86 Repertorio Americano.
que se la entregó un comisario bajo des, sin embargo, se había acordado se lanzó a correr como una loca, recibo y metida en un canasto.
de gritarle a la Guachita: Corrió, corrió, corrió desenfrenada.
Como no se le conocían los padres. Anda, Negra, hifa! Anda mente, y todavía pudo divisar desde la gente le llamaba Guachita. Don baja las barreras, que ya no más va a lejos el penacho de humo del tren que Ponce no se preocupó de bautizarla: pasar el número seis. se alejaba.
él le llamaba siempre Negra, y la tra. Negra! Negral. Al hiſa, dónde Le llamó la atención encontrar bajas taba de hija.
Estás. las barreras. Acercándose, vió al viejo En cuanto a ella, por padre suyo Aquella tarde el viejo gritaba en tendido boca abajo sobre la vía. Quiso tuvo al guardabarrera, y por su casa vado: había desaparecido la Guachita. incorporarlo: el viejo vagón postal que era la vi. Dónde diablos se habría ido. iA va. iTata! Tatita. vienda del viejo. No sólo padre: madre. gabundear, de seguro. de uo mo Estaba rígido y frío. Aún tenía en había sido también para ella don Ro mento a otro iba a sonar la hora del la diestra el banderío verde, a cuyo sario. El la crió, con biberón y a leche tren rápido, de aquel tren número seis cabo ee aferraban los cinco dedos como de vaca. fuese milagro o lo que fue. que pasaba todas las tardes como una cicco garfos.
se, bien robusta creció aquella chicuela exbalación frente a la casilla del guar. Entonces, la Guachita torno a correr que punca supo de terpuras waterpå. dabarrera, coomoviéndola, como un desoladamente, sin sentir la fatiga de les.
terremoto; haciendo bailar los despor: la reciente carrera. Corrió hasta la Por cierto que no se había equivo tillados platos en el aparador: chacra más próxima, y, en llegando, cado el viejo cuando la prohijó. Ya El viejo, luchando con la fiebre, que cayó, rendida, at suelo. Gritó a unos desde chiquilina tuvo una compañera lo aplastaba contra el jergón, se incorunos peones: servicial en la Grachita. ella le hacía poró para ver la hora en el despertador Dengan! A la barrera! Se nie.
el locro, ella le cebaba el mate, y más: que tenía colgado a la cabecera. Vió rió ni tata. ella subía y bajaba las barreras y mos la hora, y se horrorizó. Tres minuDijo uno de los hombres, por res.
traba la banderita verde al paso de los tos. dos minutos. un minuto fal.
puesta: trenes cuando al viejo le atacaba fuerte taba tan sólo para el tren. Pasó rápi. Bien haiga. Aura sé que sos aquel condenado reumatismo que desde dameute por su cerebro calenturiento guacha endeveras.
algunos años atrás le traía a mal traer. la idea de alguna desgracia, de que el como lo comprendió así, la hija Desde temprano se mostró hacen. tren arrollase algún vehículo. Signifi. de los campos, que no recordaba haber dosa. Muy amiga de las flores, rodeó caría perder el empleo, ahora que ya llorado nunca, lloró entonces descon.
de madreselvas el arrumbado vagón era viejo; después de los treinta años soladamente.
ascendido a casa.
que llevaba en la empresa. Cuando Llegó un momento en que las plan. sólo faltaban unos seguodos para la ENRIQUE MÉNDEZ CALZADA tas cubrieron los marcos ovalados que hora del tren, salto del catre; enloque. Del tomo Jesús en Buenos Aires, Buenos Aires. 1922)
en otro tiempo habían encerrado el es. cido por el terror, empuñó la banderita cudo de la República; y quedó aquello verde y corrió a bajar las barreras.
tan lindo, cou las manecitas blancas Algunos pasajeros del rápido pudie.
que las flores de la madreselva pare ron ver la figura extraordinaria de cen, que el guardabarrerá no cambiaría aquel viejo pálido, demacrado, de su vivienda por la de ningún rey. barba hirsuta, que, mal envuelto en (Vlase la caricatura de BAGARIA. Eso sí: muy poco sujeta la chiqui. un cobertor, aferraba en la diestra un lipa. Le gustaba irse a corretear por palo, a cuyo extremo Aameaba un a Desde las alturas termnino diciendo los campos durante tardes enteras, trapo verde, el Sr. Unamuno se fomentan los de.
besada por el aire y el sol. Volvía de portes, para que el pueblo se distraiga aquellas caminatas muy sofocada, tra. Aquella tarde la chica se había di. de otras preocupaciones. El futbol yeodo radios de iores silvestres, lin. vertido como nunca. Había reunido degenera en una festa espectacular, das mariposas y bichitos raros. El más fores, más bichitos raros, más como los toros, y sólo sirve para fo.
viejo la reprendía en vano: la Grachită piedrecitas de colores, más huevos de mentar rivalidades de pueblos. La cul.
se volvía a escapar, con indocilidad de pajaros, y más mariposas que nunca. tura física no depende de la agilidad bestezuela; volvía a trepar a los cerros; Cuando se dio cuenta estaba muy lejos material, sivo de la agilidad espiritual.
volvía a wojarse los pies en los chare: de la barrera; tan lejos, tan lejos, que Los jóvenes de hoy no se preocupan cos; volvía a encaramarse a los árboles por macho que corriese no llegaría a más que de dar punta piés al balón, en busca de nidos, igual que un mu. ella a la hora del rápido.
pero no a otros chirimbolos más altos.
chacho; volvía a correr, hecha una Quiso, sin embargo, intentarlo. Yo me contentaré cop que la próxima loca, a través de los campos solitarios. También a ella la asaltó el temor re generación adquiera, con su cultura aullaodo de alegría y de salud como pentino de alguna gran desgracia. física, la fortaleza que yo ahora tengo. una salvaje.
Unamuno y los deportes NUEVA BOTICA, DE SAN JOSE SDXDE KO MARIANO JIMENEZ AVENIDA CENTRAL ESTE CALLE 5: SUR Una mañana el viejo se sintió ep fermo, tan enfermo, que no se pudo levautar. La Guachila tuvo que encar.
garse de subir las barreras y de mostrar al paso de los trenes la banderita verde. Tuvo, además, que hacer de enfermera del viejo, preparando los cocimientos de hierbas que le prescribía la curandera.
Ya llevaba el guardabarrera dos sesemanas sin moverse del camastro. Se quejaba a grandes gritos de los dolores que le producía el mal. Todas las tar.
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