IZQUIERDA 32 IZQUIERDA 33 CINEMATOGRAFIA LA CRITICA DE LAS PELICULAS ra más o menos académica, ni reflejando en los artículos la propia satisfacción o la malicia del que está a la diestra del Estado.
No sé si Lugones, admirador ferviente del ejército, ha cumplido con el servicio militar. Yo sí lo he hecho y esto me habilita para decir a los que confian en mi palabra que nada hay tan abiyecto como aquella vida, sino es la vida de ia prisión. Allí el hombre deja de ser tal para transformarse en el vil sirviente de una caterva de individuos que no tienen otro valor que el convencional de sus libreas. Allí no hay dignidad ni nada, aunque suele haber hombres dignos.
Estos hombres, cuando el pueblo lo exija, estarán de su parte.
No hay en el cuartel otra disciplina que la que impone el terror. Aún así, es falsa.
No hay respeto ni consideración por el superior. La brutalidad, la suciedad, el vicio, todo está resumido en el ejército.
Para nadie es adquieren excepto para Lugones y sus secuaces, que en el cuartel se las más repugnantes. El caso del subteniente Mórtola y el del prácticaceto, coronel de Hernández hicieron públicas algunas de las lacras que en el ejército existen. Las coimas en todo lo concerniente a la administración están a la orden del día.
En el cuartel nos servían sémola con gusanos, fideos agrios y desperdicios de carne, mientras los oficiales se hacian traer la comida de la fonda.
Ya que pasan por el cuartel no quieren saber nada del ejército.
se ve, prácticamente, que el ejército no es cosa respetable: los muchachos Los que van a la escuela militar en la edad en que un tambor les enciende el ansia de hacer milagros tienen también antecedentes en la familia, y con los años se convierten en los parásitos de la guerra, que tantos millones de nuestra pretendida riqueza in sumen para aprender a matar a sus semejantes.
Si este militar es un hombre consciente de su profesión, si siente vocación por su carrera, entonces es enemigo nuestro, Si, a pesar de su carrera, es amigo de la paz y hace el militar como pudiera hacer el sastre, entonces debemos ir contra el porque vive del dinero público parasitariamente. En todo caso es enemigo nuestro.
Porque si estos hombres y este dinero lo empleáramos nada más que en sembrar papas, nuestra riqueza se multiplicaria fabulosamente En general, el guerrero de profesión es bruto de entendimiento. Porque la verdad es que el ejército no lo componen los diestros, discretos y puleros militares que van diariamente círculo de armas y que saben tirar una estocada elegante entre dos citas de Lloyd George, mientras el pueblo sufre hambre.
Hay en el ejército una infima minoria de hombres que valen. Los restantes, entre los que se cuentan que han solicitado la venia al presidente para casarse y tienen ahora unos cuantos hijos y son capitanes o coroneles, como podrían ser gerentes de una tienda o deración. Los suboficiales todos son una calamidad, ty es una vergüenza que la juencargados de una fábrica de ladrillos. No merecen ninguna consi ventud tenga que obedecer por la lety a estos ineptos.
Nadie ignora, excepción hecha de Lugones y sus secuaces, que el militar que cuelga su librea está muy por debajo del común de los civiles. si es de alguna je rarquía, se le ve correteando pastillas o betún o colocando seguros a la vida. Si es suboficial, se emplea en la policía o de peón o de mucamo. Cuál es, entonces, la respetabilidad y la limpieza de esta institución. pensar que a esta gente deberíamos entregar el gobierno del país, según Lu gones! El problema, por ahora, para todo hombre de buen sentido, es desmilitarizar el ejército. Ir formando el ejército del pueblo para el pueblo ly acabar de una vez con el ejército del pueblo para los privilegiados; hasta que sea la supresión total de esa vergüenza que se llama fuerza armada y que ensombrece la civilización.
Total, según la imbecilidad ambiente, un montón de utopías.
