272 Repertorio Americano tud.
amiga de un hombre de su valor inte. muy seria, le había tendido su ante intelectual. Cuanto de buena fe puede lectual. idel amigo a quien aprecio brazo desnudo.
poner un hombre maduro que aporta más entre todos!
Eu el camarote ordenó sus efectos a aquélla las grandes fuerzas de su iPero, wi hija. No lo quiero co. y abrió la ventanilla sin darse cuenta pasado, las puso Montt ante el altar de, mer a tu gran amigo. Dios me libre! de lo que hacía. Frente al lavabo le su pequeña diosa. Acaso no sé como tú lo que vale vantó la cabeza al espejo y se miró Pasó un mes, y no llegaba carta.
Montt. qué sales con esto? Quería jamente: sí, la piel quebrada y la frente Montt tornó a escribir, en vano. decir solamente que era una lástima demasiado descubierta, cruzada de pasó un nuevo mes, y otro, y otro.
que no hubiera seguido viviendo en hondos, pliegues; el extremo de los Como un hombre herido que va re.
Buenos Aires.
ojos quemados por el sol, con largas tirando lentamente la mano de encima. para qué. Acaso su obra no patas de gallo que corrían hasta las de la mesa hasta que queda iomóvil, es mucho más fuerte por esto mismo? sienes; la calma particular en la ex Montt cesó de trabajar. Escribió volviéndose a Montt; tranquila, presión de quien vivió ya su vida, y nalmente al interior, aunque a distinto aunque encendida siempre: cuanto marca en el hombre de cuarenta destinatario, pidiendo disimuladamen. Perdóneme, Montt! No sabe lo años que debe volver la cabeza ante te informes, los que llegaron a su que he rabiado con los muchachos los sueños de una irretornable juven. entera satisfacción, pues se le comuni.
cada vez que decían que usted había có que la piña aludida había contraído hecho mal yéodose a trabajar como a Demasiado temprano. y demasiado compromiso hacía cuatro meses con el un peón al campo. Porque ninguno tarde. se dijo, expresando así, res. Dr.
de ellos es capaz de hacer lo mismo! pecto de Silvipa, la fórmula de las. He aquí, pues, lo que yo debía ¡Y aunque llegaran a ir. no serían graodes amarguras del corazón. haber comprendido. se dijo Moutt.
sino peones!
En este estado de espíritu, Montt Cuesta arrancar del corazón de un Mas la madre: pasó el primer mes en Buenos Aires, hombre maduro la ilusión de un tier. No tanto, Silvipa. a Moott: Debía olvidarlo todo. No había sen. nísimo amor. Moott la arrancó, sin Usted no se imagina, Montt, lo tido la bocina del automóvil. no se embargo, aunque con ella se iba su que nos hace pasar esta criatura, con había visto a sí mismo en el espejo del propia vida en girones. Trabajo, glo.
su cabeza loca. Cuando quiere algo, tred. Qué miserable ilusión podía ali. ria. Bah! Se sentía viejo, realmente tarde o temprano se sale con la suya. mentar. Diez y ocho años apenas, viejo. Fatigado para siempre. Lucha Montt oía apenas, pues las horas ella! Un capullo de vida, para el que contra la injusticia, intelectualidad, pasaban velozmente y su ensueño iba la había gastado en cuarenta años de arte. iOh, no! Estaba cansado, muy a concluir. De pronto sono próxima, lucha. Allí estaban sus quebradas ma. cansado. quería volver al campo, en la calle desierta, la bocina de un nos de peón. No, no!
definitivamente y para siempre. automóvil. Silvina salto del asiento y Pero al cabo de un mes remitió al con mujer, desde luego. El campo es corrió al visillo del balcón, mientras interior un grueso rollo. con una carta muy duro cuando no se tiene al lado la madre se sonreía plácida con el en que afirmaba de puevo el respe. a una mujer robusta que cuide la cahuésped: tuoso afecto de un «viejo amigo y un sa. Una mujer madura, como: le Es su pretendiente de ahora. amigo viejo. correspondía a él, y más bien fea, Parece muy entusiasmada. Aun.
