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CLAVE Tribuna Marxista Tribuna Marxista CLAVE Para guiar la lucha revolucionaria por el poder hay que ver claramente la clase a la que debe arrancarse el poder. Los obreros no reconocieron al enemigo, pues éste estaba disfrazado de amigo. Para luchar por el poder, se necesitan además, instrumentos de lucha, el partido, los sindicatos, los soviets. Estos instrumentos fueron arrebatados a los obreros, pues los jefes de las organizaciones obreras formaron una verdadera muralla alrededor del poder burgués para enmascararlo, para hacerlo desconocido e invulnerable. De este modo, la revolución incipiente fué frenada, detenida, desmoralizada.
Los dos años y medio transcurridos desde entonces han revelado, paso a paso, la impotencia, la falsedad y la vaciedad del Frente Popular. Lo que había aparecido a las masas trabajadoras como un gobierno popular, se reveló simplemente como una máscara provisional de la burguesía imperialista. Esta máscara ya ha sido arrojada. Aparentemente, la burguesía piensa que los obreros ya están suficientemente engañados y debilitados; que el peligro inmediato de una revolución ha pasado. Según el designo de la burguesía, el gobierno Daladier es sólo un grado para pasar a un gobierno más fuerte y más serio de dictadura imperialista. La burguesía tiene razón en su diagnóstico. El peligro inmediato ha pasado, realmente? Dicho de otra manera. La revolución ha sido realmente aplazada para un porvenir indeterminado, es decir, más lejano? Esto no se ha demostrado de ninguna manera. Afirmaciones de este género son, cuando menos, apresuradas y prematuras. La última pala ra de la crisis actual, todavía no se ha dicho. De cualquier manera, ser optimista por cuenta de la burguesía no conviene, de ningún modo, al partido revo lucionario que es el primero en salir al campo de batalla y el último en abandonarlo.
La democracia burguesa se ha transformado actualmente en un privilegio de las naciones explotadoras y esclavistas más poderosas y ricas. Francia pertenece a este número, pero entre ellas, es el eslabón más débil. Su peso económico específico ya no corresponde, desde hace largo tiempo, a su situación mundial heredada del pasado. Por esta causa, la Francia imperialista cae ahora bajo golpes de la historia que no podrá esquivar. Los elementos fundamentales de la situación revolucionaria no sólo no han desaparecido en los últimos dos o tres años, sino que, por el contrario, se han reforzado notablemente. La situación internacional e interior del país ha empeorado grandemente. El peligro de guerra ha vuelto a acercarse. Si el espanto de la burguesía. 10 ante la revolución se ha debilitado, la conciencia general de la falta de solución, más bien ha aumentado.
Sin embargo. cómo se presentan las cosas con el factor subjetivo, es decir, con la disposición del proletariado a luchar?
Este problema precisamente porque se refiere a la esfera subjetiva y no a la objetiva, no se resuelve con una investigación precisa a priori. Lo decisivo, a fin de cuentas, es la acción viva, es decir, la marcha real de la lucha. Pero existen algunos puntos de apoyo, no sin importancia por lo demás, para apreciar el factor subjetivo. aún a gran distancia se puede deducirlos de la experiencia de la última huelga general.
Desgraciadamente no podemos dar aquí un análisis detallado de la lucha de los obreros franceses en la segunda mitad de noviembre y en los primeros días de diciembre. 1) Pero aún los datos más generales son suficientes para el problema que nos interesa. La participación a la huelga de demostración fué de cerca de dos millones de obreros; con cinco millones de miembros de la cuando menos en el papel. es una derrota. Pero si tomamos en cuenta las condiciones políticas señaladas antes y, sobre todo, el hecho de que los principales organizadores de la huelga eran, al mismo tiempo, los principales rompe huelgas, la cifra de dos millones certifica un elevado espíritu de lucha por parte del proletariado francés. Esta conclusión se hace mucho más evidente y clara, a la luz de los acontecimientos anteriores.
Los mítines y las demostraciones tumultuosas, los encuentros con la policía y el ejército, las huelgas, las ocupaciones de fábricas comenzaron el 17 de noviembre y fueron en aumento con la participación activa de los comunistas, de los socialistas y de los sindicalistas de línea. La comienza, evidente, a perder terreno en los acontecimientos. El 25 de noviembre, los burócratas sindicales llamaron a una huelga pacífica, no política, para el 30 de noviembre, es decir, cinco días después. En otras palabras, en vez de desarrollar, de extender y de generalizar el movimiento real, que adquiere formas cada vez más combativas, Jouhaux y Cía, oponen a este movimiento revolucionario la idea vacía de una protesta platónica. El plazo de cinco días, en un momento en el que cada día es un mes, era necesario a los buráeratas para paralizar, aplastar, por medio de una colaboración tácita con la autoridades, el movimiento que se desarrollaba de una manera independiente, y ante el cual no se sentían menos (1) Véase en este número de CLAVE la crónica del movimiento en Francia. 11