Leonidas BARLETTA.
todos Todavia no se hace, entre nosotros, una crítica juiciosa y desinteresada, sobre la cual podamos orientarnos para concurrir seriamente a los espectáculos. No queremos significar con esto que nosotros pensemos llenar semejante vacío. La labor que nosotros reclamamos requiere medios superiores a los nuestros, y la podría verificar tan sólo una gran empresa capitalista, como son casi todos los grandes rotativos.
La critica que ordinariamente se hace no responde al valor de las obras.
Intervienen tantos intereses en la exhibición de una película, que lo más común es que se compre de de antemano la la opinión del diario, el cual, a su vez, ya tiene conprada na opinión del crítico, supuesto que para eso le paga. De esta manera, el espectador cree, luego, leer un juicio y está leyendo, en cambio, una factura.
La falta de independencia, mas que del crítico, proviene de la publicación que lo emplea. La opinión, a menudo, no dimana de la obra, sino de la casa productora que la exhibe, la cual, las más de las veces, se encarga de confeccionar la crítica que lue.
go deben insertar textualmente todos los diarios a quienes ellas para tales fines alquilan. Es de suponer que si una casa productora le da un aviso de dos mil pesos por día a La Nación. La Nación no va a salir hablando mal de esa película.
El procedimiento que se utiliza para salvar la apariencia es: o hablar falsamente bien de una cosa mala, o hablar de una manera muy ambigua, de la cual, al fin, no se comprende nada. esto debemos sumar la falta de competencia de los críticos. Casi siempre se utiliza en esta sección periodistas de tres por cuatro, hermanos consanguíneos de esos colosos que escriben la sección sociales o necrológicas.
arte, no como exposición de piernas y otros apéndices más rotundos, proviene, quizás, la poca importancia que en el mismo sentido le asigna la llamada gente inteligente, sobre la cual debía recaer la función de la critica.
Todavía hay intelectuales que se niegan a dar carta de ciudadanía artistica a la pantalla. los artistas de teatro difícil.
mente concurren a las salas, en parte por que no pueden y en parte porque no les in teresa. De manera que los que debían aprovechar más las enseñanzas del cinematografo son, precisamente, los que menos las aprovechan. Creemos que el cinematografo para nosotros tiene, no obstante, un doble valor. El valor que naturalmente tiene y el que le agregamos nosotros ante la bancarrota del teatro nacional. Aquellos que aman profundamente el arte escénico, deprimidos por el desbarajuste de la producción rioplatense, encuentran un aliciente poderoso acudiendo a presenciar las obras de la cinematografia universal. Aunque co.
mo expresión de arte el cinematógrafo no sea superior al teatro, es superior, sin embargo, en razón de las obras que produce.
Prácticamente, y siempre en relación a nuestro teatro, revela una aplastante superioridad.
No es una novedad para nadie que nues.
tro teatro ha descendido tanto que ya no puede descender más. En la hora de esta hora está, como quien dice, boqueando. Só lo que cuando se está por morir alguien todos lo saben en la casa, menos el interesado. Esas cosas que vemos a diario compañías que se funden en tres días, bataclán a raja cincha, Don Juan Tenorio en broma, La silla eléctrica en serio son los sintomas precursores de la pata leta final. Ahora se llega a dar en una hora lo que antes exigía toda la noche, con grave detrimento de la salud de la obra y de la salud de los actores. Digamos que los artistas ya no trabajan como artistas, sino como burros. Han dejado de vehículos de emoción o de belleza, para convertirse en changadores del idioma en carros de playa de la la dicción. Hay teatros que dan sucesivamente en un solo día la friolera de siete secciones. en cada sección, a mejor, cuelgan del carte el resumen de Flor de un día y Espinas de una flor o La pasión de Nuestro Señor Jesucristo. Algunas compañias llega ron ya al delirium tremens de la repre sentación vertiginosa, y recitan las piezas a razón de 60 palabras por minuto. Seme0 ser a lo EL TEATRO EL CINE La poca importancia que se le asigna en los grandes diarios al cinematógrafo, com