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CLAVE Tribuna Marxista Tribuna Marxista CLAVE rificado como el elemento más importante del Frente Popular, como el representante del progreso, de la democracia, de la paz, etc. La confianza de los obreros en los radicales no era, ciertamente, muy grande. Pero los toleraban en la medida en que éstos inspiraban confianza a los partidos socialista y comunista y a la organización sindical. La ruptura en las cimas se produjo, como siempre sucede en semejantes casos, inopinadamente. Las masas fueron mantenidas en la ignorancia hasta el último momento. Peor todavía, recibieron informaciones capaces de permitir que la burguesía cogiera de improviso a los obreros. Sin embargo, éstos se dispusieron, por sí mismos, a comenzar la lucha.
Prisioneros en sus propias redes, los jefes llamaron a las masas. no hay que reír. a la huelga general. Contra quién?
Contra los amigos de ayer. En nombre de qué? Nadie lo sabe.
El oportunismo siempre va acompañado de contorsiones accesorias y de aventurerismo.
y Por su esencia misma, la huelga general es un medio revolucionario de lucha. En la huelga general, el proletariado se reúne como clase, contra su enemigo de clase. El empleo de la huelga general es absolutamente incompatible con la política del Frente Popular que significa la alianza con la burguesía, es decir, la sumisión del proletariado a la burguesía. Los miserables burócratas de los partidos socialista y comunista, así como de los sindicatos, consideran al proletariado como un simple instrumento auxiliar en sus combinaciones entre bambalinas con la burguesía. Se proponía a los obreros que pagaran una simple demostración con sacrificios que a sus ojos sólo podrían tener sentido en el caso de que se tratara de una lucha decisiva. Cómo si fuera posible oblii gar a masas de millones de trabajadores a que evolucionaran de derecha a izquierda, a voluntad de las combinaciones parlamentaria. En el fondo, Jouhaux, Blum y Thorez, hicieron todo para asegurar el fracaso de la huelga: ellos mismos temen la lucha tanto como la burguesía, al mismo tiempo tratan de crearse una coartada a los ojos del proletariado. Es la habitual estratagema de guerra de los reformistas: preparar el fracaso de la acción de las masas y en seguida, acusar a éstas del fracaso, o lo que no es mejor, alabarse de un éxito que no ha existido. Es posible asombrarse de que el oportunismo, completado con dosis homeopáticas de aventurismo, sólo traiga a los obreros derrotas y humillaciones?
El de junio de 1936 escribimos. La revolución francesa ha comenzado. Puede parecer que los acontecimientos hayan desmentido este diagnóstico. En realidad, la cuestión es más complicada. Que la situación en Francia haya sido y siga siendo revolucionaria es algo completamente fuera de duda. Crisis de la situación internacional del imperialismo francés; ligadas con ella, crisis interna del capitalismo francés, crisis financiera del Estado, crisis política de la democracia, desconcierto extremo de la burguesía, ausencia manifiesta de solución en los antiguos métodos tradicionales. Sin embargo, como ya lo indicaba Lenin en 1915: La revolución no surge de toda situación revolucionaria, sino solamente de una situación tal, que al cambio objetivo se una el cambio subjetivo, es decir, la capacidad de la clase revolucionaria para conducir acciones revolucionarias de masas, suficientemente poderosas para romper. el antiguo gobierno que jamás, ni en período de crisis cae, si no se le hace caer. La historia reciente ha aportado una serie de confirmaciones trágicas al hecho de que la revolución no surge de toda situación revolucionaria, sino que una situación revolucionaria se transforma en antirrevolucionaria si el factor subjetivo, es decir, la ofensiva revolucionaria de la clase revolucionaria no ayuda a tiempo al factor objetivo.
El grandioso torrente de huelgas de 1936 ha demostrado que el proletariado francés estaba listo para la lucha revolucionaria y que ya había entrado en el camino de la lucha. En este sentido tuvimos pleno derecho para escribir: la revolución francesa ha comenzado. Pero si la revolución no surge de toda situación revolucionaria, tampoco toda revolución incipiente tiene asegurado un desarrollo ulterior ininterrumpido. El comienzo de una revolución, que lanza a la arena a las jóvenes generaciones, siempre está teñido de ilusiones, de esperanzas ingénuas y de credulidad.
Ordinariamente, la revolución necesita un rudo golpe de parte de la reacción para dar un paso más decisivo hacia adelante. Si la burguesía francesa hubiese respondido a las huelgas con la ocupación de las fábricas, y a las demostraciones, con medidas políticas y militares y esto hubiera sucedido inevitablemente si no hubiera tenido a su servicio a Blum, Jouhaux, Thorez y Cía. el movimiento, con un ritmo acelerado, hubiera alcanzado un grado más elevado; la lucha por el poder hubiera sido puesta, indudablemente en la orden del día. Pero la burguesía, utilizando los servicios del Frente Popular, respondió con una retirada aparente y concesiones temporales. la ofensiva de los huelguistas, opuso el ministerio Blum, que apareció a los obreros como si fuera, o casi fuera, su propio gobierno. La y la Comintern sostuvieron esta engañifa con todas sus fuerzas.