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Tribuna Marxista CLAVE CLAVE Tribuna Marxista matrimonio del arte y de la burguesía, si no feliz, fué cuando menos, estable en tanto que la burguesía se elevaba, en tanto que ésta fué capaz de mantener un régimen político y moral de democracia. Se trató, no sólo de dar rienda suelta a los artistas y halagarlos por todos los medios posibles, sino también de ga rantizar privilegios especiales a las capas superiores de la clase obrera y de conquistar y domesticar a la burocracia de los sindi catos y partidos obreros. Todo este fenómeno se presenta en el mismo plano histórico.
El declinar de la sociedad burguesa entraña una intolera.
ble exacerbación de las contradicciones sociales, que se trans forman inevitablemente en contradicciones personales, y exigen, con necesidad cada vez más apremiante, un arte libertador. Ade más, un capitalismo decadente ofrece el mínimo de condiciones pa ra el desarrollo de tendencias en el arte que correspondan, aunque sea, en grado mínimo, a nuestra época. Teme supersticiosa mente cualquier palabra nueva, porque ya no se trata de correccio nes y reformas al capitalismo, sino de su vida o muerte. Las masas oprimidas viven su propia vida. La bohemia ofrece una base demasiado limitada. De ahi que las nuevas tendencias tomen un carácter más y más violento, alternando entre la esperanza y la desesperación. Las escuelas artísticas de las últimas décadas. cu bismo, futurismo, dadaísmo, surrealismo se suceden sin alcan zar un completo desarrollo. El arte, que es la parte más compleja de la cultura, la más sensitiva, y al mismo tiempo, la menos pro tegida, es la que sufre más con la decadencia y putrefacción de la sociedad burguesa.
Encontrar una solución a este callejón sin salida, a través del arte solo, es imposible. Es una crisis que afecta a la cultura ente ra, comenzando por su base económica, para terminar en las más altas esferas ideológicas. El arte no puede ni escapar de la crisis ni aislarse en sí mismo. El arte no puede salvarse a sí mismo. Se pu drirá inevitablemente como el arte griego se pudrió bajo las ruinas de una cultura fundada en la esclavitud a menos que la sociedad de nuestro tiempo pueda reconstruirse a sí misma. Esta tarea es de un carácter esencialmente revolucionario. Por estas ra: zones, la función del arte en nuestra época está determinada por su actitud hacia la revolución.
Pero precisamente en esta ruta, la historia ha puesto una celada al artista. Una generación entera de la intelligentsia izquierdista ha vuelto sus ojos, durante los últimos diez o quince años, hacia el Este y ha ligado su suerte, en grado variable, a una revolución victoriosa, si no a un proletariado revolucionario. Pero esto está lejos de ser una sola misma cosa. En la revolución victoriosa, no hay únicamente la revolución, sino también la nueva clase privilegiada que surge sobre los hombros de la revolución. En realidad, la intelligentsia izquierdista ha tratado de cambiar de amos. Se ha ganado mucho con esto?
La revolución de Octubre dió un ímpetu magnífico a todos los tipos del arte soviético. La reacción burocrática, por el contrario, ha asfixiado la creación artística con mano totalitaria.
Nada hay de sorprendente en eso. El arte es básicamente una función de los nervios y exije completa sinceridad. Aún el arte cortesano de las monarquías absolutas, se basó en la idealización, pero no en la falsificación. El arte oficial de la Unión Soviética y allí no hay otro se parece a la justicia totalitaria, esto quiere decir que está basado sobre las mentiras y el fraude. La meta de la justicia como del arte, es exaltar al líder. fabricar artificialmente un mito heróico. La historia humana nunca ha visto algo igual a esto, en extensión e impudicia. Algunos ejemplos no serán supérfluos.
El conocido escritor soviético, Vsevolod Ivanov, recientemente rompió su silencio, proclamando vehementemente su solidaridad con la justicia de Vishinski. La exterminación general de los viejos bolcheviques, estas pátridas emanaciones del capitalismo. es timula en los artistas un odio creador. según las palabras de Ivanov. Romántico, cauto por naturaleza, lírico, no demasiado resuelto en sus palabras, Ivanov recuerda a Gorki en muchos sentidos, pero en miniatura. No siendo un cortesano por naturaleza, prefirió permanecer callado mientras fué posible, pero llegó el momento en que el silencio significó el aniquilamiento civil y quizás físico. No es el odio creador el que guía la pluma de estos escritores, sino un terror paralizante.
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