Carmen Lyra

REPERTORIO AMERICANO 21 de calles y avenidas mirándose unas a otras. Abiertas en las mañanitas de sol; cerradas y flías en la oscuridad de la noche, coultando las singulares tristezas y alegrías de cada hogar. Cuál sería en la avenida sétima la casa de Carmen Lyra? Mi cabeza, llena de las fantasías que crea la admiración por los literatos, imaginaba una casa lindísima de grandes ventanales, rodeada de jardines, desde los cuales las musas darían su inspiración a la gran escritora. Pero la verdad es que no teníamos donde perdernos: las señas eran claras y precisas: de la esquina de la Pulpería de Limón 150 varas al Este, a mano derecha, una casita de adobes, bajita, seguida de una tapia cubierta de flores. Nada más, y ya estábamos frente a una puertecita angosta, de madera, embutida entre gruesas paredes de adobes que formaban la puerta de cajón de la casa de Carmen Lyra; tal vez la puerta más antigua de la avenida sétima; la única puerta de marco ancho, Lajo el cual puede uno guarecerse de la lluvia y del sol.
Subimos la grada de piedra y respiramos fuerte y profundo para animarnos a tocar en la casa, donde según las señas, vivía la profesora.
Ella misma salió a abrirnos; yo traía a flor de labio la frase lista y sin saludarla siquiera, le dije. Niña Chabela, vengo por el Repertorio que usted me ofreció. Entre, entre, pase adelante, no se quede allí; venga, siéntese y conversamos un ratito. ese muchachito. de quién es. Es su hermanito? Pero, siéntese, siéntese por aquí. así, esa tarde de 1922, entré por primera vez a la casa de Carmen Lyra, por aquella puerta mágica, que me abrió un mundo nuevo y maravilloso, lleno de ideales, de esperanzas, de estudio y de trabajo; de amor y comprensión para todos los seres humanos que tocaban la puertecita vecina de la tapia, siempre cubierta de flores.
bie y triste, arrinconada allá en uno de los piosas firmaba los papelitos y recados de rebarrios bajos de la ciudad. semana tras se comendación para ayudar a este obrero que inana, volvía yo, con nuevos libros, con el busca trabajo desde hace varias semanas, para Repertorio Americano, con revistas, postales y este estudiante que no puede pagar su mtrícucuadritos artísticos que ella me obsequiaba. la, para esta mujer que tiene su hija enferma así, conversando, conversando largas ho y no puede comprar las medicinas.
as, nos fuimos haciendo amigas, amigas de Yo admiraba su infinita paciencia para oír verdad; profesora y alumna conversábamos de a todas las gentes que llamaban a su puerta; igual a igual: me parecía que restaba tiempo y energías a No me diga niña Isabel; quíteme ese ni su labor literaria; pero la verdad es que yo ña, que me cae muy repugnante, me parece tan también había llamado una tarde a esa puerta cursi. llámeme Chabela, o simplemente Isa que se abrió de par en par para recibir a esta bel, nada más, tal y como es mi nombre de nuchacha, estudiante de la Escuela Normal.
pila.
Hablábamos y comentábamos los proble¡Qué extraña profesora. No sería una mas y ansiedades de todas las gentes que llefalta de respeto dejar de decirle niña Chabela? gaban a buscarla: del joven poeta que venía de su lindo seudónimo Carmen Lyra a mostrarle sus primeros versos, del joven arsiempre nos decía. Es muy lindo! Pero ima tista que traía un bello paisaje de Escazú, de ginese qué desilusión se llevan las gentes cuan la maestra que buscaba una dramatización pado al conocerme van viendo esta negrilla pe ra la fiesta del árbol, del viejo albañil que se lona y con semejante ñata; claro que no hago quebró un brazo al caer del andamio, y hajuego con este seudónimo tan sonoro.
bía que ayudarle a curarse, porque en su casa Eso decía de ella misma, porque siempre sólo entraba el sueldo que él ganaba.
aplicaba el sentido de la broma y del ridículo Ya ve, me decía, hay que oírlos a todos a su misma persona, como para templar mey tratar de ayudarlos. Cómo podría uno hajor el arma de su ironía que dió brillo fulcerse el indiferente ante tantas penas y congogurante a su pluma ingeniosa, festiva y agujas que sufren las gentes. No recuerda usda al mismo tiempo. Nosotros sus amigos reíated aquel terrible cuento de Chekov, del pobre mos sus ocurrencias y nos aplicábamos a noscochero, que no teniendo a quien contar su peotros mismos la sabia lección.
na en la tarde de lluvia gris, tuvo que contar sus tristezas al caballo silencioso, su único amiNunca olvidaré el pícaro brillo de sus grango? Pero lo más grande era su humana terdes ojos y los matices folklóricos de sus comentarios entre los cuales envolvía toda la nura, para apagar la vergüenza y el deshonor ironía de su ingenio, para sacudir la fama de de las demás que sufrían algún desliz.
ciertos arbolones carcomidos, enseñándonos a Cuántas mujeres jóvenes y viejas buscaron el distinguir entre las hojas y flores secas, las raírefugio de su corazón para contarle los secreces y la savia verdadera que circula entre las tos de sus amores y las fatales consecuencias de esas andanzas! Entonces, entre oscuro y cosas y las gentes que viven a nuestro alrededor; y entonces oyéndola, nuestra ingenua claro iba llegando a su casa aquella linda enfermera o la maestrita ingenua, que ocultando adiniración por aquel profesorcillo amanerado y cursi, caía como cáscara vacía; otras veces su pecado entre las sombras de la noche, buscaba a Carmen Lyra para confesarle sus desera el libro pobre y mediocre, el que caía de dichas y aventuras, denunciadas en sus grannuestras manos al recibir de las suyas un tomito de Las Cartas de mi molino, de Daudet, des ojeras azules que ensombrecían su rostro juvenil.
o las novelas de don Benito Pérez Galdós, For No sea tontica. No se ponga triste!
tunata y Jacinta o la del doctorcillo Centeno. No llore. Quién le ha dicho a usted que te Al despedirnos admirábamos el bello jardín cultivado con las plantas más ticas; esas huner un hijo puede ser vergüenza para ninguna mujer? Eso no es ningún pecado; y lo mejor mildes florecillas nuestras, que según su decir. no la pican de café con leche. esas plantas es que usted tenga su hijo ahora que está joven y sana; así dentro de pocos años tendrá tan agradecidas como las chinas, como la reiun muchacho hecho y derecho que puede ser na de la noche, las violetas y la hoja de milael gran compañero de su vida.
gro, que a unas pocas gotitas de agua responY la joven madre, que entrara angustiaden cubriendo con la alegría de sus colores da a la salita de Carmen Lyra, salía tranquitodo el jardín, protegido por la tapia festola y sonriente, apoyada en el brazo de Chanada de guarias en este mes de abril. junto bela, que le ayudaba a bajar la grada de piecon los nuevos libros de Galdós y de Daudet, d:a, al salir de aquella casita, cuyas paredes nos regalaba unos hijitos de pervinca, una made adobes eran la discreción más suave y silenuta de china o unas semillitas de ojo de poeciosa para contar a nuestra amiga todas nuestras preocupaciones, nuestras alegrías, nuestros Este otro día no hubo tiempo para consecretos.
versar de ciencia, de arte, de música, ni de liY cuentan que como Chabela no levantateratura. Qué ocurría en la salita acogedora ra el índice acusador, ni el severo reproche conde la casa de Carmen Lyra. Qué personaje tra el pecado de esas jóvenes madres, en los importante esperaba a la escritora. Sería alcírculos aristocráticos decían las damas elegangón periodista, un diplomático, un literato o tes que Carmen Lyra era partidaria del amor algún alto funcionario del gobierno?
libre. Qué horror! iQué escándalo!
No, no era ningún personaje de campani Ella, justa y humana, se reía de esas pollas; era una humilde mujer del pueblo, una bres damas que no saben lo que es el amor costurera, que con su hijita prendida de las verdadero, limpio y sencillo y salía por esas enaguas, venía a contarle sus penas y a pedir calles de Dios a buscar la bondad de las genle le ayudara sirviéndole de fiadora para com tes amigas que le quisieran ayudar para conseprar una máquina de coser. ella, la escritora guir unas mantillitas viejas, unos escarpines que amaba y admiraba los personajes de las y unas blusitas de lana.
novelas de Galáós, de Dostojewski, de Dickens Había que ayudar a aquella joven may de Gorki, sabía comprender el dolor y la dret isólo tres meses le faltaban para dar a miseria de las gentes del pueblo que buscaban luz su muchachito!
su corazón para aliviar sus penas y congojas. con la misma pluma que escribiera sus bellas Luisa de GONZALEZ ta.
Desde aquel día, la ida a casa de Carmen Lyra, a traer el Repertorio Americano, era una aventura que yo imaginaba cada semana, soñando en el ratito amable que pasaría en la salita acogedora y cordial, conversando con ella sobre tantas cosas extrañas y maravillosas para mi alma nueva y juvenil, que bebiéndose los vientos, atravesaba presurosa las calles y averidas que conducían a la casa de la profesora de literatura, quien en horas no lectivas, dejaba tiempo libre para contarme, como en sus lindos cuentos, las historias más bellas sobre los grandes y pequeños hechos que suceden en el mundo.
Esta semana conversábamos acerca de aquel cuadrito que está en un rincón de la sala, cerca de la ventana; son las bailarinas de Degas, me explicaba, contándome rasgos biográficos del pintor francés y haciéndome observar la técnica especial que daba movimiento y ligereza a los vaporosos cuerpos y vestidos de las bailarinas; la otra semana la conversación giraba alrededor del último concierto de Debussy o de alguna sonata de Beethoven; para mí, aquellos comentarios eran música celestial, como lejanas y extrañas fantasías de un mundo maravilloso, tan lejos de mi pobre barrio del Pacífico. Ella comprendía que yo nunca había ido al Teatro Nacional y sin decírmelo, con fina discreción me invitaba para que la acompañara la próxima semana al Concierto de Mendelssohn.
Esta es una hada de verdad, me decía yo para mis adentros, al regresar a mi casa po Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica