362 2914 Repertorio Americano deshechas las rodillas, retorcida la boca, si lo viera pasar con mi fiebre en su cara, no temí a la muerte, disgregadora impura; los ojos de él libraran los tuyos de la bada, y a la mañana espléndida o a la luz insegura yo hubiega caminado bajo de esa mirada. la tregua de Dios a mí no descendiera: en la carne inocente me hirieran los malvados, y por la eternidad mis venas exprimieran sobre mis hijos de ojos y de frente extasiados.
II Ahora tengo treinta años, mis sienes jaspea la ceniza precoz de la muerte. En mis días, como la lluvia eterna de los Polos, gotea la amargura con lágrima lenta, salobre y fría. Bendito pecho mío en que a mis gentes hundo y bendito mi vientre en que mi raza muere!
La cara de mi madre ya no irá por el mundo ni su voz sobre el viento, trocada en miserere!
Mientras arde la llama del pino, sosegada, mirando a mis entrañas pienso qué hubiera sido un hijo mío, infante con mi boca cansada, mi amargo corazón y mi voz de vencido.
La selva hecha cenizas retoñará cien veces y caerá cien veces, bajo el hacha, madura.
Caeré para no alzarme en el mes de las mieses; conmigo entran los míos a la noche que dura. con tu corazón, el fruto de veneno, y tus labios que hubieran otra vez renegado.
Cuarenta lunas él no durmiera en mi seno, que sólo por ser tuyo me hubiese abandonado. como si pagara la deuda de una raza, taladran los dolores mi pecho cual colmena.
Vivo una vida entera en cada hora que pasa; como el río hacia el mar, van amargas mis venas. en qué hùertas en for, junto a qué aguas corrientes lavara, en primavera, su sangre de mi peda, si fuí triste en las laudas y en las tierras clementes, y en toda tarde mística hablaría en sus venas.
Mis pobres muertos miran el sol y los ponientes, con un ansia tremenda, porque ya en mí se ciegan.
Se me cansan los labios de las preces fervientes que antes que yo enpudezca por mi canción entregan. el horror de que un día con la boca quemante.
de rencor, me dijera lo que dije a mi padre. Por qué ha sido fecunda tu carne sollozante y se henchieron de néctar los pechos de mi madre?
No sembré por mi troje, no enseñé para hacerme un brazo con amor para la hora postrera, cuando mi cuello roto no pueda sostenerme y mi mano tantee la sábana ligera.
Siento el amargo goce de que duermas abajo en tu lecho de tierra, y un hijo no meciera mi mano, por dormir yo también sin trabajos y sin remordimientos, bajo una zarza fiera.
Apacenté los hijos ajenos, colmé el troje con los trigos divinos, y sólo de Ti espero, iPadre Nuestro que estás en los cielos! Recoge mi cabeza mendiga, si en esta noche muero!
Porque yo no cerrara los párpados, y loca escuchase a través de la muerte, y me hincara. Del tomo Desolación, Santiago de Chile, 1913. Doña Ana de Cortabarría til doncella, hijastra de don Gregorio, cuyos hechizos cual dulce beleño habían inspirado al joven imberbe extático amor. Historieta legendaria. Si las ordenanzas reales no hubieran prescrito cambios tan frecuentes en el personal a fines del año de 1644. La ciudad rante el oficio sagrado del Te Deum, en vez Ea del gobierno de estas provincias, si no hu.
de Cartago, haciendo un esfuerzo he de alzar los ojos al cielo, había inclinado la biera venido tan pronto el gobernador Cha.
roico para ocultar sus pobrezas, se vestía a cabeza en triste meditación; y quien luego. vez de Mendoza, quizás se hubieran realitoda prisa de gala, porque era de rigurosa a la hora del paseo, en vez de caminar en zado log ensueños amorosos del mancebo, etiqueta gastar unos cuantos reales en ce tropel junto con todos los caballeros, había porque la posición social que el tenía en lebrar digbamente la llegada de cada nuevo apartado su caballo, y errante y medita. Cartago le facultaba para poner los ojos en gobernador, y a las puertas de la ciudad es. bundo vagaba por el desierto campo de los doña Ana y porque ella a hurtadillas los sotaba entonces don Juan Chaves de Mendoza, Cerrillos; y quien en la corrida de toros, su lía poner en él. Hubiera sido, en verdad, esa nombrado para gobernador y capitán gene bido en lo alto de la barrera y abismado en pareja, una excelente pareja. Ella, lo mejor ral de Costa Rica, Se hicieron, pues, los su dolor, no había intentado bajar al redon de lo mejor en toda la redondez de Cartago, preparativos, llegó el regio gobernante, tomb del, ni tomar en sus manos la garrocha, ni y él llevaba un nombre ilustre aquí: se llaposesión de su destino, juró por su Dios, aplaudir siquiera a un capeador; y quien en maba Juan Solano, como su bisabuelo, el prometió por au Rey, y la ciudad urgida de el sarao de la noche, ofrecido por Hernando viejo capitán Juan Solano, venerable personecesidades y ávida de favores le recibió, le Villasante, no había podido evitar que de su naje del tiempo de la conquista; su padre aclamó y junto con él se alborozó.
pecho saliese, a modo de sutil protesta, un había sido el difunto tesorero Juan de EcheFueron tantos los festejos de aquellos suspiro muy hondo, muy triste.
varría Navarro y era su madre doña María días, tantos los labios que pronunciaron pa El mancebo, en verdad, no tomó parte en de Sandoval, dama cartaginesa de lipaje labras de bienvepida y tantos los semblantes las fiestas: ni cómo podía tomarla si aque limpio y preclares prendas. Pero casamiento resplandecientes de alegría, que el goberna llos regocijos se hacían pot la llegada de y mortaja del cielo baja; y a Jurn Solano dor calificó de unánime aquel halago amo. Chaves, y de esa llegada se infería la partida Echevarría no quiso el cielo concederle la roso, de unánime porque no le fué posible del eximio gobernador saliente, don Grego realización de sus ensuefios, sino que podistinguir en el apretado concurso a un don rio de Sandoval, y lo que era peor todavía, niéndolos merced del furioso torbellido de cel de diecinueve años cumplidos, quien du. la partida de dofia Ana de Cortabarria, geo pasiones innobles que poco después se des Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica