REPERTORIO AMERICANO 315 sol que Del natural.
Dos cuentos de Barret compañeros se reían del chasco.
En la casa de los tísicos. Qué tenía tu viejo?
Lo que mató al 4, más que la De Cuentos Brever (Del natural. Montevideo. 1911 Estaba tomado, y no SO acor eufermedad. fue la idea. Apenas daba.
entró en el lazareto, le dio la maTampoco nos sorprendió esto. El nía de salir, convencido que de lo alcohol consuela ¿verdad?
contrario moriría pronto. Hablaba la media noche me desperto todavía menos que nosotros, y on un ruido familiar, y on aquel moel hospital 10 so habla mucho, mento, no sé porqué, lúgubre. El pero le adivinábamos el pensa4 tosía y escapia. La claridacl era miento, como sucede donde se escasa. No se alumbraba el cuarto piensa demasiado. Las ideas fijas por espíritu de ahorro y por: no fluyen silenciosamente de los crátener que limpiar tubos. Me levante neos, y se ciernen sobre las cosas.
y fuí a la cama de enfrente. Una pesar de que los que sufren son mano flaca y pálida me alargó la por lo común bastante crueles, el salivera. Miré al fondo, estaba ne4 nos inspiraba alguna lástima. Su gro.
cama estaba enfrente de la mía. Sangre! dijo el niño.
Era un muchachito de dieciseis Murió el otro domingo. No cra, años, rubio y blanco; parecía el día de visita.
hijo de un principe, y su andrajoso uniformo del estableciiniento, La enamorada.
un disfraz inexplicable. Tenía buParecía vieja, a pesar de no cuincles de oro, y admirables ojos azuplir aún treinta y cinco años. Las les. Estaba demacrado en extremo; labores bestiales de la chacra, el andaba con el paso lento, autómacalcina el surco y esqueta, propio de los clientes de la braja la arcilla la liabían curtido casa. Sin embargo, una circunstany arrugado la piel. Tenía la cara cia extraña le distinguía de ellos: hinchada y roja, el andar robusto, caminaba erguido. Por excepción, los ojos chicos, atornillados y nos, su pecho no presentaba esa fúnegros. Era miserable. Se llamaba bre concavidad de los tísicos, heVictoria.
cha. por la muerto que viene a Vivía de escardar campos ajeM: drn de Amighelli.
sentarse allí todas las noches. El nos, de fregar pisos, de ir a veu4 enflaquecia y se mantenía dereder, a enormes distancias, un cesto cho: era un tallo cada vez más fino. Quieres ir?
de legumbres. Su densa cabellera desy siempre gracioso. Sin duda su esque Oh. si!
groñada estaba siempre sulorosa; en leto era bonito y brillante como un los ojos azules centellearon. sus harapos siempro había barro o poljuguete. Bueno. En la otra visita te llevaré vo, y cansancio en los huesos de sus Supimos que era hijo, no do un prín conmigo.
pies.
cipe, sino de um herrero, que la madre Durante quince días pasó algo increi Victoria era célebro en el pueblo, 110 estaba enferma, y que tenía varias hier ble: uno de nosotros era feliz. Al se por infeliz y abandonada, que esto no manos pequeñitos. L, habían metido ie había desatado la lengua, y nos des llama la atención, sino porque decían de ganga en un seminario, y se había cribía la casa de sus tíos, los corrales que no estaba en su juicio. La locura escapado ansioso de libertad. Había re con las gallinas y las vacas, las legum inofensiva es un espectáculo barato, digresado a Montevideo y trabajaba de bres del huerto, la sombra de los árbo vertido y moral. Hace reir seriamente.
tipógrafo. El polvo del plomno enveneno les, la frescura del arroyo, la luz y el Los chiquillos seguían en tropel a Vicaquellos pulmones delicados, y ahora, aire libre. Se sentía salvado, capaz aún toria; no la apedreaban demasiado; compreso en el «aislamiento. qué le res de jugar y de correr, y nosotros nos prendían que era buena. Los hombres taba?
entristecíamos con la envidia do la salud la dirigían preguntas estrambóticas, y Aguardar el turno, según la eterna ajena. Hasta se nos figuró que el eri experimentaban ante ella la necesidad frase del 18.
gordaba. cuando en realidad la impa. de volverse locos un rato; las inujeres El no, luchaba ya. No tocaba los ciencia le acababa de consumir.
se burlaban con algún. ensañamiento.
dos huevos medio podridos con que le Llegó el famoso domingo. Con mucho Victoria pasaba; andrajosa, tenaz, laobsequiaba la «caridad, diariamente, ni retraso asomó el herrero. Avanzaba pementable, llevando en los ojillos negros la leche infecta, ni las piltrafas de sadamente, con los ojos inyectados. Su la chispa que irrita a la multitud y carne recocida. Se dejaba ir. Recto, es hijo le esperaba, sentado en su lecho; levanta las furias y hasta los perros se toico, mudo, bello, era un lirio agoni se había vestido la ropita nueva. la alborotaban con aquel escándalo de un zando de pie.
suya. Estaba listo.
minuto, con aquella aventura que omUn día, no obstante brilló para él. Vamos?
pía el tedio del largo camino fatigoso.
por vez postrera, la esperanza. dónde? preguntó el padre.
Acusaban a Victoria de dormir en Hay. visita» al hospital de tubercu casa del tío. No recuerdas? No tierra, de frente a lo alto y de crcer las losos cada dos semanas; cada dos sema íbamos a pedir hoy el alta?
estrellas bastante próximas para hablarnas se permite a las madres conteinplar El hoinbre se esforzó por hacer me las. La Luna era la la señora del cielo; a sus hijos ocupados en morirse. La del moria. Su aliento olía a vino.
un lucero vagamente rosado era el prin4 debía estar muy mal para no acudir. Mejor es que te quedes.
cipe radiante; otro blanco y retirado, al lado de los bucles de oro de los. Es que no estoy bien.
era el pálido cirio; allá lejos palpitaban, ojos azules. En cambio, aparecía de. Eh?
casi imperceptibles, los puntos de fuego tarde en tarde el padre, grueso, cabiz Que no estoy. bien. En la última tenue que la visionaria nombró coro de tajo, sin expresión, lacónico. Traía al quincena bajé dos kilos.
muertas; y de extremo a extremo del enfermo im poco de fruta o dulce, y se. Dos kilos?
horizonte flotaba por el inmenso espa.
marchaba sin un beso, sin volver la No estoy bien. insistió el desgra cio la gasa fosforescente de la vía láccabeza, lo cual a nadie sorprendía. Es ciado.
tca, o niebla de luz. Cuando la claridad la costumbre de gente pobre. Mejor es que te quedes, repitió el enferma y fría de los astros bajaba hasAquel domingo, el herrero dijo con herrero.
ta Victoria, y la noche hacía rodar sus indiferencia que unos tios deseaban balanceaba el hirsuio testuz. Des magníficas gemas en silencio, la loca se tener al muchacho y cuidarlo en la pués se fué.
sentia herinana de la belleza infinita.
campana.
El se desnudó y se acostó. Los y las voces celestiales la acompañaban. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica