Violence

Repertorio Americano 163 limpian las galerías, paredes y muros. Luego los vigi.
laptes recorren aquellos mismos sitios tanteando las puertas y las cajas y asomándose por las ventanas a mirar las estrellas. Durante las noches tienen una alma vigilante los rascacielos.
Aquí la forma de la cláusula y el tono general de la poesía trae de cuerpo entero a Whitman. La diferencia, como la indicaba antes, se halla en la mayor trascen.
dencia mística del poeta de Camden. en la Esfinge vibra su mismo diapasón: Así sentada, viste pasar cinco mil años y nunca se te oyó diogun rumor.
Cerca de ti discurrieron procesiones baciéndote preguntas a que respondiste sienipre con ojos que nunca pestañearoa, con labios que nada dijeron.
Soy uno de esos que saben todo cuanto ta te reservas y me guardo mis preguntas: yo sé cuáles seríau tus respuestas, véase esta extraña simpatía: Paralítico Ví una vez un paralítico gastando los postreros días de su vida con la plaga blauca, clamando por el aire, mirando desde unas hondas cavernas en el rostro, gesticulando con sus secas manos. me dije a mi piisulo que más valdría ser uu girasol en un jardín del campo, alzando una cara de oro oscuro al sol, lavada por la lluvia, entre amapolas, admirando noche a noche 1a luciente y silenciosa procesión de las estrellas.
ponde; es algún soñador que no conoce el mundo por donde yo pasé desde Calais hasta Moscovia. Botones llama estas líneas: Sonriendo un muchacho ante el mapa que está en la fachada del edificio de un diario remueve un botón una pulgada al oeste y luego otro botón, y ríe. Cuántos hombres están ahora pidiendo agua, cuántos en agonía con la muerte en la garganta. Cuánto cuesta mover un botón en el mapa. Deja asomar de nuevo un girón escarlata en la poesía ellos obedecen: a Aplastad ciudades, derruid wuros, y fábricas, y cate.
drales, y almacenes, y hogares, y amontonad todas esas ruipas: vosotros sois soldados y nosotros os mandamos. Erigid, ciudades y muros de nuevo, levantad cate.
drales, almacenes y hogares para el trabajo y la vida: sois obreros y ciudadanos; nosotros os mandanios. En todo este libro de poesía la nota amorosa se oye muy rara vez. La sinupatía con la naturaleza y con los hombres es permanente; el misticismo social, que es de esencia amorosa, yace en el fondo de las concepciones del poeta; pero no se escucha el canto de amor. El único poema en donde se revela esa ansiedad dice. Hombres.
dioses que al mundo iu ponéis vuestras órdenes, dadme, dadme pobreza, hambre y dolor; cerradme las puertas del oro y de la fama, pero dadme un poco de amor, una voz que me hable en la tarde, una mano que me acaricie en la sombra y que rompa mi soledado.
Los problemas sociales se han llevado la parte del león en el libro. Los cuadros que piota son exactos y animados de una poderosa vida, cuya interior urdimbre se halla vibrante de simpatía. Crecido en el estruendo de la batalla de estas formidables ciudades, deja advertir en sus versos sin melodía resonancia de rieles y ruedas de carros, tumultos de transeuntes al llegar y, partir de los tredes en las horas de las avalanchas humanas. Es indómito y no acepta explicaciones acerca del estilo. Idos dice con vuestra charla acerca del estilo. No podéis decir en donde un hombre adquirió su estilo, conio 10.
podéis decir endonde la Pawlowa consiguió sus piernas, ni Ty Cobb sus fulgurantes ojos. Idos y hablad entonces.
No me quitéis mi estilo. Es mi rostro. Puede no ser hermoso pero, de todos niodos, es mi rostro. Matad mi estilo, y habéis roto las piernas de la Pawlowa, y cegado los ojos de Ty Cobb. En ocasiones he creído hallar un lejano sentido sim.
bólico en este poeta. Quizá sólo sea que describiendo las cosas del Universo, desde un punto de vista muy humano, el prodigioso símbolo que es el Universo se refleja con viveza en la poesia de Sandburg. El poeta es como un estado de conciencia del mundo. Junto con los Poemas de Chicago ha reupido otras breves colecciones, la más expresiva de las cuales es la que se titula Poemas de la Guerra. Allí están las soin.
brías reflexiones de quien a diario escucha los lejanos clamores de una selva de juventud arrebatada con violencia para lanzarla como paja al fuego, en el infierno de aquellos campos de batalla. Son diez y seis millones de hombres elegidos precisamente porque les brillan los dientes, les fulguran los ojos y tienen fuertes las piernas y fluye sangre ardiente en sus puños. el divino jugo rojo se derrama en ondas sobre los céspedes verdes y sobre la negra tierra. No les olvido dice el poeta ni de noche pi de día. Están en mi memoria, pesan en wi corazón. a Napoleón se removió escribe Sandburg en su poema Estadística en su sarcofago y preguntó. quién va allá?
El guarda le replicó: veintiún millones de hombres, ejércitos, soldados y cañones veiptiún millones a pie, a caballo, por el aire y por dentro del mars. Napoleón volvió a su sueño diciéndose. No es mi mundo el que res. BRENES Mesén New York, 1919.
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