Tomo E REPERTORIO AMERICANO Num. 24 SAN JOSÉ, COSTA RICA 1924 LUNES 19 DE SETIEMBRE SEMANARIO DE CULTURA HISPANICA El marimbero OCTAVIO JIMÉNEZ En verdad que hay vidas tristes que con amor al artista, al marimbero que están tendidas entre el nacimien. se ocultaba dentro de tan infeliz apa.
to y la muerte, lo mismo que una riencia.
hebra de dolor entre el huso y las tije. El pobre Elias Pizarro amaba lo ras de las Parcas, y esta de Elías Pi. bello y lo fuerte y su mirada estropea.
zarro es una de ellas.
da se iba tras las buenas mozas sin Elías Pizarro, el muchacho de Fila. lograr alcanzarlas. Las palabras de delfia, la pintoresca población a orillas amor expiraban en sus, labios converdel Tempisque.
tidas en muecas.
Elías, como el profeta judío que fué Como era tan debilucho y enclenque, arrebatado a los cielos en un carro de no pudo ser sabanero para lazar toros fuego y Pizarro, como el atrevido con. salvajes en carrera loca, pi lucirse en quistador de los Perles. Pero ante la las fierras, ni galopar por las calles de mísera figura, uno se preguntaba por la villa en los días de pago, con unos qué le tocara un nombre evocador de cuantos tragos en el buche, espolean.
fuerza. Elías Pizarro era pequeño, do con los talones los ijares de la bes.
canijo; la cabeza ridícula con un ger. tia, contemplado por las morenas mu.
meo de dariz en medio rostro; ojos chachas de ojos muy negros y dientes extraviados, labio leporino con divi.
muy blancos.
sión en la bóveda palatina, lo cual En más de una ocasión diérale en.
unido a lo caprichoso de sus fosas na. vidia oír entrar por las noches en la sales lo hacía emitir una voz tan ri. casa paterna, de vuelta de la faena, dícula, que al oirlo por primera vez, 809 hermanos apuestos mancebos de los nifios y las gentes torpes se echa. piel aceitunada gisando con orgullo ban a reir como si sintieran que aque inconsciente el suelo con el desnudo lla voz les hacía cosquillas en el oido. pie y chasqueando los flecos de cuero, Su inteligencia era clara y el destino adorno de las botas de los sabaneros, dejó perdido en este espíritu un in. que suben hasta el muslo.
menso deseo de alegría y de amor que Elías Pizarro era el mejor marim.
me hacía pensar en unas castañetas y bero de muchas leguas a la redonda.
en una flauta de plata abandonadas en La másica de su marimba fué quien el rincón de una choza miserable. logró que el prójimo se reconciliara Desde nifio la burla zumbó en torno con su fealdad y hasta la olvidara a suyo implacable y tenaz, Chiquillos y ratos, viejos y hasta sus propios hermanos, Su marimba fue su amada y su ami.
puozaron siempre sin piedad sus de ga, ella fué quien ahuyentó la burla formidades. quién sabe qué imagi. de su lado en más de una ocasión, e nación cruel, impresionada por la interpuso entre Elſas Pizarro y el agui.
falta de nariz adminiculo indispen jón de las bromas torpes, stt velo de sible en la faz humana para disimular armonías.
la calavera que se esconde bajo la Toda su ansia de alegría encarce.
piel dejó caer sobre la triste figura lada en su cuerpo desgraciado, todo el mote de naricetas con que se le su anhelo de belleza y de amor, toda Conocía en la vecindad y en los pue. su desoladora tristeza, encontraron en blos del contorno.
su marimba un medio de expresión.
Pero yo, que cuento parte de su vida, por medio de ella lograba dar voz a la no quiero usar nunca para evocar su angustia y a la ternura que se quema.
memoria este apodo de burla, y me ban dentro de su corazón, y a los sen.
complazco en olvidar su cabeza ridica timientos que le producía la contem.
la, su voz deforme, y me asomo por plación de la naturaleza.
sus ojos extraviados para contemplar Caían los bolillos sobre el teclado, a veces cual piedras lanzadas por mano furiosa contra la quietud de un remango, y al punto saltaba la música en lamentos y todo lo aspergeaba de dolientes melodías; a veces lo rozaban apenas, lo mismo que el ala de las garzas la superficie del río a la hora en que el crepúsculo va uogiendo el paisaje de paz. bien cantaban el hondo deseo de sentirse amado; de pronunciar la palabra tierra que trata de posarse en el oído adorado con la levedad de la mariposa sobre una flor; o describían el beso del amante que posee o la desesperación del hombre despreciado.
Además, Elias Pizarro sabía fabri.
car marimbas. Nadie como él para dar a la caoba o al laurel macho aquella sonoridad de fino cristal que vibraría al golpe leve de una gota de rocío.
Le gustaba trabajar eus marimbas por las tardes: en el invierno se retiraba en un rincón de la gran cocina de la casa paterna y labraba las teclas mien.
tras las llamas danzaban sobre los lefios del hogar y el río desbordado pasaba mugiendo; en el verano se sentaba embebido en su labor, bajo el afioso genízaro que sombreaba la en.
trada y entre cuyo follaje gris el viento murmuraba cosas misteriosas y dulces. el corazón se sentía inundado de una inefable emoción, al contemplar aquella pobre cabeza inclinada con amor sobre las teclas, probando su sonoridad hasta hacerlas dar la nota deseada, transparente, pura. Cada uno de los pedacitos de caoba sería fina copa en donde el misterio de la má.
sica rebosaría y se derramaría, tal un mágico licor que embriagaría las almas y pondría ritmo en los más groseros pies.
El mismo había plantado en el patio casa unas semillas de jícara traídas de Nicaragua, e hizo una her.
mosa barbacoa para que la planta se ex.
tendiera a su antojo. Los frutos lar.
gos, casi cilíndricos, pendfan bajo la enramada. Los jugos de la tierra los henchlan, el sol endurecía la cáscara e iba dorando los morenog vasos.
Elías escogía los que le parecían más a propósito y los otros los dejaba para que la madre enriqueciera la vajilla de la casa. Uoa vez despojados de la de su Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica