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IZQUIERD DA 15 14 IZQUIERDA lista una política revolucionaria destinada a defender las manifestaciones de superestructura del régimen capitalista.
Pero, a pesar de lo que ocurrió en Austria y apesar de lo que ocurrió en Alemania, después de la derrota, la Internacional y Federico Adler, siguen aconsejando, impasibles, el camino de nuestro aniquilamiento.
La carta de los camaradas austriacos. como es lógico suponerlo, debía prescindir del contenido de la declaración de la Conferencia de París. Por eso dijeron claramente que la dictadura fascista había destruído dentro de las masas proletarias todas las ilusiones democráticas y reformistas y que los obreros, hoy, están convencidos de que la violencia fascista no puede ser destruida sino por la violencia proletaria: por la insurrección para la conquista del Poder, con el proposito de echar las bases de una organización socialista.
La insistencia de Adler, por lo tanto, aparece como un sarcasmo.
Los camaradas austriacos han dicho, en otros términos, lo siguiente: Compañeros de la Internacional: de acuerdo a la declaración de Paris, nos levantamos en Viena, en Linz y en otras partes, para defender la democracia, y fuímos aplastados. Qué nos dicen ustedes? Nosotros ya hemos destruido en nuestros espíritus todas las ilusiones democráticas y reformistas.
Las pocas líneas de la carta de los socialistas austriacos, de un profundo conteni.
do dramático, planteaban a la Internacional una rectificación de su política. Pero la Internacional ha preferido permanecer aferrada a la declaración Paris.
Adler, en su artificiosa e insostenible respuesta, empieza por referirse al concepto de la destrucción de las ilusiones, manifestando con toda razón que la gran obra histólica realizada por el marxismo comienza con la destrucción de las ilusiones so.
cialistas de los utopistas, con la lucha contra las ilusiones revolucionarias de los anarquistas, de los bakuninistas y de los blanquistas.
Es cierto: el marxismo ha sido un destructor de ilusiones pequeñoburguesas. Pero Adler ha olvidado añadir una cosa que tiene mucha importancia: que el revisionismo ha significado para el Socialismo una nueva y grave ilusión, levantadas a espaldas y en contra de las directivas marxistas. Ha olvidado agregar, en efecto, que la defensa do la democracia es una ilusión reformista, que significa una posición de derrota.
Adler, lo que hace, es eludir una respuesta franca. Los camaradas de Austria le dicen al de la Internacional que las masas obreras ya han destruído sus ilusiones democráticas y reformistas. Adler contesta, diciendo que también es una ilusión la revolución.
Reconoce que los socialistas de Austria, en su Programa de Linz, estuvieron en lo cierto cuando declararon que la burguesía traicionaria sus propias instituciones democriticas, pero sostiene a renglón seguido, que sería perder todo sentido de la realidad el querer considerar también como una ilusión, como un camino equivocado, la lucha en que hemos estado empeñados durante decenas de años, en favor de la demoeracia.
En qué quedamos? Si los socialistas austriacos tenían razón en su programa de Linz, Adler no ha podido hacer las manifestaciones precedentes. Pero es que Adler y la Internacional, se colocan en una situación y en una posición capciosas.
Renegar de las instituciones democrático liberales, que permiten y han permitido una lucha más eficaz que si se hubiera tenido que trabajar en la ilegalidad, es absurdo.
Esas instituciones han sido y deben ser aprovechadas para nuestra tarea revolucionaria.
Pero una cosa es trabajar dentro de esas instituciones, aprovechándolas. para el objetivo socialista, y otra cosa es creer que ellas constituyen una garantía de la existencia, del desarrollo y de la instauración del Socialismo. El que crea esto, tiene que llegar forzosamente a la conclusión de que la misión revolucionaria del proletariado debe consistir en la defensa, a toda costa, de la democracia burguesa.
Pero, quienes no creen en esto, saben que los partidos socialistas deben estar es tructurados y condicionados de tal manera que, llegado el momento revolucionario, con democracia burguesa o sin ella, deben dar la batalla decisiva no por la democracia burguesa sino por el aplastamiento del régimen capitalista en todos sus aspectos, incluso la democracia formal, para iniciar la gran tarea de instauración del Socialismo, Lo contrario significa colocar al movimiento obrero y socialista en situación de apéndice de la burguesía liberal, y ya se sabe que lo accesorio sigue siempre a lo principal.
La Conferencia de Paris, de acuerdo al falso criterio que estoy examinando, dijo que en los países donde la dictadura fascista se ha impuesto, ella no puede ser des truida más que por la revolución popular. y que en los países donde el fascismo amenace directamente a la democracia, la clase obrera debe estar resuelta a utilizar todos los medios de lucha, no debiendo retroceder ante ningún sacrificio para defenderse de los ataques del fascismo. En otros términos; donde el fascismo empiece a actuar, los socialistas deben defender la democracia. Donde los fascistas triunfen hay que preparar una revolución popuiar para derrocarlos.
Precisamente, es en esta falsa posición en que debe colocarse la Internacional, debido al pésimo planteamiento que hace del problema, prescindiendo del objetivo de DIE nuestro movimiento que consiste en la lucha revolucionaria por la conquista del Poder.
La experiencia ha demostrado, en forma sangrienta, que la defensa de la democracia en los países donde el fascismo empieza a actuar conduce a la derrota, y que iniciar los trabajos revolucionarios cuandos los fascistas ya han llegado al poder, es bastante más difícil que escribirlo en una carta.
Las complicaciones no aparecerian si se dijera, en cambio: los partidos socialistas no deben esperar la aparición del fascismo para empezar a luchar, defendiendo la democracia burguesa, ni deben esperar a que se encuentren derrotados y aniquilados, para hacer la revolución: deben planear la lucha revolucionaria, anticipándose a todas estas contingencias.
El error reside, principalmente, en no querer plantear la lucha en terreno revolucionario y creer que la acción socialista consiste en impedir que los fascistas lleguen al Poder o desalojarlos del Poder.
Nuestra tarea no es esa. Nuestra tarea está dirigida, ante todo, contra el régimen capitalista, y luchar contra el fascismo para restablecer la democracia burguesa, significa luchar por la democracia liberal.
Por otra parte, si sabemos que la democracia burguesa es la forma o la expresión política de la organización económica de la burguesía es absurdo pretender restablecer formas políticas que ya no quiere la clase dominante.
Nosotros debemos aprovechar todo lo que haya de aprovechable dentro del régimen capitalista, no para restablecer nada sino para establecer lo que interesa a la clase trabajadora.
Es que la Internacional y Adler, tienen esta curiosa concepción: es preciso comprender que el movimiento obrero necesita de dos métodos yuxtapuestos: el de la revolución y el de la reforma. Según las condiciones históricas del país en cuestión, debe ser uno u otro sistema el que debe primar. En los países fascistas, el de la revolución; en los países democráticos, el de la reforma. Desde hace decenas de años el movimiento obrero viene consumiendo lo mejor de sus fuerzas en la querella tendiente a establecer a cual de esos métodos debe darse preferencia, y se desangra por la ilusión de que basta con uno. Pongamos fin a semejante querella, reconozcamos ambos métodos, procedamos a una división razonable del trabajo, y se verá que los dos sistemas no se contradicen sino que se complementan.
Aquí está toda una definición teórica profundamente errónea, que nos explica toda la artificiosa concepción de Adler.
Es inexacto que el movimiento obrero necesite de dos métodos yuxtapuestos: el de la reforma y el de la revolución, y que según las circunstancias históricas. debe hacer prevalecer uno u otro. Ya se ha repetido hasta el cansancio, en todos los escritos críticos contra el revisionismo, que reforma y revolución no son términos que se contradigan, siempre que se aclare el alcance de la palabra reforma.
Si la reforma tiene un contenido y un alcance revolucionarios, no hay contradiccion alguna. Pero, la reforma a lo Adler, nada tiene que ver con la revolución. Por ello, Adler, admite que la reforma y la revolución pueden funcionar en forma yuxtapuesta y, en consecuencia, independientemente. Aquí está la falsa posición. Para el revolucionorio lo principal es el trabajo revolucionario, no la reforma. La reforma no es para el más que el producto accesorio de la revolución. Por esto, con la táctica revolucionaria, bajo el poder de la burguesía, toda reforma tiende inevitablemente a descomponer cse poder, a consolidar la revolución, a servir de punto de apoyo al desarrollo del movi.
miento revolucionario. El revolucionario aceptará una reforma para aliar la acción legal con la acción ilegal, para disimular el reforzamiento del trabajo clandestino, preparar a las masas, y preparar el abatimiento de la burguesía El reformista, en cambio, aceptará las reformas para descansar sobre sus laureles; renunciará a todo trabajo ilegal y dificultarà la preparación de las masas a la revolución. Stalin: El leninismo teórico y práctico. Si Adler y el de la comprendieran el problema y comprendieran que la reforma y la revolución no son términos o métodos yuxtapnestos, sino que el único método es el revolucionario, sin prescindir de la reforma (como trabajo revolucionario. no se verían en apuros para contestar a los camaradas austriacos, y se abstendrían de hacer blondinismo teórico.
También es falsa la aserción que consiste en afirmar que hace decenas de afios que la clase obrera se viene desangrando en la querella tendiente a establecen a cual de los dos métodos se debe dar preferencia. La querella no está planteada en estos términos. Está planteada entre el reformismo como deformación y negación del marxismo, y el método revolucionario, que no excluye la reforma revolucionaria. El ideal reformista que consiste en la ilusión de transformar paulatinamente el régimen capitalista, es un ideal falso y contrarrevolucionario. El ideal revolucionario que consiste en la acción para negar todo el régimen actual y preparar las condiciones subjetivas para la revolución, y que usa de la reforma como medio de descomposición del orden establecido, es el único ideal, el único método y la única táctica que podrán impedir la derrota del proletariado y, por el contrario, conducirlo a la victoria. Lo demás es confusionismo derrotista.