LA HUMANIDAD. PAGINA LITERARIA VOX POPULI las puertas de metal de La Bastilla!
Cuando el pueblo impulsado por Belova sacudió el yugo con robusto brazo, dividió en mil pedazos la corona: Cada cabeza reclamó un pedazo!
Yo amo al pueblo y en él mi gloria fio.
El pueblo sabe estrangular tiranos; y odia tanto a Caifás como al judío que su atencia lavándose las manos.
Nada importa que el rey en noble empeño lave su frente con raudal de ciencia; el que se llama rey, grande o pequeño, tiene en su propio nombre la sentencia!
Yo amo a ese pueblo que llegó a la gloria subiendo por la escala de la ruina, y que sobre la cumbre de la Historia clavó un faro de luz: la gillotina.
El pueblo erguido con sagrado encono verdugo fue de la nobleza impía; y cada astilla que arrancó del trono fue un puñal para herir la tiranía!
El pueblo haciendo veces de verdugo, al ejercer su rudo magisterio, donde pone la mano rompe un yugo, donde pone la planta hunde un imperio. Cómo no amar al que forjó mi lira, al que puso en mis manos la piqueta, al que oyendo mis cánticos de ira pensó en la gloria y se sintió poeta?
El pueblo al despertar de sus desmayos, paseo por el planeta la mirada; y como un Jehová vibró sus rayos, y sacó sus derechos de la nada.
Entre mis sueños y mis ansias locas quiero, al verme ceñido por sus brazos, hallar una sonrisa en sus mil bocas como un iris partido en mil pedazos. Para hundirse por siempre en los escombros, llevando entre los dientes la cuchilla, cargó como Sansón sobre siis hombros José SANTOS CHOCANO LA JUSTICIA una. Estoy pensando cómo podré dar mayor fuerza a las corvas de las pulgas para que se pongan en salvo de sus enemigos. El equilibrio entre el ataque y la defensa está roto y es preciso restablecerlo.
Entré en el templo subterráneo, de altas ¿Cómo. balbuceé. En eso piensas. Pebovedas, llenas de indefinible claridad, de luz ro no somos nosotros, los hombres, tus hijos misteriosa, como todo aquel recinto.
predilectos?
En el centro del santuario estaba uoa mu La mujer frunció ligeramente las cejas, jer de aspecte severo, cubierta con amplio traje Todos los animales son hijos míos repu verde. Sentada, y apoyando la cabeza en so y me cuido por igual de todos ellos, o igual mano parecía meditar, abstraída.
mente los destruyo.
Sin esfuerzo alguno comprendi como pasa en Pero. el bien. la razón. la juslos sueños que aquella ruujer era la Naturale ticia. za en persona, y un santo temblor heló mi Todas esas son palabras de los hombres, alma. replicó la férrea vez.
Aproximándome, la saludé humildemente, Yo desconozco el bien y el mal. La razón y dije: para mí no es ley. y qué es la justicia? ti te. Oh, madre común. Qué meditas. pien di la vida, te privaré de ella y la daré a otros: sas en los destinos de la humanidad futura y a los gusanos o a los hombres.¿que más da?
en cómo habrá de llegar a la perfección y a la En cuanto a ti, mientras tanto, defiendete y no dicha posibles?
me molestes.
La mujer levantó lentamente los ojos os Quise replicar, pero la tierra tembló, rugió curos y me miró severa; entreabrió los labios, sordamente. y desperté.
y su voz, golpear de hierro contra hierro, se hi zo oír, diciendo: Iván TURGUENEF Biblioteca Nacional de Colombia