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Tribuna Marxista Tribuna Marxista CLAVE CLAVE de dirigir la revolución proletaria? Para contestar acertadamente esta pregunta, es preciso plantearla con acierto. Naturalmente, éste o aquel levantamiento podrán terminar y seguramente terminarán en un revés, debido a la falta de madurez de la dirección revolucionaria. Pero no se trata de un levantamiento aislado. Se trata de una epoca revoluciónaria entera.
El mundo capitalista no tiene salida, a menos que consideremos así una prolongada agonía. Es necesario prepararse para largos años, si no decenios de guerra, de levantamientos, de breves treguas de descanso, de nuevas guerras y de nuevos levantamientos. Un joven partido revolucionario debe basarse en esa perspectiva. La historia le proporcionará suficientes oportunidades y posibilidades de prueba, de acumulación de experiencia y de madurez. mayor rapidez en la fusión de las filas de la vanguardia, corresponderá un acortamiento de la época de convulsiones sangrientas y una menor destrucción de nuestro planeta. Pero el gran problema histórico no será resuelto en ningún caso hasta tanto no se levante un partido revolucionario a la cabeza del proletariado. La cuestión de ritmos y de lapsos intercalados es de enorme importancia; pero no altera ni la perspectiva histórica general ni la dirección de nuestra política. La conclusión es sencilla: es necesario desarrollar el trabajo de educación y organización de la vanguardia proletaria con energía centuplicada. Precisamente en esto estriba la tarea de la Cuarta Internacional.
Cometen un grandísimo error quienes, tratando de justificar conclusiones pesimistas, se refieren simplemente a las tristes consecuencias de la guerra. En primer lugar, la última guerra dió nacimiento a la revolución de Octubre, cuyas lecciones dan viа da al movimiento obrero del mundo entero. En segundo lugar, las condiciones de la actual guerra difieren profundamente de las condiciones e la de 1914. La posición económica de los estados imperialistas, inclusive los Estados Unidos, es hoy infinitamente peor, y el poder destructor de la guerra es infinitamente mayor que lo era hace un cuarto de siglo. Hay por lo tanto suficiente razón para esperar esta vez una reacción mucho más rápida y mucho más decisiva de los trabajadores y del ejército.
La experiencia de la primera guerra no dejó de afectar profundamente a las masas. La Segunda Internacional extrajo su fuerza de las ilusiones democráticas y pacifistas todavía casi inafectadas de las masas. Los trabajadores esperaban seriamente que la guerra de 1914 sería la última guerra. Los soldados dejaban que se les matara con el objeto de ahorrar a sus hijos una nueva matanza. Sólo por virtud de esa esperanza pudieron los hombres soportar la guerra por más de cuatro años. Casi nada queda hoy de las ilusiones democráticas y pacifistas. Los pueblos sufren la actual guerra ya sin ninguna creencia en aquello. Sin esperar de la guerra nada que no sean nuevas cadenas. Esto se aplica también a los estados totalitarios. La vieja generación, la de los trabajadores que llevaron en su espalda el fardo de la primera guerra imperialista y que no han olvidado sus lecciones, todavía está lejos de haber sido eliminada del escenario. En los oídos de los próximos a los más viejos, aquellos que iban a la escuela durante la guerra, resuenan aun las falsas consignas de patriotismo y de pacifismo. La inestimable experiencia política de esos estratos ahora aplastados por el peso de la máquina bélica, se revelará en toda su fuerza cuando la guerra obligue a las masas trabajadoras a lanzarse abiertamente en contra de sus gobiernos.
Nuestra tesis (La guerra y la Cuarta Internacional. 1934)
afirman: La exhibición de la naturaleza enteramente reaccionaria, decadente y homicida del capitalismo moderno, el colapso de la democracia, el reformismo y el pacifismo, la inaplazable y quemante necesidad de que el proletariado encuentre un camino que lo saque de la ruina inevitable, coloca con nueva fuerza la revolución en la orden del día.
Hoy ya no se trata, como en el siglo XIX, de asegurar rencillamente un desarrollo más rápido y sano de la vida económica: hoy se trata de salvar a la humanidad del suicidio. Precisamente la gravedad del problema histórico es la que priva totalmente de sostén a los partidos oportunistas. El partido de la revlución, por el contrario, encuentra un manantial de poder inextinguible en la conciencia que posee de responder a una necesidad histórica inexorable.
Por lo demás, es imposible colocar en el mismo plano a la actual vanguardia revolucionaria y a los internacionalistas aislados que levantaron su voz al comenzar la última guerra. Sólo el partido de los bolcheviques rusos representaba una fuerza revolucionaria en aquella época. Pero aun éste, en una gran mayoría, no consiguió. excepto respecto del pequeño grupo de emigrados 338 339