REPERTORIO AMERICANO 237 Los cocales pararon a lo lejos sus plumas y punto negro en la explanada, iba nadando Un día entró Ulogid Isho con un cuenteescucharon. El lucero grande parecía cre hacia lo incierto. Aquella cosa tan mísera rete. Era un como sapo de piedra, que se cer y como si colgado de un hilo lo remo bajo el furor del cielo, era un dolor gran había hallado arando. Tenía el sapo un jaran subiéndolo y bajándolo en el agua dioso.
collar de pelotitas y tres hoyos: uno en la tranquila de la noche.
Entre madejas de polvo y cáscaras dora boca dos en los ojos.
Cantaba un hombre de fresca voz, una das, apoyado al tantcyo en el palo y al. Qué feyo este baboso! llegó diciencanción triste, con guitarra. Tenía dejos tanteyo la mano en el cielo, el viejo ciego do. Se carcajeaba. meramente el tuerlo llorones, hipos de amor y de grandeza. Ge topó a una alambrada y llamó ya sin es. Cande!
mian los bajos de la guitarra, suspirando peranza: lo dejó, para que jugaran los zipotes un deseo; y, desesperada, la prima lamen. Mirto, Alirto. de la María Elena.
taba una injusticia.
Pero a los dos días llegó el anciano BaCuando paró el fonógrafo, los cuatro La botija shuto, y en viendo el sapo dijo: asesinos se miraron. Suspiraron. Uno Estas cositas son obra denántes, de de ellos se echó llorando en la manga. El José Pashaca era un cuerpo tirado en un los agüelos no nosotros. En las aradas se otro se mordió los labios. El más viejo micuero; el cuero era un cuero tirado en un incuentran catizumbadas. También se haró al suelo barrioso, donde su sombra le rancho; el rancho era un rancho tirado en llan botijas llenas dioro.
servía de asiento, y dijo después de penuna ladera.
José Pashaca se dignó arrugar el pellejo sarlo muy duro: Petrona Pulunto era la nana de aquella que tenía entre los ojos, allí donde los de Semos malos.
boca: más llevan la frente. lloraron los ladrones de cosas y de. Hijo, abrí los ojos; ya hasta la color. Cómo es eso, ñó Bashuto?
vidas, como niños de un planeta extraño.
de que los tenés se me olvidó!
Bashuto se desprendió del puro, y tiró José Pashaca pujaba, y a lo mucho enco por un lado una escupida grande como un El viento gía la pata.
caite, y así sonora. Qué quiere, máma. Cuestiones de la suerte, hombré. Vos La palazón se bañaba alegre y desnuda. Qués nicesario que tioficiés en algo, en el viento. El sol era mareño en la mavas arando y iplosh. derrepente pegás en ya tas indio entero!
ñana azul. La basura iba y venía arrastrala huaca, y ya estuvo; tiahacés de plata. Agüén. da por la mecida del aire. Hojas que iii Achis, en veras, ño Bashuto?
Algo se regeneró el holgazán: de dormir rodaban como caracoles, polvo como espu pasó a estar triste, bostezando. Comolóis!
ma sucia en aquella marea.
Bashuto se prendió el puro con toda la Los charcos enmedio del camino barriofuerza de sus arrugas, y se fue en humo.
so y barrido, se secaban, se secaban dejando Enseguiditas contó mil hallazgos de botiprieta la tierra y blandita como para mejas, todos los cuales, él bía presenciado ter el pie. Un ruidal de ramadas llenaba con esos ojos. Cuando se fue, se fue sin la costa entera, dende aquí quera verdeante darse cuenta de que, de lo dicho, dejaba las hasta allá lejos lejos quera azul.
cáscaras.
También la yeguas sintieron dentrar el Como en esos días se murió la Petrona viento en su alegrón y se echaron a correr Pulunto, José levantó la boca y la llevó capor el llano. la par de las yeguas de minando por la vecindad, sin resultados viento, iban las yeguas de sangre, atropenutritivos. Comió majonchos robados, llándose unas con otras, soplando las nariy se decidió a buscar botijas. Para ello, se ces valientes, la crín al cielo y el casco al puso a la cola de un arado y empujó. Tras suelo: patacán, patacán, patacán. Dela rejà iban arando sus ojos. así fue jaban jumazón en la fueya como si quemacomo José Pashaca llegó a ser el indio más ran su libertá. Paraban su desboco, cuando holgazán y a la vez el más laborioso de toya no sentían el suelo, por miedo al vuelo dos los del lugar. Trabajaba sin trabajar desconocido. El heroísmo es un exceso de por lo menos sin darse cuenta y trabavida que puede a veces producir la muerte.
jaba tanto, que las horas coloradas le hallaA ratos el norte ponía mujeres de polvo ban siempre sudoroso, con la mano en la bailando vertiginosas por las veredas; bailos ojos en el surco.
lando en puntas y cogiendo al paso manPiojo de las lomas, caspeaba ávido la tos de nube para enrollarse girámbulas.
tierra negra, siempre mirando al suelo con Venía el chuchito perdido, arrastrando tanta atención, que parecía como si entre una larga pita por el camino. Era negro, los borbollos de tierra hubiera ido dejando lagartijo, encogido y despavorido. Echaba sembrada el alma. Pa que nacieran pelas orejas para atras, la cola entre las parezas. porque eso sí, Pashaca se sabía el tas, un viejo amarillo de espanto le rodeaba indio más sin oficio del valle. Él no tralos ojos polvosos. En aquella anchísima bajaba, él buscaba las botijas llenas de soledad, ensordecida por el viento, era como bambas doradas, que hacen iplocosh!
un dolor extraviado. La fuerza del oleaje LA SASTRERIA cuando la reja las topa, y vomitan plata y le hacía tambalearse. Se paraba y ponía oro, como el agua del charco cuando el Sol vanos empeños por amarrar el cabo del olcomienza a ispirar detrás de lo del ductor fato. Volvía tímido la cabeza para mirar Martínez, que son los llanos que topan al cuán solo estaba. Entonces su grito lascielo.
timero hacía un rasguño en el viento. VolFco. GOMEZ Tan grande como él se hacía, así se hacía vía atrás con igual premura, mirando al Avisa a su clientela que se traslado de grande su obsesión. La ambición, más andar hacia el cielo, como si nadara. La al local frente al Siglo Nuevo, que el hambre, le había parado del cuero y pita suelta lo seguía dócil, marcando un contiguo a la Iglesia del Carmen.
lo había empujado a las laderas de los cesurco en el polvo por un instante. Era co Gran surtido de los mejores casimires ingleses, rros; donde aró, aró, desde la gritería de mo un amor náufrago. Buscaba al amo perTeléfono 3238.
los gallos que se tragan las estrellas, hasta dido en el ventarrón. lo lejos, como un la hora en que el guás ronco y lúgubre, pamancera COLOMBIANA artinez, que son los lanos que topan al Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica