Reper torio Americano 205 Si tengo alas.
Para el RePERTORIO AMERICANO.
Mariposa: tú y yo somos pequeños.
Menguados son mis sueños y tus galus.
Tú que puedes volar, no tienes sueños.
Yo que puedo sonlar, no tengo alas.
CAMPOAMOR.
Si tengo alas. Palpitar las siento, y agitarse en anhelos de proezas.
Si tengo alas, y también aliento. para alzarme a favor del pensamiento por encima de afanes y tristezas.
Si en la Tierra me azotan los desvelos, y el dolor hace blanco en mi flaqueza, tiendo el ala feliz. y allá en los cielos voy trocando pesares y recelos por una amplia visión de la Belleza. Oh Belleza, la diosa entre las diosas!
Esta vida que tengo te la ofrezco.
He bebido tus aguas milagrosas, y me has dado a mirar todas las cosas bajo un lente de Amor. Te pertenezco!
acabé sin cepos. Yo tengo mi gato, el único gato que aquí hace bondad. Ahora lo verá! brincos se precipita retumbando en el bancal de sepulturas; se sume y escarba en la hierba y saca de la cola una sierpe que se tuerce húmeda y dulce al sol. No hay animal tan manso y agradecido!
La pone en el muro y la sierpe vislumbra como un tisu; sin moverse, su latido le va renovando la piel. Hierve fría y multiplicada en la piedra, y la traspasa, la cala, como si la piedra fuese tierna, de esponja, y se la embebiese.
En fin Siglienza se decide a preguntar. Gasparo. no habrá en el cementerio viejo algún enterrado vivo? En casi todos los campos santos viejos los hubo.
Las epidemias traen precipitaciones.
Gasparo, sin reparar en esas disculpas, vuelve junto a şigüenza, y se queda cavilando. Yo me creo que a nadie enterré vivo. Pero aqui hay muertos de dos colics. Yo se nada más lo que vi cuando abrimos nichos y capillas y paredes para llevar las cajas a lo nuevo! Mire lo que vi.
Gasparo se aparta chafando una geología de vertebras, de costillajes combos, de goznes, de nudos y cabezuelas de cal.
Se recuesta en un socavón de los derribos, acodándose en la argamasa, y entorna los ojos. Adquiere una actitud de elegancia. Tiene un fondo lejano de graciosos oteros con arbolillos finos, nubes blancas, barrocas, y los huesos fosilizados que revientan bajo sus alpargatas resultan emblemáticos. Todo semeja un fragmento de una estampa, de un cuadro que no recuerda Siglienza si es de Víctor Carpaccio. Así como yo me pongo dice Gasparo estaba uno, un difunto; así se nos presento, sentado y entero, cuando volcamos la pared vieja.
Luego busca otra rebanada de tapial y la palpa muy calmo80. Aquí encontramos tres cajas, una encima de otra, y de 1a de en medio o alía un brazo que se agarraba a la tapa de la de arriba. Ya principia a venir la tarde. La claridad es más azul; el aire más oloroso de campo intimo, y el cementerio, con reposo, con silencio cerrado de «descansen en paz. Reposo y silencio «para siempre, siempre, siempre. dentro de la permanencia de la vida tan de nosotros, sin nosotros, sin nada de nosotros como de Salvadora Peñalva. en tanto que lo pensaba Siglienza, como si lo pronunciase su frente, su frente con sensación de campo, de montes y de mar, iba leyendo lápidas de labradores, de señoras, de dalgos viejecitos, ten dos desde mil ochocientos. todos ellos, en ese día ancho de verano, día de San Pedro, saldrian a pasear por sus huertas, con sus mejores ropas, las mismas ropas ya estrujadas detrás de esas lápidas.
Al abrir el portalillo para marcharse, se les ofrece bajo todo el pueblo en la falda del alcor.
Desde el pueblo no se puede mirar al cielo sin presentir cada uno su fosa. Las cruces se clavarán en los ojos, las cruces de los difuntos de cada familia.
Gasparo dice. No se les clava nada! El camino es un muladar. No quedan cipreses; no queda calvario. Ni vienen ni miran, y si miran, no ven.
Es verdad. Tienen encima sus muertos; pero la muerte, la muerte está más allá del horizonte de nuestros pensamientos y de nuestros ojos.
Alas me dieron. y este don divino es mi herencia paterna, mi tesoro. Cuánta flor hay sembrada mi camino. qué luz va alumbrando mi destino con un brillo más grande que el del oro. Sola. Nunca lo he estado! Bondadosas tiernas musas me brindan sus favores.
En su reino no hay castas: mariposas todos somos. y vamos entre rosas aspirando el perfume de las flores.
Así es bello vivir. La vida es sueño, una hermosa locura si se quiere. entre ensueño y afán, afán y ensueño, va tejiendo la araña del empeño el encaje de una obra que no muere.
Quien consigue volar se hace atrevido; no se apega a la concha ni a la escoria.
No en el suelo ¡bien alto! hace suonido, y más lejos aún deja prendido el ideal que le guiará a la gloria!
AURISTELA DE JIMÉNEZ San Jose, julio de 1924.
GABRIEL MIRO (El Sol, Madrid. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica