LA HUMANIDAD PAGINA LITERARIA EL OBRERO No llores nunca a Querías rebelarte a mis antojos en la urgencia tenaz de tus pudores y en el azul diamante de tus ojos vivían conspirados tus amores.
Mujer al fin y de mi pobre siglo, bien arropada bajo pieles caras iba por la ciudad, cuando un obrero me arrojó, como piedras, sus palabras.
Me voirí a él; sobre su hombro, puse la mano mía; dulce la mirada, y la voz dulce, dije lentamente. Por qué esa frase a mí? Yo soy tu hermana.
Era fuerte el obrero, y por su boca que se hubo puesto, sin quererlo, blanda como una flor que vence las espinas asomó, dulce y tímida su alma.
La gente que pasaba por las calles nos vio a los dos las manos enlazadas.
en un solo perdón, en una sola como infivita comprensión humana.
Caíste al fin bajo los palios rojos que alzáronte mis íntimos ardores.
y de aquella ilusión sólo hay despojos de besos mustios y marchitas flores, la vida es así. No llores nunca, gusta el placer de la esperanza trunca que muere sin llegar el desencanto.
Ella deja en nosotros la armonía lejana y dulce, acompasada y pía como la voz romántica de un canto.
ALFONSINA STORNI Cires IRIGOYEN El Amor y la Muerte a más ligero, en un mundo extraordinario, de at mósfera sutil y perfumada, donde los cuerpos tuviešen la fluidez de las almas. Morir. repe.
tía el lameuto musical, abajo en las orillas del Una noche en Florencia, agomado a un bal río, y yo me enternecía sin saber por qué, hasta cón de Lungarno, escuché a unos cantores po que mi corazón sacudió este encanto, con repen pulares, de los que amenizan con sus romanzas tina protesta.
la digestión de la muchedumbre cosmopolita. Morir. Qué disparate. Vivir, la vida albergada en los hoteles inmediatos al río. es la única belleza digna de ser cantada. en «iMorir. cantaba el tenor con lamento plena frialdad, sonreí de la materia que, temien prolongado, rasgando el silencio de la fresca do a la muerte, finge desearla, para dar el exinoche.
tante del peligro, a sus alegrías y tristezas, que «Morir vichino a te. respondía con voz juega con ella a mentirijillas, amándola, como grave, con reconcentrada pasión; y las arpas aman los niños los juguetes guerreros, remedo lloraban en la obscuridad sus lágrimas armo de armas mortíferas que no pueden causarles daño.
niosas, como perlas sonoras.
Junto a mí, upas inglesas jóvenes, suspira; Moril, cantaban aquellos hombres con un, ban emocionadas por la dulzura melancólica de apasionamiento meridional, que ponía lágrimas la música y de la noche, sintiendo ablandarse en su voz; y poco después, cuando ya no cayé.
sus almas bajo un soplo de amor; y viendo yo sen monedas de los balcones, irían a la trattola corona de luces del «Vialle del Colli. que ras ria a considerar su vida como el mejor de los.
gaba la obscuridad en lo alto de un corro, y a bienes ante un frasco de «Chianttin y un plato sus pies el Arno rumoroso y temblon, reflejan de macarrones.
do las rojas serpentinas de los faroles, por de«Morir. repetían con los ojos húmedos, bajo de los arcos del Ponte Vechio, sentía me siguiendo el canto, aquellas Vírgenes rubias de igualmente conmovido por la romanza, tocado pecho plano, y en el fondo de sus pensamientos por la cmoción poética de los más bellos momentos de la vida, creyendome por un instante (Pasa a la 7a. ágina. Biblioteca Nacional de Colombia