Repertorio Americano 107 Nápoles, de Tarascón o de Barcelona, que para un ale.
El centenario.
mán sesudo y metódico.
Este mismo Spengler, refiriéndose a la pintura de la (Viene de la página 104)
Europa de Occidente, habla de que, después de los tonos azules y verdes de los primitivos flamencos, vino el em. nacional desgarrado en 1816, y reproducimos en el alma el esce.
pleo de un pardo de taller que es un tono irreal, intelec. nario de 1872: tual y de aire protestante.
Pensando en el paisaje, en la literatura y en el arte de Hoy es el 20 de julio: en el confluyen de limpia luz sesenta y dos auroras, los países del Oeste de Europa, a mí me dan la impresión es la fecha inmortal que el Pueblo inscribe de que tienen poco color y de que están dominados por en el gran calendario de sus glorias!
el gris.
Los ecos del martirio no enmudecen Cuando pasa uno una temporada en Londres se enni del dolor el manantial se agota en esta Plaza Thuerto memorablet cuentra que el ambiente es gris oscuro; si de Londres se de suspiros, y lágrimas, y sombras va a París, el tono grisáceo oscuro se hace azulado; si de Paris se va a Madrid, el gris toma un tono de plata.
Todo aquí lo renueva el sentimien despertando trisusimas memorias: Pensando en la literatura, a mí al menos me da una en el suelo, las huellas del cadalso: impresión parecida.
en los sauces, las brisas gemidoras Shakespeare, Dickens, Balzac, Cervantes, todos los occidentales, dan una impresión gris, elegante, con las líneas claras y fuertes. El dibujo en ellos es más intenso Al igual de Littré y otros grandes espíritus, Rojas Garrido que el color. En cambio, Dostoiewski y Tolstoy, a mí al solía descansar de las fatigas cerebrales en el regazo de la amable menos, se me pintan con más color, me dan impresión de poesía; pero jamás rimó sandeces ni puso en la urna métrica sen.
orientales.
timientos bajos La campana no puede soltar sus alaridos sino En pintura creo que ocurre lo propio. La pintura iladesde la eminencia de las torres, ni zumba el aquilón entre ras.
menca desde Rembrandt, la francesa y la inglesa, son treras ortigas, mas descuajando los cedros y los robles. Rojas grises.
rimaba ideas; ideas que se desgranaban en sus estrofas como eslaSe piensa intelectualmente en los pintores españoles, bones de un razonamiento robusto, y edgarzaba consonantes como cuando no se los conoce, como algo arrebatado, apasio. se retuercen al caer a la Pelton las burbujas de un torrente des Dado, luminoso, y se encuentra el fondo de plata y rosa bocado. Noble y fiero paladín del pensamiento libre, las a as de de Velázquez, el pardo de Zurbarán y los tonos grises de Pegaso batían su frente con vientos que corrían por esferas henGoya.
chidas de truenos y relámpagos. Genio brotado de las entrañas Creo que se podría defender la tesis de que el gris es del pueblo, al pie del Huila y de las cerrazones de donde surge el es el menor color de todos, el más subjetivo, el menos Magdalena, tenía la grandeza de lo innominado, era como un Dios realista, el más intelectual, porque es, en último término, aborigen, un Andaquí gigante, emergiendo a las más altas cum la entonación que da la retina al cerebro cuando se cie bres de la Filosofía moderna, de entre los vabos misteriosos y rran los ojos.
prehistóricos de aquellas ruinas ciclopeas que duermen siglos ivfi.
Dicen, yo no lo sé, que los griegos solían pintar las pitos bajo las frondas de las selvas donde Rojas recogiera los priestatuas de azul y de rojo. Ahora no lo podríamos re.
meros efluvios de su peosar profundo. sistir.
Cuando Verlaine pedía, no el color, sino el matiz, no veía que esta petición suya no era un ideal, sino la me.
dida de nuestra impotencia, porque el hombre del Occidente europeo, cuando cree dar un color pleno, no hace más que llegar al matiz.
Yo antes, en mis primeros años de escritor, tenía la Es el único de los oradores de Colombia que mantiene pretensión de ser un colorista; ahora, cuando pienso en vivo el recuerdo de sus períodos, que son estrofas, en la mis libros, los veo grises y cenicientos y con el dibujo memoria de sus contemporáneos. Hemos oído exclamar a inseguro e incorrecto.
un fanático. Hablaba, y su voz era un cantor; a otro. Cómo rugía Rojas entonces. y a un tercero. Odiába.
mos la cuestión, pero nos domipaba tanta elocuencia. Vindicación y saludo Siempre que se habla de Rojas acude a la mente la idea de majestad.
Alguno pensará quizá que doy demasiada importan. Cuando se sabía que ocuparía la tribuna, los ciudadacia a mis pequeñas cosas literarias y a mis desilusiones y nos acudían a rodearla con anticipación. Como en todas fracasos. No, no se las doy, Es decir, se las doy como da partes, la garrulería pretenciosa iba adelante; pero el pue.
uno importancia a sus dolores y a su vida, aunque sepa blo de Bogotá, que tiene el gusto exquisito de los discur.
bien que no influyen nada en la marcha del mundo. sos bellos, cuchicheaba hasta ahogar a los pedantes. Ro.
Uo tanto cansado y desilusionado, como un tirador al jas! Rojas! que suba Rojasi» principiaban a clamar, lue.
blanco que no da punca en el blanco, me presento ante go, mil voces de hombres y mujeres. La multitud abría vosotros, estudiantes de español de la Sorbona, la daros paso, y Rojas Garrido adelantaba a la tribuna. Su andar las gracias porque habéis tenido simpatía por un libro era lento y pesado. Su estatura mediana, su cuerpo obeso, mío que, aunque no esté bien escrito, es ingenuo y sincero. con la espalda abultada y ancha, que pueden verse en el También extiendo mi agradecimiento a mi amigo el retrato de Mirabeau que adorna el libro de Timón. La profesor Viñas, que ha tenido la atención de invitarme a mirada clavada hacia adelante y falta de vivacidad. Ves.
mí, oscuro vasco, hombre de calle más que de academia, tido de negro; guantes y corbata blancos. Las gradas de a cupar un momento la cátedra de una Universidad tan la tribuna las subía con dificultad enorme, por motivo de ilustre y gloriosa como ésta.
una dolencia antigua. Ya está arriba; un aplauso que hay que cortar por la fuerza, para que no se prolongue, lo Pío BAROJA acoge. Va a principiar. Cómo ha cambiado el hombre!
Hablamos antes de transfiguración, y esa es la verdad. medida que adelanta en su discurso, parece que la ju. Rojas Garrido, orador Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica