1264 Repertorio Americano REPERTORIOS La sombra del omibú enormes piedras hacían guardia a los yientos furiosos. Había unas cocidas OS CUENTOS DEL in techo de paja, de las que salía va humo tardo, y por sobre aquella tristeza y aquella miseria, se levan.
taban los ombúes verdes, frondosos, corpulentos. Cuando fuimos a entrar, nos salió la trabilla de perros flacos y sucios, y el Reón grito. iOh, de casa!
Un negro viejo apareció y espantó.
POR MONTIEL BALLESTEROS 1a perrada; luego nos invitó con el consabido. Pasem pra diante. Apeien. ONO Iuspector de la Defensa Agrí. plantel de aves, con su cremería y su chirrió la portera mísera, y encola we tocó el año pasado hacer cabaña.
tramos. Yo miraba todo, asombrado y una jira por el Departamento del Salto. el sol del otro día vino a reir con dolorido; iesa era la estancia del triun.
En Sopas, en un almacén junto a un su oro limpio junto a mi pereza ciu fador. paso que no sé cómo se llama, hube de dadana. Me levanté, y luego de desa El negro le daba la mano a mi peón pernoctar. De noche, luego de la cena, yunar me hice acompañar por un peón y hablaba esa jerga de portugués y mientras hacíamos una partida de bi. al establecimiento de mi amigo. castellano, lenguaje usual en la camllar con el dueño del comercio, lo inte. Con mi cicerone callado, cruzamos paña de los departamentos del Norte, rrogué acerca del cumplimiento de las al tranco el arroyo tranquilo y limpio, que me esfuerzo en reproducir con su ordenanzas sobre langosta, cuando éste dovde se miraba el monte y el cielo. acentuación y sus giros característicos.
empezó a hacerme desfilar nombres: Sobre las piedras blancas bajaban len El peón pregunto por don Valdivie, Ferreira, Trindade, Machado, Pereira, tos los teruteros armando su simpática diciendo que yo lo quería ver.
y de pronto, al citar a Roberto Valdi algarabía. Las barrancas rosadas, bor Tentado estaba de darme vuelta e vieso, recordé que éste era uno de mis dadas de culantrillos, y de donde emer. irme. qué sorpresa agradable podía más queridos. condiscípulos de la Es gian gruesas raíces, se reflejaban en el darle a mi viejo amigo. tal vez un cuela de Agronomía y, como es na agua, y el dulzor melancólico del ge mal rato.
tural, sentí locos deseos de verlo, de mido de las palomas daba una nota de Descabalgué y seguí, con el caballo abrazarlo.
paz, triste.
de la rienda, al peón, mientras los pe. Dónde vive Valdivieso?
Seguimos por el camino polyoso y rros me olfateaban. Ahí no más, a media legua, en la solitario. Se extendían, a la izquierda, Calentaba el sol, y hacía un fresco estancia que fué del suegro.
los campos monótonos interrumpidos agradable bajo los ombúes, Nos alcan. Casado. tiene hijos. por la serpiente azul marino del monte, zaron toscos bancos de madera y nos. Una acter vada, sourió el alma. por una estancia con dos o tres árboles, sentamos.
y a la derecha se alzaba un cerro La casa era sucia, baja y fea; a un Hombre, lo podría ver. abrupto lleno de peñascos grisáceos a lado, el caño roto, dejando escapar el Mire. nie dijo. puede ir mafiana los que se enredaba la maraña; más agua, había hecho en la pared como temprauo; y con una sonrisa dudosa: allá una cuchilla en dulces ondulacio. una herida que ponía al descubierto. cop la fresca lo va a encontrar me. Des se azulaba y se perdía en el ho. las piedras negras; al frente, en el jor.
rizonte.
suelo, relucía un pequeño pozo foriValdivieso! Qué loco bravo aquel, Al tranco, al trasco, habíamos lle mado por las lluvias. Cuatro puertas y qué emprendedor e inteligente. gado.
daban a aquella especie de patio de Transformado en estanciero y padre Aquí es, patrón, me advirtió mi piedras desparejas, y sólo una estaba de familia. Un triunfador! Un tipo acompafiante.
abierta. Dentro había una oscuridad de Reyles. De los que se hacen solos. No puede ser. le repliqué. de cueva. Por allí apareció Valdivieso Enérgico, sin más fortuna que su ca El me miró, movió la cabeza como con sus anchas bombachas, con las al. beza privilegiada y sus dos brazos mus. no queriendo contrariarme, y agregó: pargatas en chancleta, volcándosele la culosos, se va al campo con su titulito Esta es la estancia de don Valdi. panza sobre el cioto de cuero; en cami.
y sus ganas de trabajar, y ahí le tie vie; aura si no es pa qui que viene, seta, con el sombrero en los ojos, minen. Rico y feliz, posiblemente. es otra cosa.
rando con fijeza y precaución como si mire yo, pobre diablo de teórico, con Pero la estancia de don Roberto en vez de la luz brutal de la clara mis tres ensayos Sobre agricultura Valdivieso, que antes era del suegro. mañana, nos rodeara la noche.
intensivao, a Sobre riego» y «Sobre la La mesma de don Toco Andrade, Tenía los ojos irritados, el rostro Abutilon Panciflorum, y sus aplica. la de los ombuses. Ahistán los om abotagado, carmín violáceo, color que ciones industriales. y con mi emplei buses, dos derechos tuavia, uno caido e se acentuaba en la nariz hinchada. El llo de Inspector que me tiene acomo viejo.
bigote le caía sobre la boca fofa que bola sin manija: por todos los rincones Estábamos parados frente a una tosca tenía un apucho, de cigarro de de la República.
portera de palos mal trabajados y alam chala.
Aquel sí era un hombre aprovechado. bre trenzado. Había un camino angosto Valdivieso, hermano, cual en Cuando volviera a Montevideo les iba bordeado de arbolitos de los que se nuestros primeros tiempos le grité, y a echar en cara a los otros compañeros, habíau quebrado unos, y otros estaban él, como si volviese de un sueño, exferoces agrónomos del Ministerio. secos, esperando ser repuestos. El ca. clamó, con voz pausada: En estas ideas me acosté, leſ alguna mino, de unos ochenta metros, rodea. Ah, sos tú, Castrito; pero ¿quién cosilla, y apagué la vieja vela de llama ba upos viejos edificios de piedra, ver me iba a decir. temblequeante y triste.
dinegros de humedad y de años, en nos abrazamos.
Naturalmente, soñé con la estancia cuyos flancos se abrían ventanitas cua. Sentate. quéandás haciendo. Có.
de Valdivieso, llena de cultivos, de dradas con la cruz de sus fuertes rejas mo diste con esto. arboledas, de acequias frescas, con su de hierro. Sobre los techos de zinc, Fuimos bajo los ombúes; silbó y vi.
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