BourgeoisieCommunismPrivate Property

SPARTACUS Pág. Pág. SPARTACUS EL TEATRO REVOLUCIONARIO artes. Será gloria de la Revolución Repristi nar en la sociedad el culto de las bellas Musas. en la Rusia la obra de restauración ha empezado por el teatro; primero porqué la escena es eminentemente educadora, y luego porque se trata de un arte sobre todo popular.
porcionan al capitalista la mayor ganancia posible a daño del consumidor y del productor; a lanzar en los mercados las mercaderias inútiles o supérfluas, aun cuando la mayoría del público esté privado de las cosas necesarias.
En la parte administrativa, se aprenderá a seguir los juegos de bolsa; a falsificar los precios del mercado; a jugar a la competen: cia, preparar las emboscadas, hacer balances falsos, ete. Todo esto resulta de alguna utilidad para la dirección de la sociedad comunista?
Pero se objetará aprenderemos como regularnos para la construcción de una fábrica, el costo de una instalación, la adquisición de materias primas, la calidad, la cantidad, las fuentes de pedidos, la salida de la producción, etc.
No: todo esto es ficticio.
Ciertas nociones de la sociedad capitalista no servirán absolutamente para una sociedad comunista, porque el comunismo es un orden social totalmente diverso del actual.
Nosotros pretendemos que en la sociedad comunista haya desaparecido la propiedad privada.
Precios, compra, venta, salario. ganancia.
renta, descuento, bancos, cambio, agio, alza, baja; concurrencia, acciones, dividendos, trust, quedarán como un extraño y doloroso cuerdo. también quedarán como una espantosa leyenda del pasado los juguetes inútiles, los objetos de lujo, el yeso en el azúcar, el agua en el vino, el cartón en vez de cuero en los zapatos, las carroñas en conserva, el agua colorada en vez de medicinales, las covachas en vez de casas, los calabozos en vez de talleres, Por consiguiente, la pesadilla para una preparación semejante es perjudicial: ir tras de ciertas ilusiones, perderse tras de ciertas en señanzas, hacer de ellas la finalidad principal de los obreros hasta que esa finalidad absorba las mejores aptitudes, es un error gravísimo. por esto los consejos de fábrica no deben preocuparse de lo que se les presenta con mucha pompa como finalidad primordial, o sea. Aprender a dirigir la fábrica, disciplinas y mejorar la producción.
Si esta obra fuese aceptada por los industriales, no terminaría por ser un verdadero y propio colaboracionismo, que no haria si no reforzar la posición de los que detenian la propiedad privada?
Casi casi nos asalta la duda si semejante pretensión no sea insinuada entre las masas para distraerlas de la verdadera preocupación que deberian tener: Prepararse para la acción resolutiva. La preparación técnica de fabricar. respecto a la producción no le falta a los obreros.
Cada fábrica, cada mina, cada terreno, cada establecimiento puede muy bien continuar su trabajo productivo sin caer en la cuenta de la auseneia de los accionistas.
Desaparecidos estos últimos, cada cual se queda en su sitio y la producción prosigue. Acaso en cada establecimiento no hay capataces, técnicos, ingenieros y empleados que pueden continuar su obra también en un regimen comunista?
En el régimen comunista, y dentro de la fabrica, todos tendrán derecho a dar su opinión, también los peones, pero cada uno dará su consejo práctico, según sus propios conocimientos.
No se trata con esto de negar a cualquiera el derecho de llegar a ser ingeniero: hasta el changador, por ejemplo, podrá serlo, si será capaz de llegar; pero es bueno no prestarnos al juego de la burguesía que pretende hacer creer al pueblo que en la sociedad comunista los asnos ocuparán las cátedras y los técnicos y los ingenieros. tirarán el fuelle de la fragua.
Entonces. se dirá nada de consejos de fábrica.
Si; sean los consejos de fábrica, pero tengan otra función.
Deben ser hoy el espíritu de la fábrica, la célula viva que anime a la masa y larinspire si fuera necesario a la acción revolucionaria y al sentimiento comunista. aquí entre nosotros los consejos de la brica podrían aceptarse tambien como sistema más elemental de organización.
Queremos decir que no existirían ya los sindicatos o la sociedad de resistencia, formada en confusionismo entre toda la masa despaTramada en diversas fábricas y teniendo un organismo coordinador nombrado en conjunto de manera que de una u otra reunión queda desligado, así como de una asamblea a la otra queda desligada la masa. Con los consejos de fábrica tendríamos en cambio la masa subdi.
vidida en grupos homogéneos, con una continua afinidad interna, en contacto permanente con el respectivo comité, el cual está siempre en pie de reunión.
El sindicato vendría a ser el conjunto de estos organismos completos, con una manera de funcionar racional y profunda. Hoy los consejos de fábrica deben ser el centro de la propa.
ganda, así como en el movimiento revolucionario serán los propulsores de la acción.
Mañana, después del triunfo, formados por los varios elementos, que representen las varias aptitudes técnicas y prácticas, serán el germen para el desarrollo de la producción.
reLa dramática en la Rusa libertaria ha sido confiado a la sabia dirección del experto artista Stanislavsky, para que el teatro, respondiendo a todas las exigencias estéticas, pueda ejercer una función educadora. Los hipercríticos podrán objetar que el teatro, igual que todas las demás artes propiamente dichas, no pueden tener otra finalidad que la perfección estética, y que, convirtiéndolo en instrumento de enseñanza, degenerará en pupitre catequis tico, y cátedra de moral.
Pero la perfección estética constituye ya por sí misma una enseñanza, y por consiguiente, perseguir en las tablas la verdadera belleza, es como dar cima a una obra educadora, porque no está escrito en ningún lado que para enseñar necesite una particular misión especifica. Lo que menos enseñan son precisamente las escuelas de enseñanza, mientras que todo arte perfecto se transforma automáticamente en enseñanza. Hay escuelas sin enseñanza, y enseñanzas sin escuela. El teatro es enseñanza sin ser escuela.
Los burgueses, en su tosco materialismo, no ven en la Revolución, más que una formidable y decidida adversaria económica.
Es lógico: quien cifra todas sus idealidades en los deleites viscerales, no se preocupa más que del vientre.
Pero la Revolución es algo más que una simple transformación económica. Ella tiende a renovarlo todo en el mundo. Primero renueva la cultura, porque no hay nada más peligroso para la sociedad que una falsa educación. esto bien lo demuestran la Iglesia y el Ystado cuando se reservan el monopolio educacional de la juventud.
Claro! Una vez que el pueblo esté bien en.
venenado por una insidiosa y morbosa educa.
ción, se hace pronto a esclavizarlo. Cuando a una generación se le ha inculcado en todos los tonos y por todos los medios, que los poderes politicos son sagrados, que las leyes son sagradas, que las banderas son sagradas. quién podrá redimirla de su fatal idolatría. Cómo libertarla del fanatismo patriotero, del egoismo nacionalista, del furor batallero de la emulación?
Es por consiguiente lógico que la Revolución, Para que pueda afirmarse en los espíritus, procure desde el principio de ocuparse de la educación del pueblo.
El teatro educa más que las escuelas y los libros.
Ahi la verdad se hace carne y toma vida, y su contagio es casi mecánico.
Por consecuencia la Rusia Revolucionaria no podia desinteresarse del teatro, y cuidó en seguida de su forma y de su vida.
La burguesía lo había degenerado y era menester regenerarlo. Siendo por sí misma pervertida, la clase burguesa ¿qué es lo que no ha pervertido en el mundo?
Al trabajo, que, por naturaleza, no es más que normal y tranquilo desarrollo de las actividades físicas, lo convirtió en tiranía y penosa esclavitud: al pensamiento, que es la investi.
gación y la contemplación de la verdad, lo transformó en subterfugios sofisticos y cátedra de mentira; al arte, que es la sublime idealiza ción de la realidad en la vida universa, lo volvió en enemigo directo de la verdadera belleza natural, y, alejándolo de la simplicidad que es el alma de todo arte lo acuarteló y coTrompió en el depravado salón ocioso. eso debemos sí un repugnante convenciolismo ocultista haya elaborado una pseudoestética artificiosa y amanerada, en pugna directa con todas las sanas aspiraciones de be.
lleza que preocupan al hombre normal. Hoy asistimos, por obra y gracia de la benemérita burguesía, al derrumbe completo de todas las DI Durante los períodos convulsivos de toda Revolución parecería que las artes tendrían que morirse o casi, pero en Rusia no ha pasado tal cosa, por lo menos en lo que se refiere al teatro. En Moscú, éste funciona mejor que an.
tes, a causa de la nueva libertad.
No tan sólo se ofrecen obras nacionales, co.
mo las de Gorki y de Tchehoff, sino también las de autores extranjeros, como del alemán Herman Heijerman, y del norteamericano Hening Berger. Este simple hecho demuestra, que el fanatismo nacionalista no envenena a los espiritus revolucionarios rusos, porque, si bien Norte América se haya declarado enemiga del régimen maximalista, no se excluyen, sin embargo, del teatro ruso las producciones yanquis.
Si los Eslavos hubiesen imitado a los alia dos, habrían tenido que hacerlo, porque es to: davía fresco el vergonzoso recuerdo que estos, durante la guerra contra los imperios, deste rraron de sus coliseos y de sus salas al teatro wagneriano y a todo arte alemán.
Pero los bárbaros rusos, analfabetos y semisalvajes, saben respetar los sagrados derechos del arte.
Naturalmente y es lógico el nuevo tea tro ruso es de todo punto revolucionario; pero. Lo que nos es dado nos es ajeno, no nos pertenece como propio.
Max Stirner