Individualism

Repertorio Americano 37 LA EDAD DE ORO 53. Los libros.
nos Si mi memoria no me traiciona, al final de aquel reponiendo cada volumen en el mismo lugar de la apaverano ocurrió un suceso que tuvo decisiva influencia en quelería, la orientación de mis futuros gustos literarios y artís. Gracias a tales precauciones, a mi serenidad y buena ticos.
estrella, saboree, libre de sobresaltos, las obras más inte Debo consigoar que en mi casa no se consentían libros resantes de la biblioteca, sin que el buen repostero se de recreo. Ciertamente mi padre tepla algunas obras de percatara del abuso y sio que mis padres sorprendieran entretenimiento, pero las substrala, como mortal veneno, mis ausencias del palomar.
a nuestra insana curiosidad, pues, en su sentir, po debían iQuién sería capaz de encarecer lo que yo goce con los jóvenes distraer la imaginación con lecturas frívolas. aquellas sabrosísimas lecturas! Tan eotusiasmado y ale. pesar de la prohibición, mi madre, a burtadillas y gre estaba que me olvidaba de todas las vulgares necesi.
como premio a nuestra aplicación y docilidad, nos con. dades de la vida material. Cuántas exquisitas seasacio septia leer alguna novelilla romántica que guardaba en nes de arte me trajeron aquellas admirables novelasl iQué el fondo del baúl desde sus tiempos de soltera. Eran, lo de interesantes tipos humanos me revelaron! Verdad es recuerdo: El solitario del monte salvate, La extranjera, que casi todas las povelas devoradas por entonces perteneLa caña de Balzac, Catalina Howard, Genoveva de Bra. cían a la escuela romántica, a la sezós en boga, cuyos hé bante y algunas otras cuyos títulos y autores se han borra. roes parecen creados expresamente para encantar a la do de mi memoria. Ocioso es decir que tanto mis herma. juventud, siempre sedienta de lances extraordinarios y como yo las leímos entusiasmados; de un tirón, de aventuras maravillosas.
a burtadillas de la vigilancia paterna. Fuera de las citadas Al fin, aunque por medios incorrectos, trabé conoci.
novelas, mis lecturas recreativas se habían reducido, hasta miento con estos héroes, hijos de la fantaria, seres entonces, a algunas poesías de Espronceda, de quien era soberbios y magníficos, todo voluntad y energía, vibran.
yo ardiente admirador, y a cierta colección de romances tes de pasión más que humana.
clásicos e historias de caballería apdante, que por aque. Me asombré al mismo tiempo del poder casi divino llos tiempos vendían a cuatro cuartos los ciegos y los del poeta y el novelista que, sin más recurso que la pala tenderos de estampas, aleluyas y objetos de escritorio. bra escrita, evocan en el lector representaciones de tal Tan escaso pasto intelectual no bastaba a mi apsia modo vivas, coloreadas y conmovedoras, que en su com de lances arriesgados y barraciones maravillosas. Imagina. paración la realidad misma parece pálida y borrosa ba, además, que debía haber algo mucho mejor, porque imagen.
oyendo a las personas mayores poté que celebraban las amenas y entretenidas novelas de los escritores románti.
ROBINSON DON QUIJOTE cos entonces en boga. Naturalmente estaba deseoso de Ba.
borear esos prodigios de la imaginación humana, pero las Difícil me será señalar hoy, pasados tantos años, cuá.
personas del pueblo duefias de aquellas obras se hubieran les fueron los libros que me impresionaron más hondaguardado bien de prestarlas a un muchacho. Estaba con. mente. Creo que no me aparto de la verdad al decir que denado a ignorar quién sabe hasta cuándo, las más altas y me conmovieron las obras esencialmente románticas.
sublimes creaciones de la fantasía novelesca.
Pero al hablar de mis primeras lecturas quisiera decir Pero la casualidad se hace muchas veces cómplice de algo de la impresión que me causaron el Robinson y Don nuestros malos deseos. Un día, explorando mis resbala. Quijote.
dizos dominios de tejas arriba me asomé a la ventana de El Robinson Crusoe (que volví a leer mas adelante un desván del vecino confitero y contemplé con deliciosa con verdadero deleite) me reveló el soberano poder del sorpresa, al lado de trastos viejos y de algunos cafiizos, hombre enfrente de la naturaleza. Lo que más me imprecubiertos con dulces y frutas secas, copiosa y variadísima sionó fué el poble orgullo de quien por su propio esfuerzo colección de novelas, versos, historias y relatos de via. descubre una isla salvaje llena de peligros, capaz de trans jes. Allí estaban, tentando mi ardiente curiosidad, todas formarse, gracias a los milagros de la voluntad y del tra.
las obras que había oído nombrar y celebrar y muchas bajo inteligente, ed un delicioso paraíso. Qué triunfo otras admirables cuya existencia do sospechaba siquiera, soberano debe serpensaba yo explorar una tierra vir.
Bien se echaba de ver que el confitero era hombre de gen, contemplar paisajes punca vistos por otros, con su gusto y que no cifraba solamente su ventura en fabricar flora y fauna originales, que parecen creados expresacaramelos y pasteles.
mente para el descubridor como premio a su heroísmo. Ante tan feliz acontecimiento quedé llevo de emoción Eo mi entusiasmo por el individualismo casi sentía durante algunos minutos. Pasada la sorpresa y decidido que mi héroe hubiera logrado evadirse del islote para vola aprovecharme de mi buena fortuna, me puse a pensar ver a su amada patria. Hubiera preferido que le hubiera cómo explotaria aquel inestimable tesoro, evitando las sorprendido la muerte en su misterioso retiro, Abies sospechas del dueño y las huellas de mis pasos por el pada teper por sepulcro la isla perdida en las brumas del desván. Por prudencia respeté, por el pronto, los exqui. Océano; por epitafio un nombre repetido eternamente por sitos y apetecibles dulces del cañizo; porque si el paste los vociogleros papagayos, y por panegirico la tragsfor tero echaba de menos sus peras y ciruelas confitadas, mación inteligente de plantas y animales y la destruc.
cerraría o eprejaría la ventana dejándome a la luna de ción de fieras y alimafias! Tales eran, poco más o menos, Valencia. Tras mucho reflexiopar decidí dar el primer mis infantiles desvarios. golpe por la mafana temprano, durante sueño de los Aunque no podía apreciar en su altísimo valor la inquilinos, y coger los libros codiciados de uno en. uno, inestimable joya de Cervantes, también gocé macho le Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica