Repertorio Americano 251 Tendida sobre almohadones, lo veo la luz de la aurora sus siete esposas, nisas inmensas de un templo antiguo.
todo como en sueños.
ateridas bajo los tepues velos que las Trompas, clarines. Un suspiro de la Las montañas ceden plaza a las lla cubrían. Fué la última vez.
última estrella que se apagaba y un Duras; las villas a los pueblos.
Primero maceraron el cuerpo del adiós de marcha. Las esposas lloraban Cierro los ojos y la vida del ayer gigante con los ungüentos de la fuerza. upánimes junto a los brocados de la vuelve.
Las manos minúsculas apenas se veían tienda que el amado dejaba.
iQué placer el correr por nuestra sobre la gran inmensidad velluda. Des. Los enemigos del gigante, congre.
memoria como corre, por los rieles el pués le colocaron en las orejas los gados al pie del monte, lo vieron des.
tren de llamas!
gruesos aretes fulgurantes; en los pies cender, como un pedazo de montaña qué angustia la de esperar el las sandalias ligeras. Después, entre desprendido de la montaña. Detrás de próximo término del viaje; estrujado las siete, arrastraron la sonora coraza.
él pacía el sol.
el pecho, muerto el respirar.
Al verlas avanzar, sonreía el gigante. Con qué oscuro ardid lograron ma.
Abro los ojos y vientos cargados de Una de las siete esposas le dijo. Oh tarlo?
flores me acarician, me hablan de co. señor! Nosotras que pos adormecía. La leyenda del gigante y de sus sielores fuertes y desvanecidos invisi. mos todas las siete en vuestro regazo, te esposas nos la contó un pastor.
bles tornasoles de sus alas.
y era resplandor de vuestros aretes, Mis pensamientos son entonces ne. heridos por el sol, el que nos desperRAMÓN VINYES gras nubes que ruedan por el azul y tabal que un rayo de sol espanta. Otra de las siete esposas le dijo. Oh sefior! Nosotras que nos podíamos es¿Escribió esta Oda al Tren un poeta pejar todas en uno de vuestros ojos. Pío Baroja.
novísimo?
Cargaron el casco, el fuerte casco No. La escribió la Emperatriz china crinado, protegido por férreo morrión. Seu Hai.
El velo de una de las siete esposas se (Viene de la página 247. Sobre un rojizo pergamino esquina. rasgó y, tímida, tuvo que avanzar do de dragones de oro, con largos jero desnuda entre las siete púdicamente gunta Corpus Barga que nos acom.
glíficos dibujados, fijóla la Emperatriz tapadas.
pafia. cuando el tren, qge se había abierto Por las entreabiertas cortinas de Coraje sólo lo tienen los bandidos paso por un boquete de la Gran Mu. púrpura iba entrando aurora en la y los jugadores responde.
ralla Cerrada, la devolvía del destie tienda. Pío Baroja, que sonríe siempre y rro a sus palacios de la Villa Púrpura. Las siete esposas quisieron arrastrar cada palabra que le alcanza le hace Venía la Emperatriz de los eriales la maza del gigante y no pudieron. abrir las puertas de los tesoros múltide la montaña de Li chan, llena de Le dieron su puñal. En la brillante ples que posee, habla de los hombres tumbas, a ocupar de nuevo el trono de hoja se contemplaron las siete. de coraje. Toda la gama. termina la China, constelado de piedras y ane. Dijo otra esposa. Oh señor! Au. contándonos la vida del matón que gado de damascos. Retorpaba la Em sente vos, no podremos jugar a bus. llega a Toledo en plena epidemia de peratriz a la pompa de sus mansiones carnos las pequeñias manos dentro del fiebre tifoidea. El hombre no encuen.
de porcelanas y bambúes en donde si frondoso bosque de vuestras barbas, tra con quien armar gresca. La ciudad vida se había escurrido empapada de pi contemplaremos el brillar de vues está enferma de miedo. Lo han abarlas crueldades y de los heroísmos de tras sortijas por entre la negrura de dopado todo al matón, que se muere las razas mongólicas; en donde había vuestro pelo. de tristeza. Asomados a los vidrios de asesinado al enervadó esposo, al hijo En el campo soparon trompas gue. las ventanas, unos cuantos vecinos le podrido, y en donde, antes de morir rreras y cornetas bélicas. El gigante ven llegar a la plaza principal con un aún, debía estrangular al pieto débil no estaba vestido!
canasto de tomates. Nada tan temible, para que un hombre, macho y poten. Las siete esposas upieron las pieles en tal ocasión, como los tomates, pues te, pudiera guiar los destinos de su de toro que le servían de manto. Des. es voz popular que los tomates dan el Patria.
pués, de puntillas, intentaron impo. tifus. El matón se come, ahí no más, Seu Hai, Emperatriz china, he sible, llegar a la espalda del que los kilos de tomates que traía, desa.
roica, dura, cruel, poetisa de bellos estaba medio acostado sobre almoha. fiando a la muerte y no teniendo ya a versos nuevos y bellos versos remotos, dones mullidos. Resbalaban las pieles. quien provocar. Pero ya no creo en te evocamos, bajo parasoles de túrgi. Con una de sus inmensas manos el el coraje termina Baroja: das sedas y rodeada de fénix de oro, gigante las sujeto y las esposas, agra. se vuelve usted a España?
mientras presidías los desventramien. decidas, soprieron. alto, torre sobre Sí, pero no se cuándo.
tos de mujeres que hicieron los tigres las siete pequeñas cabañas que levan. la piedra de honda del vasco par.
del Principe Kong, una larga crisan. taban hacia él como humo mafianero te hacia los Pirineos, mientras se le tema de oro sobre la sonrisa de tus la. su fervor, el cíclope se irguió.
vela la voz de tristeza. Piensa acaso bios dorados.
Su respirar hacía que las cortinas en Upamtino?
Tan lejada de siglos que pareces, de la tienda oscilaran, Claridades en añade: Seu Hai, Emperatriz de la Oda al el horizonte. Más toques de bélicas Como ahora todos los españoles Tren. y tan cerca que de nuestras trompas en reto. Las cimas de las tenemos algo de desterrados.
vidas has respirado.
montafias se recortaban precisas sobre Baroja piensa cuando habla y logra el cielo. Tres condores pasaban con esteriorizar este hombre del Medio.
La leyenda del gigante y de ses largo aletear. Más toques, imperativos, día que pudo dejarse seducir por la siete esposas en reclamo de combate.
frase brillante y ruidosa la frialdad El gigante, al despedirse, alcanzó de su pensamiento, la claridad con que Nog la contó un pastor.
con un beso a las siete esposas. Una precisa la idea y el valor tan humano En esta montaña vivió un gigante. de ellas le vació sobre la fuerte crin y modesto con que la emite.
Se supo su último día por una de un puñado de perlas llenas de perfu.
sos siete esposas que lo amaron. me. El las abrazo después.
VIZCONDE DE LASCANO TEGUI Era en tiempo de guerra y el gigan. Dentro de sus brazos eran las siete te debía salir a pelear. Lo vistieron a como siete nidos perdidos en las cor. Caras y Cordles, Benos Aires. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica