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Tribuna Marxista Tribuna Marxista CLAVE CLAVE La forma er: que la guerra ha comenzado frustra todas las previsiones. La imaginación siendo lo que más falta a los hombres, éstos tienen la tendencia, al principio de cada guerra, a creerse aún en la precedente. Es preciso que nos acostumbremos a la idea de que la segunda guerra mundial no se parecerá mucho a la primera y que nos reserva aún sorpresas. Cierto, la situación fundamental es la misma. Como de 1914 a 1918 el conflicto se desenvuelve alrededor de un eje principal: la rivalidad anglo alemana. Como de 1914 a 1918 Alemania se ha atrincherado en su imperio central, Inglaterra se apoya sobre Francia, sobre su Imperio, y, en cierta medida, sobre los Estados Unidos. Pero nuevos factores intervienen que dan desde ahora al conflicto una fisonomía muy diferente.
En primer lugar, la potencia formidable de los elementos de destrucción (guerra aérea y química, motorización. En segundo lugar la potencia formidable de los elementos defensivos (las líneas Maginot y Siegfried consideradas como infranqueables, etc. En tercer lugar, el consumo formidable de productos industriales (que da al frente de la producción al menos una importancia igual al simple frente y obliga sin cesar a tener los ojos vueltos hacia los suministradores neutrales. En cuarto lugar, el temor que inspira a las diversas burguesías su propio pueblo, el trato con la revolución (consigo mismo tanto como con el adversario. En quinto y último lugar la aparición de un nuevo jugador de juego cínico e imprevisible que altera la regla del juego (Stalin es impelido por un solo móvil: la salvación, por no importa qué medios y al precio de no importa qué volteretas, de los privilegios de su casta burocrática. La intervención de estos factores explica que después de casi tres meses de guerra, pese a la violencia de los antagonismos imperialistas, la verdadera guerra, la guerra total. no haya comenzado aún. Ninguno de los beligerantes ha osado aún tomar la iniciativa de la guerra aérea y química por temor a las represalias. Ninguno de los beligerantes ha osado aún sacrificar un millón de hombres para intentar forzar la línea Maginot o la línea Siegfried. Antes de enfrentarse los beligerantes refuerzan febrilmente su producción industrial, completan sus reservas de materias primas, se entregan a un juego subterráneo para ganar, comprar o adquirir por la amenaza la amistad de los neutros. Los beligerantes no se atreven a comprometerse en operación alguna sino a ciencia cierta y tras de minuciosos preparativos, porque la moral de sus pueblos no resistiría un fracaso militar. En fin, los beligerantes fijan una mirada inquieta sobre Stalin, tratan de descifrar sus designios, de conciliarse sus buenos oficios.
Pero no hay que hacerse ninguna ilusión. Los factores que acaban de enumerarse han retardado hasta ahora el desencadenamiento de la guerra total. no le impedirán estallar; no neutralizarán las contradicciones imperialistas que, irresistiblemente, empujan a los beligerantes los unos contra los otros. El imperialismo alemán, el régimen nacional socialista, no pueden renunciar a una expansión que para ellos es cuestión de vida o muerte. Para el imperialismo británico es cuestión de vida o muerte oponerse a esta expansión. Un compromiso está absolutamente excluído. No habrá un segundo Munich. Ni los gobernantes de Londres ni los de Berlín pueden, como escribía Rosa Luxemburgo en 1915, arrojar los espíritus que ellos han invocado. Ya no pueden volver atrás. Vacilan en embestirse y no saben aún por dónde. Pero ya no son dueños de sus destinos. No pueden ya evitar la mortal embestida.
Ver las cosas como son no significa caer en el fatalismo.
El mundo de hoy no está entregado sino a fuerzas automáticas. Una fuerza consciente puede, si quiere, detener el engranaje fatal: el proletariado revolucionario internacional. Pero sin su intervención (sobre la que volveremos después. es absolutamente cierto que el engranaje se pondrá en marcha.
Cuando escribimos estas líneas es imposible prever aún si las operaciones militares comenzarán antes o después del invierno. Son plausibles las dos eventualidades. En el primer caso asistiríamos durante largos meses a una guerra blanca. a una guerra de usura.
Pero esta guerra no será blanca indefinidamente. Un día u otro uno de los beligerantes terminará buscando una decisión en el terreno militar. Sólo entonces comenzará la guerra total. En la segunda eventualidad, uno de los belige 96 97