Repertorio Americano 335 Cuando los demás hombres se van, Agui.
lera pregunta a Leo en voz baja y casi solemne. Sabe ya su hermano que le han lastimao tan feo el caballo? Leo, alzándose de bombros, le responde entre burlón y despectivo. Mario?. iqué sé yo. Para lo que le importa ahora. Debe estar por ahí, ras.
queteando a «La Chuña. después que se queda solo, el niño se acerca de nuevo al caballo herido y le dice, a tiempo que le acaricia suavemente el ho.
cico. Roano. Pobrecito Roano. SI pido limogna, la gente me insulta, me agarra la oreja, me dice granuja, y escapo con miedo de que haya denuncia.
Mamá, soy Paquito; no haré travesuras. un cielo impasible despliega su curva.
razón, mirar todas esas cosas que eran como de ella y que sia ella no tienen objeto ya? Mario, con la garganta oprimida por la angustia, va a enjugarse, con la manga de su blusa, dos nuevos y silenciosos lagrimo.
nes que han vuelto a verter sus ojos, cuando an rumor inmediato de pasos de caballo le hace levantar primero el rostro y exclamar en seguida con extrañeza. Oh, roano. es que su caballo, su pobre caballo herido, que ha olvidado por completo en sus angustias, acaba de salir del galpón y viene hacia él, caminando lentamente y de un modo raro, como si tuviese las patas envaradas. Oh, roano. Repite Mario con dolorida ternura, e incorporándose va la acercarse al animal que se ha detenido y que le mira con una mansa expresión de tristeza en sus ojos claros; cuando advierte de pronto que éste se mueve un paso, como para torcer el rombo que traía, que sus patas temblorosas se enyaran más y más y que por último, tras una leve oscilación de dos segundos, se desploma de costado y rígido, haciendo retemblar el suelo. Mario, al llorar desconsoladamente sobre los tristes despojos de su primera ilusión de amor y de su primer caballo, no advierte que yace allí, a sus pies también, otro despojo quizá más digno de ses llorado: El cadáver de su niñez a la que acaba de matar su adolescencia. La Nación, Buenos Aires. Los otros muchachos se ríen, se barlan, se meten conmigo, y poco me acusan de pleito al gendarme que viene a la bulla; y todo, porque ando, con tiras ya sucias.
Mamá, soy Paquito; no haré travesuras, un cielo impasible despliega su curya.
Me acuesto en rincones solito y a oscuras.
De noche, ya sabes, los ruidos me asastan.
Los perros divisan espantos y aullan.
Las ratas me muerden, las piedras me punza.
Mamá, soy Paquito; no haré travesuras, un cielo impasible despliega su curya.
Paquito Acaba de amanecer y un copioso aguacero ha refrescado dulcemente la atmósfera. Se advierte un grato perfume de tierra mojada y los rastros de la lluvia aun brillan en las hojas de los árboles, en los alambres de los cercos y en la concavidad de los pliegues de los cueros vacunos estaqueados ante el galpón, cuya puerta abierta recorta en la claridad matinal y sobre el muro blanquísimo su gran cuadrado de sombra.
Como la mitad de la población de La Es.
tanciaaun repose y la otra mitad se ha ido ya al campo, todo está silencioso y todo estaría desierto si Mario no continuase alli sentado sobre una de las húmedas varas de aquel viejo carro de dos ruedas que poco a poco destruye la intemperie tan cerca del galpón. Pobre Mario! Con la cabellera despeinada, la cara entre las manos y los ojos sin luz, se diría la imagen yiva de la desolación más absoluta. fe que tiene motivos para estar así: Ya se fué ella; ya se fué la ingrata, dejándolo sin la más miserable limosna de esperanza y tan vacua el alma de toda energía que quizá nunca más ya podrá levantarse de aquella vara del carro sobre la que cayó derrumbado. Ah! Es tan atroz su infortunio que a ratos aun le parecería un sueño, si la brutal realidad no estuviera allí patente en las profundas huellas marcadas sobre la tie rra húmeda del estaqueadero, por las ruedas del breack que salió del galpón, por ahí, por esa puerta obscura y siniestra para llevársela para siempre. Ah. Miseria de haber nacido. Oh. Miseria de ser tan joven. Después de todo usted es muy joven Para mí, Mario. Ah, ah. La falsa. La hipócrita. iTan joven. sólo le lleva quince días.
de diferencia la mocosa tan llena de pretensiones. Caramba! Será preciso que uno sea un viejo asqueroso para que las mujeres le bagan casa? En todas las novelas, en mil novelas, se habla de daques y de condes que se casan a los quince años. tan sólo uno ha de ser la excepción desdichada. ahora qué hará. Cómo podra, sin morirse, llegar hasta la noche y hasta mañana y hasta pasado y después y después. Cómo podrá volver a comer y a dormir y a contemplar la entrada del sol y la salida de la luna. Cómo podrá, sin que le estalle el coCubierto de jiras, al ábrego hirsutas al par que las mechas crecidas y rubias, el pobre chiquillo se postra en la tumba; y en voz de sollozos revienta y murmura. Mamá, soy Paquito; to haré travesuras. Papá no me quiere.
Está donde juzga y riñe a los hombres que tienen la culpa.
Si voy a buscarlo, él bota la pluma, se pone muy bravo me ofrece una tunda, Mamá, soy Paquito; no haré travesuras, un cielo impasible despliega sų curya. un cielo impasible despliega su curva.
SALVADOR DÍAZ MIRÓN (Lascas. Qué bien que me acuerdo!
La tarde de lluvia; las velas grandotas que olían a curas; y tú en aquel catre tan tiesa, tan muda, tan fría, tan seria y así tan rechula!
Mamá, soy Paquito; no haré travesuras. Yun cielo impasible despliega su curva.
Buscando comida revuelvo basura. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica