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6 IZQUIERDA IZQUIERDDA La guerra revela los alcances trágicos de la colaboración prestada por el proletariado a sus explotadores. Ella abre, diremos empleando una expresión del marxista ame.
ricano José Carlos Mariátegui, una época revolucionaria. Con el primer disparo en los frentes de batalla de la burguesía se inicia un nuevo periodo: la transición. La realidad de post guerra no nos presenta a un capitalismo floreciente, sino, a un sistema económico en bancarrota, a un orden social en descomposición. Los elementos de su disolución que llevó consigo en su desarrollo general la contradicción, lai anarquía, la paradoja. En la vispera de la conflagración queda cerrado el ciclo de su función histórica. La división de clases, desde entonces, se hace más precisa que en ningún momento; por un lado un proletariado cada vez más numeroso y explotado abandonado con su hambre a la inactividad, por el otro la burguesía más sangrienta y explotadora. Entre ellos una categoría social que se ha dado en designar clase media a quien el proceso económico la acerca al lado del proletariado y la política preséntase vacilante entre uno y otra, cuando no informa el presunto contenido disconformista de los fascismos detrás de cuyas demagogias se enrola.
Rosa Scheiner La liberación de la mujer y la revolución proletaria pesar del pronunciado desmembramiento del sistema que se opera. del cual es consciente el propio burgués, la vieja sociedad no cede su plaza, no reconoce su incapacidad para dar solución a los conflictos que en su anarquía económica ha provocado. Es que jamás clase alguna que la ejercido función de directora ha hecho renuncia de sus privilegios y por autodeterminación ha cesado de oprimir. El feudalismo no desaparece con las palabras que la Asamblea escucha del noble de Noailles la noche del de agosto. Las leyes del proceso histórico se completan con la acción de los hombres. El capitalismo, no cede; más aún, confía en su viejo aliado, el estado a quien, renueva en sus elementos de coerción. El fascismo no es en Italia la gesta anunziana, ni en Alemania la rehabilitación del occidente cultural como podria señalarlo Spengler. Es la nueva forma de opresión de acuerdo a nuevas relaciones sociales entre los hombres, es el frente que la burguesía en el momento preciso de su agonia opone al frente del proletariado, la clase históricamente destinada a sucederle.
La desocupación y la guerra que viene, realidad para nosotros sudamericanos que presenciamos el choque de Paraguay y Bolivia, expresión del desorden económico y el fascismo a su vez expresión de éste en politica, presiden nuestra hora.
En 1017 la clase trabajadora no podía contentarse con lo que en 1905 le hubiera bastado, refiere Bujarin en las primeras páginas de su tratado elemental la hora de la transición exige el planteamiento de nuestras aspiraciones en términos absolutos, requiere la adopción de métodos de lucha de post guerra. Con el capitalismo floreciente desaparece el socialismo de los revisionistas. La concepción esgrimida por éstos nos ubicariamos al margen del proceso de la historia. Atentos a las lecciones que se desprenden de la torpe deserción de la socialdemocracia alemana, de la insurrección a desdhora del austro marxismo, de la construcción soviética y de la ruta emprendida por el socialismo español, responsables de la hora que nos corresponde vivir y de la tarea que nos corresponde realizar, volvamos a informar el movimiento socialista en los viejos y fundamentales principios del marxismo concibiendo a la realidad a través de su método de interpretación.
Desde tiempos remotos el hombre habia sometido a la mujer, aprovechándose de su condición biológica que la colocaba en una situación desventajosa con respecto a aquél. La pesada carga del embarazo y de la lactancia le ha impedido dedicarse a la caza y a la guerra, preferentes fuentes de sustento de los tiempos primitivos, a las que acudiera el hombre.
Al constituirse pues en proveedor de la mujer, al mantenerla, le exigió sumisión incondicional y la obtuvo. He aquí como una simple razón económica echa las bases del imperio masculino.
Esa situación se fué perpetuando hasta culminar en el gineceo y el serrallo, en cuyos interiores sombrios se desarrollaban calladas y a veces inconscientes tragedias de seres humanos privados de la menor libertad, purgando el pretendido estigma de su sexo.
Exceptuando el fugaz período del matriarca do, en que la mujer, y no el hombre era la cabeza, el jefe de la familia, la mujer de todos los tiempos, de todas las civilizaciones, aun tan brillantes como la árabe o la griega, estuvo a merced del hombre.
El cristianismo en su época de mayor poder, el de la Edad Media, lleva su desprecio por la mujer a su grado máximo, declarándola vaso de im purezas, nido de pecados, morada de demonios etc. olvidando que la buena nueva de Jesucristo, el pretendido o real fundador de la religión cristiana, ha encontrado en las mujeres de su tiempo la más fervorosa adhesión.
La gran Revolución Francesa, con todas sus proyecciones entre otros pueblos, trajo sin duda un soplo renovador respecto a la situación de la mujer, pero rozó el problema en una forma superficial. En los salones de la burguesía ilustrada alternaban mujeres con literatos, políticos, artistas, comentando acaloradamente los acontecimientos de aquella hora singular.
Alguna vez hombres y mujeres de todas las categorías sociales fraternizaron al conjuro de la embriaguez revolucionaria, Pronto resonaron algunas voces autorizadas (Stuart Mille en Inglaterra, Fourier en Francia. llegando hasta a abogar por el sufragio femenino.
Parecia que el advenimiento de la burguesía en medio de tantas declaraciones patéticas y generosas iban a significar el fin de la servidumbre femenina.
DI BO No olvide que en Alemania, Italia y Austria los socialistas Pero ocurrió con las proclamaciones de las burguesías lo que en su oportunidad con la prédica del cristianismo: una vez victoriosa, no pensó más que en ensanchar sus privilegios y lalagar sus apetitos de clase dominante. Así como no tuvo escrúpulo alguno en hacer caer sobre la masa obrera que tuviera a sus órdenes, el mazaso de una brutal opresión, así no se desvel6 en ningún momento para destruir, en nombre de la famosa triada de Libertad, igualdad, fraternidad. la mis oprobiosa de las desigualdades: la desigualdad de los sexos.
Al fin de cuentas, la decantadi civilización burguesas, que tan bellas palabras profiriera, tiene en el fondo el mismo concepto sobre la mujer, que cualquies civilización bárbara.
Este concepto lo ha concentrado muy bien, an que en una forma poco elegante para algunos ole dos ceudo artísticos, el griego Demócrito: mujer, dijo, es una mesa bien servida que se ve de una manera distinta antes y después de la co mida.
Se puede resumir esa cruda metafor: democristiana así: la mujer interesa sólo como hembra.
Pero el capitalismo moderno adjudicó a la mujer otra misión ajenas: la de ser una pródiga fuen te de lucro en su calidad de asalariada.
ganaban en las elecciones La En la lucha política, la oposición sin odios es un concepto fascista VIUDA Käthe Kollwitz