodar con aquel rumor acompasado. lo qué parte de la ciudad estaba Ni siquiera proyectaba en una cierta complicación me.
sé en qué ciudad, pues si bien ahora, con cánica y me figuraba a la bicicleta metamorayuda de la geografía y la experiencia de foseada en una locomotora, en un automolos viajes, puedo localizar una cierta ciudad vil y a la mejor hasta en un barco, según en la cual habité en otra época, en ese en era caprichoso el espíritu extraño que me tonces no sabía geografía ni había hecho embargaba en tales momentos.
más viajes que los que realizaba con él los Cuando teníamos la suerte de llegar a un domingos. Él era mi padre. Sus ropas y su paraje nuevo, mi alegría no tenía límites.
persona despedían un olor digno, mezcla Lo bautizábamos inmediatamente, como de tabaco, agua de colonia y autoridad ina habíamos hecho con tantos otros sitios despelable. Me atraía más que mi madre. Mi cubiertos gradualmente. Aquella era la camadre era inteligible, clara, sencilla, próxi verda de un gigante, un ser monstruoso Rafael Cardona ma. Era una persona a la cual se podía acu. que yo casi veía, con la cabeza apoyada en (Hacia 1929)
dir en cualquier momento a solicitar ayuda, las rocas que le servían de almohada. En ante la cual se podía llorar o reír abierta medio del lago, estaba la isla de Robinson.
mente, sin temor; nada en ella era excesi. Una isla que, desde la perspectiva de mi Finalmente (o en primer lugar) le mando esa joyita que salió del corazón de mi hijo Ar.
vamente profundo o complicado: siempre edad, estaba inexplorada, llena de peligros mando, quien según la crítica nacional está asumía la actitud que uno precisamente de y escon lida a la vista de todo el mundo.
consagrándose rápidamente por el alcance de seaba. Mi padre era todo lo contrario. Difi Mi decepción y mi enojo fueron terribles el sus sondeos y por la forma casi madura de su cil, complicado, profundo, rodeado siempre dia que vi gi nte caminando pesadamente prosa. Hace росо corrió el riesgo de ser triunfador en el concurso anual de la Novela de problemas extraños a los cuales yo esta sobre la virgen superficie de «mi» isla.
LANZ DURFT, cuyo premio se adjudica entre es ba ligado por una especie de fascinación Otras veces, cuando llegábamos a sitios critores jóvenes. Hubo larga disputa entre los inconsciente y los veía expresados en los donde nada extraordinario había, donde jurados y se resolvió que el premio se le conlibros de su estante, en ciertos ademanes nada podía inventarse, permanecíamos sen cediera a una mujer mexicana, de talento, que seguros y definitivos que tenía para encen. tados simplemente, sin hablar. Él encendía escribió El Jagüey de las Ruinas. Le encargo mucho su reproducción, por él, no por mí; der su cigarrillo, en una su severa y cenu un cigarrillo y yo mascaba una larga hierba aunque no le callo que estoy orgulloso de que da pulcritud para andar, para comer, para mientras miraba admirado su displicente el hijo me vea así, como el me vió.
volver las páginas de los volúmenes inter habilidad para lanzar volutas de un humo RAFAEL CARDONA minables, para escribir o para hablar. Mi maravilloso a través del cual los campos (Fragmento de carta, padre vivía rodeado de una multitud de se próximos, la luz mañanera fresca de olores México, sio fecha)
res confusos, misteriosos, que yo casi veía y perforada por el melancólico chirrido de materializados a su alrededor como una cau los grillos, adquirían un tinte sumiso, va por mi madre y la devorábamos junto al río da de prestigiosa jerarquía.
gamente triste, en el cual yo veía, asom frío y límpido, a la sombra de peñas sin Aun cuando la época es lejana, estoy se brado, una muestra de la autoridad de mi geología posible, mientras el riachuelo suguro de que los recuerdos inconexos que padre.
surraba monólogos misteriosos que mi padre conservo de ella, me son más fieles que veces me relataba historias. Me gusta escuchaba casi tan ensimismnado y abstracto otros recuerdos más próximos.
ban, pero estoy seguro que disfruta como yo. Esas actitudes de mi padre eran Está, por ejemplo, el recuerdo de una bi ba más era lo que me sugerían; no precisa lo que más me conmovia, produciéndome cicleta que yo creía enorme y terriblemente mente sus temas, sus argumentos, sino el una especie de triste sensación de sabiduría, difícil de manejar. Esa bicicleta, a la cual timbre de la voz de mi padre, su actitud una convicción recóndita de la fuerza de la yo le veía cierta expresión humana, ceſuda sofiadora, el aislamiento delicioso que nos naturaleza y también de mi propia fuerza, y ensimismada, nos llevaba, a mi padre rodeaba.
sentimientos a los cuales contribuía la actia mí, por caminos amarillos sombreados de En ocasiones comíamos un bocado en un tud pensativa, llena de sensibilidad, de mi árboles susurrautes. Caminos profusos, con ventorro cualquiera y no regresábamos a padre. En tales momentos desaparecía entre inesperadas vueltas y pendientes difíciles. casa sino al oscurecer. Cuando esto sucedía, él y yo toda diferencia convencional. EraDetrás de mí, la respiración de mi padre, mi regocijo era inmenso, pues no solamente mos dos niños, pensativos y asombrados, infinitamente poderosa, se redoblaba cuan era en tales oportunidades cuando podía ebrios de sol y de viento, que escuchaban do había que subir y se hacía más libre mos ir más lejos, sino también cuando per con modestia las antiguas voces de la natucuando descendíamos a toda velocidad. El manecíamos más tiempo fuera del hogar, raleza, que tenían una tranquila conciencia viento fresco me ahogaba. Yo hacía como cosa que para mi edad significaba una li de la felicidad y que, contnovidos, no se que me asustaba un poco, porque en el fon bertad mayor que la que yo hubiera podido atrevían a mirarse a los ojos, clavando ésdo, según creía, esto era lo que él deseaba. exigir. Durante esos paseos, acostumbrába tos en las aguas inquietas y sintiendo en Me consolaba con frases viriles, conmipato mos a bañarnos en los ríos, a subir a los ár el fondo del pecho el exaltado latir del rias, y yo volvía a reír alborozado. veces, boles para cortar frutos, a correr y saltar corazón.
si estaba de buen humor, mi padre hacía por los campos inundados de luz y de vien No sé hasta qué grado mis sensaciones un ruido con el fondo de la garganta, se 1o. veces llevábamos comida preparada, y pensamientos de entonces eran semejanlo que Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica