KropotkinMarxSocialism

IZQUIERDA 15 IZQUIERDA 14 han creído una sucursal de la bárbara Moscovia. La patria mejicana tendrá siempre mi cariño y mi respeto, cualquiera que sea su ley. Pues tampoco pertenezco a los que parangonan su amistad con su ideología Compadezco, por el contrario, a esa juventud misógina y fraccionario de seminaristas rojos, que sólo se atreve a distancia continental, y sobre el cuerpo de papel de una copia tergiversada. Triste ejemplo para nuestra América en este momento de trun.
sición peligrosa, y ante todo para ese gallardo México del águila que señorea soberana sobre els campo de su pabellón. Mas, prefiero creer que, a mi vez estoy incurriendo en calumnia involuntaria. Por grande que sea el mérito del señor Torres Bodet, su influencia mejicana debe hallarse al nivel de su probidad.
a ipio, lo atacó por judío. Luego, por socialista. Finalmente, por alemán. Esto ocurrió durante la guerra europea. veces, engloba las tres circunstancias en una y le dirige un ataque a fondo como para borrarlo de la historia. Nótese que no trata de demoler sus ideas, sino, su personalidad. Este disco de Carios Marx, lo viene tocando, como decimos, desde hace más de quince años.
Si Lugones no pensara con esdrújulas, habría advertido ya, que nuestra época no es muy apropiada para discutir a Carlos Marx ni a Pedro Kropotkine ri a Oswald Spengler. Hemos abordado este bendito siglo veinte con un candal tan grande de teorías e ideas que no es posible encarnar en ningún filósofo el ideal de la especie humana. nosotros nos toca resumir prácticamente la filosofía de tantos siglos. Correspondió a los hombres que nos precedieron la con.
cepción del nuevo mundo. nosotros el parto. no es refutando o escribiendo más libros como vamos a poner fin a la labor de millares de generaciones.
Los filósofos que se ocuparon de la felicidad de la raza no lo hicieron por filosofar, sino para que la raza fuese feliz.
Pero, Lugones ve la felicidad del hombre a través del agujero de la ce.
rradura de su biblioteca. Carlos Marx, le sirve magníficamente de pretexto para atacar a sus discípulos.
Luego, a Carlos Marx, se le podría discutir sus ideas: no su origen o su nacionalidad. Invírtamos, sino el argumento. sería razonable atacar al atacante por la circunstancia de ser católico y pertenecer a una raza indígena!
PRIMERA PARTE DE LA MONSERGA: CARLOS MARX a SEGUNDA PARTE DE LA MONSERGA: LA HORA DE LA ESPADA Lo primero que llama la atención de esta carta es el tono. El tono solemne y tribunicio. Lugones nunca habla desde el llano. Necesita subirse arriba de algo. De algún banquito o de alguna montañita. Tampoco suelta su voz con naturalidad como la suelta todo aquel que no se escucha a sí mismo La suelta con pena, temiendo quizás, que se pierda en el vacío. por eso le sale una voz parpadeante y cavernosa. Lugones no habla para los hombres como hablamos nosotros: habla para la historia. decir verdad, no habla: canta. menudo, remata los finales de una oración con un do de pecho. Ejemplo. ese gallardo México del águila que señorea soberana sobre el campo de su pavellón. Mentalmente, se halla siempre sobre una tribuna imaginaria. Ni siquiera cuando se dirige al portero de La Nación para pedirle la correspondencia abandona su banca de parlamentario sin Parlamento. Habitualmente, traduce su indignación con palabras esdrújulas que son las más adecuadas para expresar la cólera. Tanto más se enoja, cuanto más esdrujulea. Ejemplo primero: juventud misógina y fraccionaria. Ejemplo segundo: bárbara Moscovia. Toda la virilidad de Lugones finca en su voz de trueno. Posee, además, la ronquera y el empaque de un comisario. De un comisario que se ha leída a Plutarco. la sonoridad de un intérprete español, cuya laringe se des arrollo con el repertorio de Calderón de la Barca. Antes que nada, Lugones, es sonoro. Pero, ya hemos dicho que no hay que confundir la música celestial con la literatura. menos: con la filosofía.
Nótese que empieza por reclamar para si lo que él nunca tuvo para los demás: respeto. Acusa de odios a todos y por su parte, respira lo mismo de lo mismo, pero más concentrado. Los odios de Lugones son inextinguibles. Hace más de quince años, por ejemplo, que le declaró la guerra a Carlos Marx, no se sabe bien si por judío o por socialista o por alemán, porque aprovecha siempre estas tres circunstancias que rodearon la vida del maestro, para reprocharle su inteligencia. Vale decir: el pecado de haber tenido demasiado genio. Al prinLugones tiene un sentido muy particular de la tergiversación y del fraude piadoso. Supone que los ladrones pertenecieron a una época determinada y que operaron siempre de la misma manera. Hay y hubo, sin embargo, mil formas de tergiversar las cosas. No solamente se tergiversa cuando se cita malamente el texto aunque se haga la salvedad de que se lo cita de memoria. Se tergiversa, también, cuando no se lo cita. Porque así como hay personas que tergiversan citando. hay personas que tergiversan omitiendo las comillas e!
nombre del autor. Se tergiversa, asimismo, cuando se cita el nombre del maestro para atacar a los discípulos. Se tergiversa hablando y se tergiversa callando. Lugones repudia lo primero, pero no repudia lo segundo. El, difícilmente desciende a pronunciar el nombre y a reproducir el texto de su adversario. Se limita a exponer caprichosamente todo aquello que desea refutar y de esta manera lo refuta magistralmente. Cuando se lo pone en un aprieto, adopta la cómoda posición del filósofo melancólico y silencioso: no contesta. Re.
cuerda que el silencio es sabio y guarda silencio. cada vez que se le tapa la boca.
Quien argumenta capciosamente, por fin, tergiversa la argumentación, otra particularidad de Lugones. Por ejemplo: Lugones asegura que los faná ticos de todos los tiempos fueron iguales para demostrar sencillamente que los socialistas son una punta de fanáticos y que todos los fanáticos son ciegos de