Montt esperó en vano acuse de re. porque es más fácil hallarlas. Traba: que con una cabeza como la suya.
cibo. para confirmarse en su renun. jadora, y viva, sobre todo, para no Silvina regresaba ya, con las meji cia total a su sueño de una noche de dejarse robar en las compras. Sobre llas de nuevo coloreadas.
verano efectuó de nuevo dos envíos, todo, nada joven, iOl, esto sobre sin carta estas veces. Era él. le preguntó la madre.
todo. Qué más podía el pretender. Creo que si repuso brevemente Al fin obtuvo respuesta, bajo sobre, La primera buena mujer de conventillo de letra evidentemente disfrazada.
la joven. Apenas tuve tiempo de lele sacaría del paso. Qué más?
Había sido una ingrata sorpresa En breve tiempo de fiebre Montt vaptar el visillo.
le decían recibir una carta escrita a halló la que deseaba y se casó con los Montt se mantuvo un momento máquina, como un papel comercial. ojos cerrados. sólo al día siguiente, mudo, esforzándose, con los dientes variadas quejas respecto de la frial como un sonámbulo que vuelve en sí, muy apretados y la expresión calma, dad que esto suponía, etc. Luego, que pensó en lo que había hecho.
en impedir que en su frente aparecie.
no aceptaba las últimas líneas. Viejo. Allí al lado estaba su mujer, su.
ran los largos pliegues suplementarios amigo míon, sí, y Montt lo sabía bien; esposa para siempre. No podía decir de las malas horas.
pero no la segunda parte. y, final. pi lo recordaba quién era di qué. Cosa formal? se volvió al fin a mente, que le escribía apurada y en era. Pero al dejar caer la cabeza entre Silvina con una sonrisa.
ese papel (el papel era de contrabando las manos, como si una honda náusea IPsh. se arrellanó ella, cru en una casa opulenta. por las razones se hubiera volcado sobre su vida, zándose de piernas. Uno de tantos. que Montt «debía comprender. comprendió en toda su extensión lo La madre miró a Montt conio di. Montt sólo comprendió que se sen que había hecho de sí mismo.
ciéndole: a Ya ve usted.
tía loco de dicha como un adolescente. Eu esos niomentos le llegó una car.
Montt se levantó, por fin, cuando ¡Silvina. Hay, pues, un resto de jus. ta. Era de Silvina, y le decía lo si.
Silvina se quejaba de la falta de libros ticia en las leyes del corazón. Pero guiente: y revistas en las casas locales.
qué había hecho él, pobre diablo sio. Moott: Soy libre. Anoche he roto Si usted lo desea se ofreció el juventud ni fortuna, para merecer esa con mi novio. No me atrevo a contar.
puedo mandarle, desde Buenos Aires incoomensurable dicha? iCriatura ado. le lo que me ha costado dar este paso.
ilustraciones europeas.
rada! iSí, comprendía la carta escrita Mamá no me lo perdonará nunca, yo. Usted escribe en esas?
a hurtadillas, la oposición de la wa. creo. Pobre mamál Pero yo no podía, No.
dre, su propia locura, todo, todo! Montt, quebrautar de este modo mi Entonces mándeme las de acá. Contestó enseguida una larga carta corazón y mi vida entera. Yo he Montt salió por fin, llevando hasta el de expresiones contenidas aun por el hecho lo que nadie podría creer tren, por bajo del contacto de bolete. temor de que llegaran a manos ajenas, para convencerme a mí misma de que ros y guardas, la impresión del largo pero transparentes para Silvipa. sólo sentía amistad por usted, de que apretón de manos con que Silvina, reanudó con brio juvenil su labor no era otra cosa que un recuerdo de Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica