148 REPERTORIO AMERICANO a de remo y Tres cuentos nicaragüenses jaros ya andaban haciendo cabriolas después de la siesta. El sol estaba a cuarto cielo. Tenían que remar muchos kilómetros internándose en el laPor MARIANO FIALLOS berinto de brazos y golſetes. Buscar los mangla(En el Rep. Amer. res aún no explotados para venderles la corteza a los curtidores.
Mangle El sol había bajado algo. lo lejos se divisaba el tenue azul de los cerros. Pero aquí cerca El agua clara del estero corría mansamente. Volvé a ver!
las cosas eran diferentes. Ya empezaban los zanse miraba a su través la dorada arena como en pocos metros de donde ella se bañaba, par cudos y los jejenes y ese olor típico a noche poel ojo zarco de las garzas; el aire salobre de la tía rápidamente los círculos concéntricos la negra drida de pantanos, de moluscos de bacterias.
playa acariciaba apenas ou ancho lomo verde. aleta de un tiburón.
Sin embargo, el agua era tan clara que se veían Aliento de sal, de nar y de distancias. Lo viste, verdad?
las estrellas del otro lado de la tierra. Era un Sus prietos pechos redondos florecían en la. Claro que lo ví!
silencio de ostiones y de fosforescencias, De golbandeja del agua, y el pelo, con olor a viento ma El se acercó un tanto, y ella, coqueta, se pes de nostalgias.
rino, le cubría la espalda trigueña de mestiza. dejó besar la nuca.
Ninguno de los dos pensaba. Se metían denDesde la orilla, Matías Téllez, pescador, man. Ahora esperaremos aquí hasta que la ma tro de sí mismos dejándose llevar por la marea glero chan de las intrincadas marismas, la rea empiece a subir.
triste de su raza vencida de paludismo, de mescontemplaba con sonrisa de pez embobado. El Bueno. Vamos a ver si comemos algo. tizaje y de supercherías.
se la había encontrado en las playas recogiendo se apercibieron a encender la leña para De repente algunos peces embobados o huiconchas como alcatraza perdida en el espectáculo los cocimientos.
dizos rompían la yentana transparente o algún de las mareas, las rocas y las lunas saladas. Sus Matias Téllez se había enamorado de esta piche pasaba chillando en el aire. El dijo: muslos, ya hechos en las flojas arenas, se apre mujer como la ostra de la roca. La soledad de Vamos a esperar la otra llena. Ojalá Us.
taban macizos como robalos sin escamas. La es su oficio, su vigor y su gusto por aquellos pa taquio Pato no se nos hava adelantado.
palda dura y las caderas. canasto de frutos áci rajes habían encontrado en la muchacha lugar Ella contestó: Ojalá.
dos navegaban en las oscuras ondas de su cabe para recogerse, como la sal en las marismas o el se volvieron a meter dentro de sí.
llo. Pechos combos como velas. Luces, lumbres mangle en el borde de los esteros. La salud de y caracoles.
ella, su alegría y las duras carnes altaneras, le Ella, según dijo, era de las montañas. Se la habían obligado a trabajar lejos de las gentes El bosque de mangles tenía sus largas raíces había traído de criada una familia del interior para que a los demás hombres no se les ocumetidas en el lodazal. Los hombres semi desnuque vino de temporada a un balneario vecino. rriera deslizar sus miradas sobre los negros ojos.
dos pelaban los tallos entre nubes de insectos y Enamorada del mar y de las playas, se quedó Con ninguna mujer Mataís Téllez había sido pestilencias. Allí vivían millares de seres de toda rodando por las arenas como cangrejo, encandi así. las otras, cuando salía a tirar una bomba especie medrando del obscuro barro horadado de lado. Le agradaba el viento cálido y el horizonte en los remansos o a poner la red en las vacian cangrejos, de conchas y de lombrices. Hojas po recto y le encantaba saber que las estrellas y las tes, o se marchaba por semanas a cortar mangle dridas, excrementos y miasmas hirviendo en la lunas bañaban sus luces en las quietas aguas de en los ñangales, las dejaba en cualquier parte coobscura y espesa bóveda de los manglares.
las noches transparentes, jugando en las vérte mo canoas encalladas en los arenales.
