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CLAVE CLAVE Tribuna Marxista Tribuna Marxista quia salvara su independencia nacional. Este caso hipotético no se realizó: los héroes de la independencia checoeslovaca, como era de esperarse, capitularon sin combatir. Sin embargo, es imposible, en interés del porvenir, dejar de notar el grosero y peligroso error de los teóricos intempestivos de la independencia nacional.
Aun si se hacen a un lado sus ligas internacionales, Checoeslovaquia representa un Estado absolutamente imperialista. Económicamente, en ella reina el capital monopolista. Políticamente, la burguesía checa domina (es probable que muy pronto habrá que decir: dominaba) diversas nacionalidades oprimidas. Así es que la guerra, aún en el caso de que Checoeslovaquia hubiese permanecido aislada, no habría sido por la independencia nacional, sino por mantener y, en el caso de que esto fuera posible, por ensanchar las fronteras de la explotación imperialista.
La guerra entre Checoeslovaquia y Alemania, aun cuando otros Estados imperialistas no se hubieran inmiscuido, no podía considerarse, de ningún modo, fuera de la trabazón de las rela: ciones imperialistas europeas y mundiales de las que esta guerra hubiera surgido como un episodio. Uno o dos meses después, la guerra checo alemana hubiera provocado, si la burguesía checa hubiera querido y podido batirse la intervención casi inevitable de los otros Estados. Por esto, para los marxistas sería un error definir su posición basándose en agrupaciones diplomáticas y militares conjeturales, en vez de hacerlo sobre la base del carácter general de las fuerzas sociales que se encuentran detrás de esta guerra.
Hemos repetido centenares de veces la irremplazable e inapreе ciable tesis de Clausewitz: la guerra es la continuación de la política, aunque con otros medios. Para definir en cada caso concreto el carácter histórico y social de la guerra no hay que guiarse por impresiones y conjeturas, sino por el análisis científico de la política que precedió a la guerra y la condicionó. Esta política, desde el primer día de la formación de una Checoeslovaquia con fragmentos diversos, tenía un carácter imperialista.
Se puede objetar que después de la separación de los sudetinos, de los húngaros, de los polacos y, tal vez, de los eslovacos, Hitler no se detendrá para reducir a la esclavitud a los propios checos y que, en este caso, la lucha por la independencia nacional tendría todos los derechos para que la sostuviera el proletariado. Semejante manera de plantear el problema no es más que un sofisma social patriota. No sabemos cuáles serán las fases posteriores del desarrollo de los antagonismos imperialistas. El aplas12 tamiento completo de Checoeslovaquia es, seguramente, muy posible; pero también es posible que antes de que este aplastamiento pueda realizarse, estalle la guerra europea, en la que Checoeslovaquia estará de parte de los vencedores y tomará parte en un nuevo desmembramiento de Alemania. Será posible que el papel del partido revolucionario sea el de una enfermera a la cabecera de los gangsters estropeados del imperialismo?
Es evidente que el proletariado tiene que edificar su política partiendo de la guerra dada, tal como es; es decir, tal como está condicionada por la marcha anterior del desarrollo y no partiendo de conjeturas hipotéticas sobre el posible desenlace estratégi.
co de la guerra. Con semejantes conjeturas, cada uno escogerá inevitablemente la variante que mejor responda a sus propios deseos, a sus simpatías y antipatías nacionales. Es claro que el carácter de semejante política no es marxista, sino subjetivo; no es internacional, sino patriotero.
La guerra imperialista, cualquiera que sea el sitio en que haya comenzado, no será hecha por alguna independencia nacional, sino para un nuevo reparto del mundo, de acuerdo con los intereses de las diversas pandillas del capital financiero. Esto no excluye que al mismo tiempo la guerra imperialista puede mejorar o empeorar la situación de esta o de aquella nación sería más exacto decir: de una nación en detrimento de otra. De esta manera el Tratado de Versalles despedazó a Alemania. Una nueva paz puede despedazar a Francia. Los social patriotas invocan precisamente un posible peligro nacional en el futuro, para sostener a sus bandidos imperialistas en el presente. Checoeslovaquia no constituye, por ningún concepto, una excepción a esta regla.
En el fondo, todos los argumentos conjeturales de esta espe.
cie y los temores a calamidades nacionales futuras para predicar el sostenimiento de tal o cual burguesía imperialista, proceden de la renuncia tácita a la perspectiva revolucionaria y a la política revolucionaria. Claro está, si la nueva guerra termina simplemente con la victoria de tal o cual campo imperialista. si la guerra no provoca insurrección revolucionaria ni victoria del proletariado; si una nueva paz imperialista, más terrible que la de Versalles, carga a los pueblos con nuevas cadenas durante decenas de años; si la desdichada humanidad soporta todo esto tácita y pasivamente; en este caso, no sólo Checoeslovaquia y Bélgica, sino también Francia pueden ser lanzadas al rango de naciones oprimidas (se puede hacer la misma hipótesis respecto de Alemania. En este caso, la terrible disgregación futura del ca13