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IZQUIERDA 10 IZQUIERDA 11 bre trascendiese! Caerse de un aeroplano. Es esto una novedad! No se han caído otros antes que él, con más éxito que él, para el recuerdo, puesto que se han roto la crisma!
Digamos con toda humildad que el general Justo tiene todavía que crecer mucho para que lo recuerde la historia. Su nombre, por el momento, puede quedarse quieto al lado del nombre de Alvear.
FINIS LA REMEMBRUCIA En la remembrucia, Cancela, más que filósofo. político, y más que politico: diplomático, quiere congraciarse con el director de La Nación. que se llama Jorge Mitre, y dice que Bartolomé Mitre (su abuelo) era un prócer cuya gloria, como las verdaderas glorias nacionales, supera toda clasificación posible y es a la vez civil y militar, literaria y científica, entrañablemente argentina y humanamente universal.
De este prócer, sin embargo, lo que más se recuerda es aquello que dijo otro prócer. Dijo que era un gran militar entre los literatos y un gran literato entre los militares. Asimismo, se recuerda el juicio que dió otro prócer más sobre su Historia del General San Martinº Dijo que era la historia de un zonzo escrita por otro zonzo.
Arturo Cancela, que escribió una novela titulada El culto de los héroes. donde se burla de los próceres, imaginando uno que de afilador de tijeras llega a ser una gloria entrañablemente argentinaque supera toda clasificación posible. ahora nos sale con el cuento que nos cuenta todos los días La Nación. que Bartolomé Mitre, padre o abuelo del director, era un coloso Es de advertir, también, que no se explica claramente que el autor de Una semana de jolgorio. después de hacer una pintura magistral de los militares y anexos: soldados del escuadrón, bomberos, vigilantes, termine haciendo la apología del militarismo.
La falta de consecuencia consigo mismo era, sin duda, lo primero que repudiaba Sócrates, quien advertía siempre a sus discípulos eso que Cancela cita para los estudiantes, y que nosotros vamos a citar para él: Conócete a ti mismo.
AUTOPSIA. DEL DISCURSO POSTUMO Aunque el artículo al cual nos venimos refiriendo fué publicado hace ya algún tiempo, lo comentamos tardíamente, porque recién se nos presenta la oportunidad de verificarlo. Llamamos póstumo al diseurso, porque Cancela con esa pieza, moralmente, se suicidó.
Nosotros no le vamos a dar a esta contestación el carácter de una vin.
dicta literaria, en el sentido de devolver columna por eolumna una réplica.
de nueve columnas y media. Eso no. No queremos matar a Cancela de una réplica. Tampoco nos agrada aburrir a nadie. Vamos a contestar en pocas palabras, comparadas con las suyas, haciendo un resumen de sus ideas y de las nuestras. Digamos de golpe que Arturo Cancela allí le hace el caldo gordo al militarismo. empieza, claro está, dedicando sus palabras socráticas, no a otro filósofo, sino a un general. Aunque Cancela 10 predica la guerra, conviene, sin embargo, que la guerra es necesaria, y, por donde, el mantenimiento del ejército y el consabido respeto por las fuerzas armadas del país.
Generalmente, el articulista llega a conclusiones más o menos exactas. Pero falla siempre en las consecuencias. Porque se ha dicho que al mundo le cuesta vivir en paz, deduce que hay que vivir en guerra. porque se ha dicho que a una república le resulta difícil desenvolverse dentro de la libertad relativa que se le concede o que se concede, presume que es conveniente aplicarle el chaleco de fuerza de una dictadura militar.
Después de analizar la situación del mundo, podemos llegar a la conclusión de que el mundo no vive en paz. Es cierto. Pero no porque el mundo no viva en paz tenemos que fomentar la guerra o debemos suponer que la paz no sea necesaria.
Lo que no se consigue resolver en paz, menos se resuelve en guerra. El problema social no es un problema de cirujía ni de ortopedia. Tomemos el caso de España. Antes de la dictadura, España vivía mal. Ahora vive peor.
Hagamos constar, de paso, que varios escritores del mismo diario, que fueron hasta no hace mucho plumas petroleras, expusieron antes que él idénticas ideas, como si el general Justo les hubiese proporcionado a todos, junto a la Recoleta. también, alguna emoción honda de civismo. Primero fué Lugones quien salió un buen día anunciando que había sonado la hora de la espada. Lugones le debe andar mal el reloj o la cabeza. Después, Manuel Gálvez, autor de Nacha Regules. novela de redención social Atrás, apareció Alberto Gerchunoff, corresponsal de guerra en Chile, a quien el tirano Ibáñez le colocó sobre el pecho una cruz de hierro, símbolo de la integridad moral. Este caballero del ideal, marxista y bueólico, estuvo piropeando a los cadetes de aquende y allende las cordilleras durante un mes, y codeándose escandalosamente con tiradores y espadachines en la tierra del conculcador de todas las libertades chilenas.
Por último, aparece Cancela repitiendo las mismas cosas que dijo Lugones, y recostándose contra el primer filósofo del mundo que abominó justamente de todas las injusticias humanas y repudió públicamente el despotismo de los treinta tiranos de Atenas.
LOGICA DE ULTRATUMBA Arturo Cancela no concibe que por amor a la paz se befe a la guerra, 0, lo que es igual, al único instrumento que la ejecuta y la promueve: el militarismo.
La cuestión, sin embargo, es bien sencilla. Los enemigos de la guerra de alguna manera deben oponerse a la guerra. si bien el mal no se combate con el mal y la violencia, no hace sino abrir a los demás el camino de la venganza, no es lo mismo hacer la guerra que oponerse a la guerra. El acto heroico y simpático de que unos cuantos estudiantes inermes silben a un coronel armado hasta los dientes no es un acto belicoso, sino, por el contrario, antibelicoso. Extraña que un dramaturgo que ha reclamado para el público el derecho de silbar una obra perniciosa, no le conceda el mismo derecho a los estudiantes de la Facultad, tratándose, como se trata, de algo más funesto todavía. Luego, la violencia de la palabra o del pensamiento no es de la misma indole que la violencia de la espada o de la acción. Nótese que los militares, aparentemente agredidos, respondieron a los estudiantes como militares: a bastonazos. La violencia de los estudiantes, a lo sumo, podría considerarse como una violencia moral, abonada, además, por un principio filosófico. La violencia del militarismo, en cambio, no consulta nunca ningún principio filosófico, y es la más cruda y la más ciega que se conoce.
Cancela dice que debemos admitir que el militarismo y su consecuencia inmediata: la guerra, es un hecho. No lo negamos. Pero los hechos, no son razones. No obran ni en contra ni en favor de la razón. Los hechos son hechos y nada más, y se producen, a veces, independientemente de todo razonamiento.
Tan hecho como el militarismo y la guerra es el cáncer o la peste bubó