Cuando ella se sintió rendida, se fué a la cabras espumosas de los tumbos. Se trepaba sobre Con esta era distinto. Se le había metido noa. Se quedó esperando un rato. Matías Téllez, las peñas y, contra la luz del cielo, en los vés hasta la raíz. Se la llevaba por todas partes. Le cubierto el cuerpo de lodo para defenderse de peros o en los amaneceres, parecía una diosa enseñó a llamar a los peces, a dinamitar, a nalos mosquitos, hablaba a grandes voces con otros.
indígena de pétrea gracia perenne.
dar bajo el agua, a colocar redes y a dirigir la De vez en cuando se callaban y reían luego. AlAhora, zambulléndose en el agua mansa, entre gún chiste estarían contando.
canoa.
risas relinchos de yegua joven, emergía en Pero lo que ella siempre temía, con nervios La muchacha se abandonó con paciencia. Senvuelta en gotas coloreadas de sol, resbalando tras desbocados, eran las figuras largas y obscuras de tía una extraña tristeza como si estuviese melúcidas sobre la piel tostada de brisas y tornaso los tiburones. El le contaba que a veces, cuando tida el alma en agua sucia.
les.
al tirar las bombas y dejarse ir al agua para Matías llegó después. Se tambaleaba. AcomoMatías Tellez reía también de gusto.
daron la canoa en silencio. El se sentó en la recoger los pescados, aparecían los tiburones hamDe repente unas lisas huidoras pasaron velo brientos disputándole al buzo su cosecha. Que popa y partieron ces azotando con sus delgados cuerpos. El en vez a él le arrebataron de la mano En una vuelta el hombre se bañó. Tenía la tonces dijo: hermoso boca colorada. Que había piel cobriza agujereada de piquetes y los ojos enandar que muy ligero para que no se los acabaran pronto. Pero cendidos.
Ella siguió riendo que los tiburones así no eran peligrosos. Que no Puede ser que me venga la calentura. Salite ya repitió él con azoramiento sólo, muchos pescadores tenían hasta conocidos dijo.
que viene el tiburón!
en algunas pozas y les sabían bien la maña, porLa muchacha lo quedó mirando con sorLa muchacha dió un pequeño grito de susto presa.
que eran muy rápidos y astutos.
y corrió hacia la costa golpeando las aguas con Cuando la marea empezó a subir echaron la Aquí traigo un calabazo de guaro continuo. Yo creo que sus piernas. Un poco pudorosa y andando en canoa al agua. La suave corriente de la llena el guaro y la quinina son cogida salió para cubrirse.
los iba empujando hacia dentro. El llevaba el buenos.
El, con protección de macho arisco, dijo canalete en la popa y ella se ladió un tanto Yo creo cue sólo la quinina es buena adseñalándole: respirando con ganas la brisa salobre. Los pávirtió ella. Qué sabés vos?
En ese qué sabés vos ella le notó algo extraño. Pero no dijo nada. El tomó el calabazo ANTONIO URBANO y empezó a beber. ella le pareció que no acababa nunca y ya sabía lo que era el lico para los hombres. No en vano había presenciado montones de pleitos y machetazos en las comarcas de adentro. No bebas mucho le dijo. a vos que te importa? Yo creo que a Pancho Chávez le podrías decir. mí no. SaTELEFONO 2157 APARTADO 480 bés? Pancho Chávez. no lo creía.
La voz se le iba poniendo gruesa y pastosa y por detrás de los ojos el agua se le iba enturbiando de rencor. No hay duda que estaba poniéndose borracho. Seguía bebiendo. Ya te conozco bien dijo arrastrando las SAN JOSE, COSTA RICA letras. Ya te conozco. No sabía. No sabías que? una un Salite ya EL GREMIO Almacén de Abarrotes al por Mayor Este documento es propiedad de la Biblioteca electrónica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica