172 Repertorio Americano al final de la frase, etc; ipero fué esta amplia licencia una escuela de perdición! Habríamos terminado por hacer La hora que pasa del castellano un idioma io vertebrado y confuso, como el La araña dafiado todo. Poco a poco la antigua frase lógica, que Es crudo el invierno. Desde su llegada ha llovido día a apa inteligencia mediterránea prefiere siempre, se tor. día, incesantemente. Los campesinos han parado sus naba en móvil juego de palabras que nuestra aversión a faenas. Los caminos están intransitables. Los granos que toda disciplina supo adornar, sin embargo, con los he. nos sustentan se han perdido o ha sido imposible reco.
chizos de la música. Volvíamos al latín, pero no para gerlos. Desde la mafiana a la tarde, una cortida cepicienta adquirir en él ejemplos de concisión y discursiva elipsis, se cierne sobre el horizonte y el día se va tornando oscuro sino para complicar las líneas del discurso con incidentes y triste. La lluvia comienza lenta y cansada y el trueno y gracias superfluas, con adjetivog sin cuento, con perí. tabletea en las cordilleras con retumbos que ponen pavor frasis de orador que respira fuerte. Toda simetría ele. en el alma. Las cosechas estan medio perdidas, y la zozo.
gante parecía perdida, y poco a poco también, toda clara bra del hambre muerde los corazones.
música. Pues el flautista que acompañaba al orador an. Entre una llovizna menuda he salido al campo esta tiguo para templar su discurso con un acorde en sordina, mañana opaca y el verdor riente de la naturaleza, que es do media ya con el ritmo dórico la breve curva viviente como su traje fragante, contrasta con la pena que se ad.
de toda frase humana. Wilde dijo una vez que es preciso vierte en la cara de los hombres del campo. Bordeando un escuchar cuando se escribe la música de la sangre; los sendero estrecho, en la pared de un barranco deleznable períodos que no son crespirables. si así puede decirse, que formó la última lluvia, una arafia peluda constroyo do merecen vida. Tratad de leer de un solo aliento cier su agujero tapándolo con una red fipísima para proteger tos escritores españoles del siglo XIX, y os será pecesario la eotrada. La malla de este animal paciente se ha cua.
jalopar la página con menudas señales para no extraviar jado de gotas de rocío que tiemblan a la luz como claros la ruta. Es trágica esta afición por lo sombrio. Ariadna, diamantes. De noche, las estrellas se encienden en este hermana mía, el Minotauro no ha muerto, y vivimos pequeño mundo de gotas de rocío, y la araña acaso con.
voluntariamente en laberintos. Porque no es complica. templa, abismada en ellas, el fulgor de las constelaciones ción del pensamiento esta oscuridad literaria. sino el lejadas. Asaltada mi alma por una mala acción, rompo el dandismo verbal de Séneca. Ya Luzán se barlaba en el tejido que el insecto construyó pacientemente, y al volver siglo xyor de los escritores que llamarán ettopico licor a a pasar en la tarde, el animalejo tenaz ha reconstruido su la tinta. Un ejemplo clásico me hizo reír en mi juventud: malla protectora.
el famoso De regreso a la ciudad, sumida en hondas cavilacio.
nes, he aprendido de esta arafia sufrida, que la paciencia En una de fregar cayó caldera.
es una fuerza incontrastable que nos hace sobrellevar en la Transposición se llama esta figura.
vida nuestro dolor, único patrimonio positivo en la vida.
Pero ya no me burlo. He observado este gusto umbrío Las montañas en los más eminentes de mis antecesores, y ¿quién no sintió muy adentro una complicidad perversa con las Hay días en que contemplando la inmutabilidad de Bocas de sombra o los Abismos parlantes, que un grande las montañas que circundan la ciudad, me sobrecoge de Espafia, Víctor Hugo, escuchó, sin duda, de una vencierta doliente desesperación. Desde inmemoriales mile.
tana de mis castillos. pios siempre en elmismo sitio, recortando el cielo con las mismas líneas de viñeta de aguafuerte, impasibles y sere.
nas en su silenciosa grandeza. Sólo se permiten tener alguna variación en sus colores. Me hacen el efecto de Me deteogo, porque no acabaría punca con tap amado tema, que requiere un libro entero. Ha podido usted mujeres elegantes que cambiaran cotidianamente de indumentaria: en las mañanas despejadas ostentan un afiil otear, por lo menos, en el paseo, nuestras posiciones fuerte, en los mediodías abrasadores de sol se atavfan con atriocheradas? No repegamos del pasado: lo aceptamos faldellines de un color opalino que les da la calina; en los «en bloque. pero desigpando los ascendientes directos, atardeceres rojos sus faldas adquieren un rosa despaldo; cuya tradición queremos heredar. Estamos convencidos ya en las claras pochea mapos invisibles dejan caer sobre de hablar la lengua más desgarbada, vivaz y dramática, sus hombros tio manto negro recamado de estrellas como puesto que es la lengua del pueblo de España. El ciego el de una Mater Dolorosa. En los opacos días de invierno que capta sus estribillos antes de toda literatura pulcra; el estudiante de Salamanca o de allende que resticita, se arrebojan constantemente en un chal de neblinas tris.
merced a Quevedo, para hechizarnos; el lazarillo bona.
tes, y al mirarlas me invade la sensación de un agado calofrio. Hoy tienen las montafias en sus faldas, como chón que comparte su pan con su escudero, tan orgu.
lloso como hambriento; el bribón democrático y picares.
tirado adrede, un gran girón de niebla al parecer inmóvil que va cambiando paulatipamente de formas.
co, atravesando el mundo con su guitarra enlutada; el En vuestros silencios impenetrables de millones de humilde conquistador que lleva con sus coplas de liber.
tad los derechos del hombre de América; todos los meg.
siglos, montañas que protegéis la ciudad, habéis oído tizos de español ochenta millones de un Continente silbar las tempestades arrasadoras, habéis visto impasibles las caudas brillantes de los cometas viajeros; han envuelto que creen teper voz y voto, pues el porvenir de la lengua vuestras crestas las neblinas fugitivas; habéis sentido es suyo tales son, señor mío, mis compañeros, sucederse los inviernos y las primaveras radiantes, y en ellos debe el castellano el no baber llegado a ser una de vuestras cumbres casi siempre empenachadas de blanco esas lenguas sepulcrales cuya belleza empolvada la apa.
soplan viento, de eternidad. Solo vosotras me mostráis liza y descubre, en un día de lluvia, la Academia de Inscripciones de Tejas Abajo.
con esa serenidad augusta, que nuestro reinado sobre la tierra es tan breve cual el giro instantáneo de una ilusión; Sir vase creer, querido maestro, en la perfecta consi.
deración de un hispanista aficionado, su devoto, que pasamos por la vida sin dejar huellas perdurables, como el vuelo de una ave, cual el rumbo de una nube, VENTURA GARCÍA CALDERÓN, como el rastro de una sombra.
BLANCA MILANÉS Partı, 24 do diclembro do 1913.
San José, 1944. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica