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42 REPERTORIO AMERICANO y daca de las gacetillas anónimas, aparecen varios años después que sus autores vuelven de un viaje que emprenden juntos a Misiones. Quiroga para no desligarse ya nunca de aquella tierra sa!
vaje donde arranca con sus manos de pioneer la materia de sus cuentos más perdurables. Lugones sólo para dar cima a su libro El Imperio Jesuitico que, con el de La Guerra Gaucha que le sigue, constituye la prueba más elocuente de la formidable disciplina intelectual que se ha impuesto desde su primera juventud. De ahí dimana precisamente aquel maravilloso dominio del idioma que Lugones luce a ratos con el alarde marcial de les Caudillos y los Conquistadores. Nuestro poeta no dejaba de ser lo uno y lo otro en su sentido menos bárbaro.
En efecto, ningún escritor argentino acusa una preparación tan sólida como la de Lugones para ejercer su oficio, si se exceptúa a Sarmiento que le precede en cincuenta años por igual cainino.
Como Sarmiento, Lugones representa entre nosotros, desde su fogosa aparición en Córdoba hasta su buscada muerte en Buenos Aires, un ejemplo Aarejo de escritor militante.
Lugones ha cambiado, es verdad, más cabalmente que Sarmiento de odre su vino; pero como dice Alfonso Reyes, su vino se resentirá siempre del odre primitivo. Qué falta hace explicárselo al pueblo en un lenguaje menos remoto!
Vergüenza nos da recordarlo, pero la verdad es que de dicho libro campestre anunciado ya en el Lunario Sentimental como que contiene Los burritos del escándalo y de la injuria por aquel entonces no se ha podido hacer hasta hoy más que una sola edición agotada en diez años con ayuda de la Comisión Protectora de Bibliotecas Populares.
Qué mucho pues, que leyendo a tales doctores desde lejos o escuchándolos desde cerca haya te nido siempre presente en el recuerdo una de las páginas más amargas y personales de la Historia de Sarmiento aquélla en que Lugones parece presentir su propia suerte sin remedio cuando dice. Irreparable, efectivamente este dolor de los pobres grandes muertos a quienes ni la salva de cañón, ni el féretro en la cureña, ni la calle deco minada, ni la estatua que los embalsama en bronce van a quitar un solo minuto de las miserias que pasaron, de la ingratitud que devoraron, de la soledad que padecieron; clarar que mi apego a Lugones, además del gran afecto personal, ciertamente compartido por el maestro, fué ante todo una prueba de inteligencia. Carlos Marx, nada menos, a quien Lugones había empezado a traducir en su juventud y a quien yo lei en su Biblioteca Nacional de Maestros sin temor de ser denunciado como comunista, me daba el ejemplo aleccionador.
Entre el maravilloso poeta Enrique Heine, que en sus mejores años destaca el carácter intelectual de la Revolución Francesa y el virtuoso tribuno del pueblo Ludwig Boerne que pretende encarnarla a su modo, Marx no duda en quedarse con el pri.
mero, certificando en una carta famosa que a los poetas hay que juzgarlos con un rasero especial.
Es lo que guardando todas las distancias, hice yo cuando nuestros sedicentes escritores marxistas y liberales hicieron lo contrario. Entre Lugones y. ponga el lector el nombre del moralista o cs.
critor político que prefiera) no he vacilado un instante. Lo peor que puede ocurrirle a los filisteos al enfrentarse con el genio es tener razón. afirma Mehring, el más autorizado biógrafo de Marx.
El amauta José Carlos Mariátegui, una de las cabezas más claras de nuestra América, lo sabía por igual. En una carta que me escribió hace más de diez años y que recogi integra en el número de La Vida Literaria con que lamentamos su muerte, no sin la colaboración de Lugones, puede leerse. Estoy políticamente en el polo opuesto al de Lugones. Soy revolucionario. Pero creo que entre hombres de pensamiento neto y posición definida es fácil entenderse y apreciarse, aun combatién dose. Sobre todo, combatiéndose. Con el sector político con el que no me entenderé nunca es el otro: el del reformismo mediocre, el del socialismo do mesticado, el de la democracia farisea Pero he aquí que en artículos y conferencias apologistas de última hora, profesores y académicos quieren presentarnos un Lugones a su medida.
Todo cuanto para nosotros significa en la obra dei poeta una revolución liberadora es ceducido por ellos a un común denominador poco menos que despectivo. como allá donde aparecen hombres y relaciones históricas ellos sólo ven escuelas y caprichos literarios, natural es que se les escape el aporte personalisimo de Lugones a través de las múltiples influencias que le enrostran, empezando por la de Hugo, con quien nuestro poeta tenía profundas afinidades orgánicas.
El maestro Rubén Darío, al ocuparse de Lugones en El Tiempo de 1896 como fils de quelqu un que somcs todos, no dejaba de ver ya entonces en su impetuoso compañero recién llegado de Córdoba el alma del gaucho. este respecto anota una feliz observación llena de clarividencia. Se me antoja que su socialismo o su anarquismo ha tenido por principio el amor a la poesia na tiva, desterrada y aniquilada por el mercantilismo burgués.
Los nuevos descubridores de Lugones, que de paso protegen por igual a Darío, llamándolo fa miliarmente Rubén, eluden sin embargo las ideas juveniles del poeta, nacidas según el testinionio magistral, de su entrañable amor a Martin Fictro, digamos, para ser más precisos.
Ahora bien, aunque nadie puede disimular aquellas ideas juveniles del poeta hasta en las mismas Odas Seculares de grata memoria, estos ver.
gonzantes complices y beneficiarios del mercantilismo burgués, insisten en pintarnos un Lugones como ellos sin conflictos ni inquietudes de ningu na clase ante el todopoderoso Estado Moloch.
En resumen, ven en Lugones un poeta puro no en el sentido formal de Valery que sus primeros libros de versos han hecho posible, precisamente, sino en el sentido místico de Claudel que ellos explotan siguiendo la moda para asegurarse el disfrute de sus jubilaciones burocráticas, a costa de los trabajos rurales que Lugones ha cantado en sus mejores libres durante treinta años.
Porque es el caso de preguntarles a estos aca démicos satisfechos ¿dónde estaban a la aparición de los Poemas Solariegos, que tan patrióticamente exaltan ahora? Patriotismo y caldo gory ahora vienen con su efigie de bronce hueco, sus tiros de vana pólvora, sus calles con nombre, sus discursos más cuidados que la perra vida del célebre infeliz, en cuyo mismo despojo hallan causa para untarse de talento ajeno, exhibiéndose justos a destiempo, escandalosos de luto nacional, estos gusanos de la gloria.
La página entera no tiene desperdicio en si relativa abundancia; pero creo que con lo transcrito es suficiente.
Por mi parte, puedo decir que habiéndome acercado a Lugones en la adolescencia como muchos jóvenes escritores en cierne de la después llamada generación de Martin Fierro por el periódico de este nombre, he contribuido desde entonces al reconocimiento de lo mejor de su obra y de su personalidad.
El gran viraje de Lugones a raíz de la guerra mundial y su inclinación cada vez mayor hacia la fuerza injusta de Roma, lejos de convertirme cnmo a tantos admiradores de su juventud en exaltado enemigo de su poesía, sólo me hizo leal adversario de su política militarista ya que como civil Lugones era uno de los hombres más democráticos y menos autoritarios que he conocido.
Claro que mi adhesión espiritual pocas veces fué interpretada con altura entre nosotros. Para ciertos literatos profesionales sólo se trataba de una mera cuestión de intereses comunes. Esto lo decían en un país cuyos libreros enriquecidos no se disputan precisamente la edición de libros de versos o estudios helénicos. Para los francotiradores de la politica ajena, que repiten espontáneamente las órdenes de un jefe infalible, era yo un simple secuaz del fascismo a pesar de mi conducta libérrima y de mi origen judío que hasta por amor propio me defiende de tanta indignidad.
Pero si he de ser sincero hasta el fin debo deEn Lugones he admirado siempre al artista, al pensador que se expresa sin equívoco y sin oportunismo. Ideológicamente estamos en campos adversos. Me aflige que él refuerce con su nombre y con su acción a los conservadores. Aunque siempre es una ventaja encontrarse con un adversario de su estatura.
Quién sabe cuantos años pasarán antes de que vuelva a darse entre nosotros el espectáculo de un hombre y de un escritor tan extraordinario como Leopoldo Lugones. De seguro nuestra generación no alcanzara ya otro. Los que tuvimos pues la dicha de conocerlo integramente estamos en el deber de impedir que por razones políticas en el peor sentido de estas palabras, se mutile a Lugones para la posteridad. Es imprescindible recoger todo lo que ha escrito el poeta en una edición nacional y definitiva de su obra, dejando al tiem po, supremo juez, que pronuncie la árdua sentencia acerca de lo que le pertenece.
Lugones constituye un fenómeno demasiado complejo y singular en nuestras letras para caber dentro de una simple definición de escuela o tendencia. Siempre estaba donde menos pensábamos.
Como Sarmiento fué sin duda el argentino más representativo de su país y de su tiempo. to das partes, excepto a la Iglesia, había llegadə antes que cualquiera de sus contemporáneos. De todas partes también era el primero en irse. Tenía, según el mismo ha dicho alguna vez de si, la libre condición del viento.
Dueño de su vida y de su muerte tan semejante a la de los hombres humildes de su pueblo, estamos seguros de que éste no tardará en reconocerse en Lugones como lo hace actualmente el pueblo ruso en Puschkin. No enseñó el mismisimo Lenín a los niños de las escuelas de Moscú a poner al excortesano del Zar sobre el poeta comunista Mayakovsky.
Más inteligente que. Viene de la página 39)
impaciente búsqueda, logró palpar la ventana.
Pronto se enteró que ésta se encontraba trabada.
La forzó y obtuvo el vidro en pedazos. Esto le causó una muy pequeña preocupación, pues veía satisfechos sus escrúpulos higiénicos. Retornó a la cama complacida, saboreando el viento que penetraba por la rotura, a refrescar sus sienes. la mañana siguiente su primera vista cap.
tó la ventana cerrada. Se levantó sorprendida, mas no pudo llegar a ella: en medio cuarto se encontraba el vidrio del armario para libros.
completamente destrozado.
do. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica