4 Repertorio Americano andanzas de viajero. Confieso ingenuamente lo capital e ciable pasión, cosa po extraña si se piensa que el Coliseo, irredimible de mi pecado. Faltó cerca de este pecador un aparte de ser la sobresaliente, era entonces la ruida casi Manuel Segundo Sánchez que, con avaro celo, hubiese única, y en que, desde el punto de mira de la politica guardado aquella página en el arca de su devoción eru. del Imperio, debía representar para él cuanto para la fe dita. Recuerdo sólo que el viaje de Bolívar en el autor católica representa la cúpula de Miguel Angel. Del Coli.
italiano termina en Velletri, cuando en realidad Bolívar seo al Capitolio, a lo largo del Foro romano, desde el siguió hasta Nápoles, donde en compañía de Humboldt Arco de Tito al Arco de Septimio Severo, los truncos y y de Gay Lussac ascendió al Vesubio (1. gloriosos esqueletos de las basílicas paganas que hoy se Cuán interesante do sería, ayudándose con un poco yerguen al sol se hallaban entonces cubiertos por un de adivinación poética, seguir a los dos Simones: a Simón denso manto de tierra y de horturas en el que brotaba Bolívar y a Simón Rodríguez, al discípulo y al maestro, al la hierba y pastaban los bueyes y los rebafios de báfalog espíritu del uno aún en agraz y al espíritu del otro ya sa. y carneros de la campiña. De todas suertes, además del zonado en la perfecta madurez, al predestinado adolescente Coliseo, ruinae había en el Foro, en el Palatino, por que vé con ojos frescos y ávidos las cosas y al sabio que, dondequiera. Una escuela iconoclasta, el futurismo, paso siendo por su acervo de ciencia, uno como almacén o en moda hace algunos años en Italia el denigrar de ardesváo, es a la vez como perenne surtidor de ideas ori. queólogos y de ruinas, apellidando de passatistas a los gipales y vivas, empeñados en un diálogo pintoresco, que por cualquiera circunstancia vuelven los ojos al pa.
interrumpido por graves y bellas meditaciones, a través sado y lo invocan, en la ingenua creencia de que el culto del siempre nuevo y luminoso país de Italia. Así irían al pasado nos impide avanzar al porvenir, como si del comunicándose el uno al otro impresiones y pensares, pasado, de las ruinas y de la misma muerte no estuviesen desde los pensamientos que suscitara en ellos la atmós. de contido brotando gérmenes de vida y de futuro tal fera caldeada de actualidad política de Milán, teatro de como al despertar de la primavera, de los nidos fabri.
la segunda coronacion de Bonaparte; la agonía de Vene. cados entre los restos de columnas del Foro y en los es.
cia, entregada al Austria por Napoleón, a pesar de sus combros del Palatino suben al cielo de Roma el vuelo y venerables tradiciones de república aristocrática, reina el canto.
del Adriático, a pesar de su arte medio oriental, medio occidental, exquisito y vigoroso, a pesar de su literatura y de su lengua, como una prenda venal mercada en cual. Por virtud secreta de las mismas ruinas, quizás en el quiera bazar de su Mercería; la fragancia del alma culta mundo nada hay que tenga el encanto sutilísimo de la y señoril, recogida a meditar bajo los soportales de Bolo primavera de Roma. veces, mediado febrero, y a los nia; el arte florentino y el sonriente paisaje toscano, dos lados de la vía Apia, en huertos que son columba.
hecho de valles minúsculos, donde abrazada al olmo rios y al ras de las catacumbas, tienden los almendros por crece y cuaja sus racimos la vid, y de suaves alcores igual la piedad de su flor quimérica y efímera sobre las coronados de cipreses y como ungidos de luz, hasta pe. tumbas de señores y de sier vos; en los prados y bajo las Detrar por último, ya casi al término de su peregrinaje, encinas y los pinos parasoles de la Villa Borghese enci.
dentro de la visión de la campiña romana y de la misma nas y pinos que, con el ciprés, caracterizan el paisaje de Roma, la Ciudad Eterna.
Roma, como, también con el ciprés, caracterizan el pai.
Ya en Roma, aunque los documentos no pequen en saje toscano el olmo y la vid abren sus ojos de candor este punto de abundancia y riguridad, es más fácil dar las margaritas entre la grama; en los flancos palatinos, la con la huella de los dos peregrinos. Hospedados en uno retama, cara a Leorpardi, prende su oro vivo, casi tan de los dos o tres hoteles de la Plaza de Españia, en los que puro como el de nuestros araguaneyes en flor; se eplaza para esa época se alojaban los forasteros de calidad, visitó la hiedra al fuste esbelto de las columnas intactas y los salones del Embajador español y sobre todo el de calca con verde nuevo el aéreo encaje de mármol de los Guillermo de Humboldt, Ministro de Prusia ante la capiteles derruídos; en el ambiente embalsamado por el Santa Sede. Aquí sin duda conoció a Thorwaldsen, a mirto y de entre las pilastras rendidas de los antiguos Canova, a Rauch y a otros artistas de renombre, alema. palacios de los Césares, asoman los iris y los pensamien.
des e italianos que, para esos días, trabajaban en la tos o violas; cuelgan sus festones de flor las glicioas lo Ciudad Eterna y hacían corte respetuosa y amable a la mismo sobre las cancelas de villas y palacios modernos señora de Humboldt. Por los juicios que a ésta merecían que sobre un fragmento en escombros de los muros de los artistas y sus obras, y se pueden leer en su corres. Belisario o sobre las tapias carcomidas y medios enterra.
poodencia publicada en Berlío en 1909 (2) se advierte que das que están donde fueron los jardines de Salustio; las poseía conocimientos artísticos y gusto como ya los qui. ruidas del Foro, del Palatino, de la vía Apia, las ruinas sieran para si algunos críticos de arte. No hay en la co. dispersas en la ciudad, todas las ruinas de Roma parecen rrespondencia de la señora de Humboldt ningún rastro reanimarse, palpitar y vivir en medio al germipar de la de la estada de Bolívar en Roma. Sólo se encuentra en primavera; y así Roma toda, como una sola ruina gigan.
ella de algún interés para nosotros la referencia a una tesca, después de ser augusto y severísimo panteón, des.
carta que desde Cumaná le escribiera su cuñado Alejan. pués de cubrirse de flores como un inmenso altar, acaba dro de Humboldt, explicándole que se había quedado en por trocarse en cuna inmensa, llena con el sonreír y el Cumaná más tiempo del previsto, embebecido con la balbucear primeros de la vida.
transparencia y la luz del cielo cumanés.
Encima de ese augusto panteón, sobre ese inmenso Pero, con un compañero de viaje como su maestro, altar, dentro de esa cupa, floreció en un lejano y dorado no sería esa Roma social, a donde se llega por los salones crepúsculo de Roma, el espíritu de Simón Bolívar, Liber.
diplomáticos, la que más frecuentara el futuro Liberta tador de América.
dor, sino la Roma histórica, la Roma del arte, del pai.
saje y de las ruinas. Aseguraba ser el Coliseo la más bella de las ruinas y lo contemplaba amenudo con insa. Fué en lo alto del Monte Sacro, el Anio a sus pies, y frente a la Ciudad Eterna tendida al Sur, donde Bolívar juró libertar a su país o morir en la demanda. Sobre eso. 1) Hamy Lettres Americaines es citado por ManciniBolivar et emancipation des colonies espagnoles. Pag. 147.
ante la autoridad irrecusable del protagonista y la de Si. 2) En Gabriele von Bülow, geborene von Humboldt. Ber.
món Rodriguez, testigo de excepción del juramento, no lín, 1909. Ernst Siegfried Mittler und Sohn.
debieran caber dudas. Tanto Bolívar como su maestro es Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica