Repertorio Americano.
en ella de la ruina. Perduraba en su ánimo, en su misma rada? Eso sentía Juan tras la efusión del primer momento, carne, un vestigio de pudor, de recato. Del modo que en tras el encuentro caluroso de abrazos, sonoro de besos y los crepúsculos perdura a veces un celaje tras el naufragio húmedos de lágrimas. Carmen, con unos ojazos de fiebre del sol.
y maleficio. Lacy, con una melancolía de balada, suave tristeza de suspiro. aquélla, era llama; ésta era céfiro. llegó Juan. La perdida estaba loca por el estudiante.
Camino de su cuarto pensaba de este modo, cuando, Le gustó por hermoso y delicado. Una poche Juan aper al trasponer el ángulo de un corredor, una visión le contose con ella y pidió champafia para los dos. La requebro gelo la sangre. Natalia! Era posible? Se frotaba los y a la hora de partir, la muchacha se prendió a su cuello ojos, creyéndose alacipado y tuvo la evidencia, siguién.
y le cogió el sombrero. Juan, siempre sensible a las mu. dola, viéndola plenamente a la luz de un ventanal. Ella!
jeres, devolvió el cumplido con una caricia. Fué el mi. Ella misma. Con aquel lupar junto a la boca bellísima, puto redentor. Vivió con ella dos meses de lujuria y de donde su boca apagó tantas veces su lujuria. Natalia.
vergüenza. Abandonó sus estudios. Llenábale el alarde Su vergüenza. y en su casal IQué cómica es la vida!
rufianesco de ser «el de corazón de la pupila más bonita. Los círculos de la hoja en el torbellino que la arrastra!
Fué el huésped cuotidiano del burdel. En las calles las Las vueltas de la vida ante el torbellino de la muerte. mujerzuelas le decían adiós con gestos descocados. Por pero. por qué fatalidad, por qué estupido acuerdo de las aquel tiempo se burlaba de los que tenían novia; hízose cosas, una amante de otro tiempo, una perdida, reapare.
redentorista em pederdido y su desvergüenza llegó al grado cer ahora en su vida y hasta en su propia casa, maculando de hacer la defensa sentimental de las mujeres caídas, la austeridad doméstica? Una onda de recuerdos asquea.
ante el pasmo de la madre que lloraba viendo al hijo per bale el corazón. Había quedado inmóvil en el quicio de dido y encendiendo velas a los santos.
una puerta, sintiendo que le golpeaba en las sienes on No soporto mas la vida en esta casa. Al verte revi.
martilleo febril. Unos pasos cortárople el sopor. Volvió vió en mí la vergüenza. Desde que te conocí, siento la los ojos y una sombra, una sombra ágil y muda, pasó casi repulsión de esta vida arrastrada. Ya no me ocupo con rozándolo y envolviéndolo en un efluvio de cálida fra.
Dadie; pero la vieja me pega y como no le hago negocio, gancia.
cada día me recarga la deuda. No me importa por mí que Se tendió en el lecho vestido. La emoción le resecaba un día he de morirme; pero quiero estar sola contigo. las fauces. Septia fiebre, insomnio, asco, curiosidad.
Juan sintió que la sangre se le iba por los pies ¿quería hubiera querido despertar a su madre para saber al punto que la sacase de ahí? Adivinándole el pensamiento le dijo: las cosas. Cómo vivo esta mujer a su casa. Qué rueca. Cuánto debes. tan singular hilo la vida durante su ausencia? Natalia, Por los ojos de la mujer pasó una llama de gozo. Con Natalia. Mentalmente repetía el nombre cuyo ritmo se gentileza hundía el rostro entre manos sintiéndose, prolongaba hasta el infinito en la pulsación de sus arte.
azorada y, casi sin palabras le musitó: rias, mientras la imagen se le aparecía lúcida e impudica Es mucho. Diez mil pesos. Me vas a sacar? entre las blancas imágenes de sus hermanas. La visión le Juan respondió: Si.
obsedió toda la noche. Tuvo pesadillas y hacia la madru.
Sápolo el padre, potándo la saistracción de dinero en gada, ogeodo el lejano sollozo de una marimba, una cri.
la caja y cuando un amigo, empleado de la Jefatura, le sis de tristeza le humedeció los ojos recordando aquellas entero de los trámites odiosos en que andaba el hijo. Juan poches abyectas y procaces del lenocinio cuando, con se enfrentó al padre anonadado. Ogó el vozarrón senil otros sefioritingos, horteras y estudiantes, pagaban la soltándole palabras de ira, de dolor y de amenaza. la marimba a escote para bailar hasta el amanecer.
mañana siguiente la voluntad paterpa se compendió en una carta en que se le recomendaba a una casa de comer.
Al día siguiente meditó mucho la salida de su cuarto.
cio de Nueva York. Con la carta había un giro para su.
Pensaba en su primer encuentro con ella ¿qué cara pon.
fragar el viaje.
dría? Una inquietud picante impulsábalo a decidir la si.
tuación. Colaboró la casualidad. Sintió pasos a su puerta. Juan se marchó. Corrieron afios. Apuntó en él la madurez consciente. Viajó, Vivió y, naturalmente, olvido Vibró una voz dulce y captarina: Señor, se puede? Un a la mujerzuela que fuera causa de su odisea y después, brazo blanquísimo emergió de entre las cortinas de la el recuerdo de aquella pasión le sugería la imagen de algo puerta con unos periódicos en la mano. Apartose la cor.
sucio que pasó manchando la ingenua frescara de su ado.
tina y asomó una cabeza de mujer. Ella! Fué la visión de lescencia.
un instantel La sorpresa le arrancó un grito mal repri.
mido y huyó azorada, dejando caer los periódicos al suelo.
Juan volvía de su largo viaje. Mientras el tren iba. Mamá, cómo conociste a esa muchacha. Cómo acercándolo al hogar, evocaba la imagen de sus familia. vino a casa?
res, borrosa ya en su memoria por cinco años de ausen. La madre escrutaba al hijo con extrañeza.
cia. La barba paterna de fijo ganaría en majestad con la. Te gusta? Bopita. verdad?
nieve de los años. En las pupilas de la madre anidaríanse, Juan sintióse azorado a divinando mal interpretada sti el dolor y la nostalgia. las hermanitas? Lucy ya sería pregunta; pero ¿podría soltar la enormidad que lo intran.
una mujer. Carmen lo agobiaría a preguntas con los oja quilizaba desde la noche del regreso? Salió del trance di.
zos henchidos de infantil asombro. Mentalmente las vela. ciendo: Adivinaba sus rostros, recordando vagamente en las fac. Creo que la conozco. Recuerdo vagamente. Alciones, los rasgos incipientes que ahora habrían solidifi. guna vez la he visto. Tal vez. Es una buena mucha.
cado su belleza, cha. Me ha contado una historia triste. Un hombre la Esa grata lascitud del alma que reposa como un barco abandonó por otra. Pero es tan seria y laboriosa. Cose, que salvó galernas y, plegando velas oreadas de soles y borda, en fin, se gana la estimación. Tus hermanas la mordidas de buracanes, vuelve un día a la rada, quizás a adoran.
no salir ya dunca. Quien no aquilató bien este sosiego Pero salen con ella a la calle?
tras la hora inquieta en que una ráfaga nos echó fuera. Claro doo las lleva al colegio?
pos llevó lejos. a trionfar. a fracasar. no importa a Otra vez el pasado veníale a la memoria asqueándolo.
qué: siempre a sufrir; pero, en los recesos de calma, pe. Una prostituta redimida, aya de sus hermanas y lleván.
netra muy honda esta dulzura del lar quieto y acogedor dolas a todas partes! Juan dejaba traslucir sus emociones.
que nos espera fiel como el corazón de una mujer enamo La madre mirábalo asombrada. Qué te pasa? Te quedas Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica