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CLAVE Tribuna Marxista Tribuna Marxista CLAVE EL ROL DE LOS ANARQUISTAS Los anarquistas no han tenido, en la revolución española, ninguna posición independiente. No han hecho más que oscilar entre el bolshevismo y el menchevismo. Para hablar más exactamente, los obreros anar.
quistas tendían instintivamente a encontrar una salida por la vía bol.
shevique (19 de julio de 1936, jornadas de mayo de 1937. mientras que los jefes, por el contrario, empujaban con todas sus fuerzas a las masas hacia el campo del Frente Popular, esto es: hacia el régimen burgués.
Los anarquistas han dado pruebas de una incomprensión fatal de las leyes de la revolución y de sus problemas, cuando han intentado limitarse a sus sindicatos, organizaciones impregnadas de la rutina de los tiempos de paz, ignorando lo que pasa fuera de los límites de los sindicatos, en las masas, en los partidos políticos y en el aparato del Gobierno. Si los anarquistas hubieran sido revolucionarios, hubieran, antes que nada, apelado a la creación de soviets, que reunieran a los representantes de todos los trabajadores de las ciudades y e los pueblos, inelu.
yendo a las capas más explotadas y que jamás han pertenecido a un sindicato. En estos soviets, los obreros revolucionarios hubieran, naturalmente, ocupado una posición dominante. Los stalinistas se hubieran encontrado en minoria insignificante. El proletariado se hubiera con vencido de su fuerza invencible. El aparado del Estado burgués hubiera quedado suspendido en el aire. No hubiera sido necesario más que un golpe fuerte, para que ese aparato hubiera caído hecho polvo. La revolución socialista hubiera recibido un impulso poderoso. El proletariado francés no hubiera permitido mucho tiempo a León Blum bloquear la revolución proletaria al otro lado de los Pirineos.
La burocracia de Moscú no hubiera podido de ningún mode permitirse ese lujo. Las cuestiones más difíciles se hubieran resuelto por ellas mismas.
En lugar de ello, los anarco sindicalistas, que trataban de refugiarse en la política de los sindicatos, se encontraron, con gran sorpresa de ellos mismos y de todo el mundo, que constituían la quinta rueda del carro de la dentocracia burguesa. No por mucho tiempo, porque la quinta rueda no sirve a nadie. Después que García Oliver y compañía ayudaron a Stalin y sus acólitos a quitarle el poder a los obreros, los anarquistas mismos se vieron echados del Frente Popular. No encontró entonces nada mejor que correr detrás del carro del vencedor y asegurarle su devoción. Escondía así el pavor del pequeño burgués ante el gran burgués, del pequeño burócrata, ante el gran burócrata, con discursos iplañideros sobre la santidad del frente único (las víctimas con los verdugos) y sobre la imposibilidad de admitir ninguna clase de dic.
tadura, inclusive la de ellos mismos. Nosotros pudimos tomar el poder en julio de 1936. Nosotros pudimos tomar el poder en mayo de 1937. De este modo los anarquistas imploraban de Negrín y Stalin, reconocerles y recomendarles su traición a la revolución. Cuadro re.
pugnante!
12 Esta sola justificación de sí mismos: Nosotros no tomamos el poder, no porque no hubiéramos podido, sino porque no lo hemos querido; porque nosotros estamos contra toda clase de dictadura, etc. encierra una condenación sin remedio del anarquismo, como una doctrina completamente contra revolucionaria. Renunciar a la conquista del poder, es dejarlo voluntariamente a quien lo tiene, esto es: a los explotadores.
La esencia de toda revolución ha consistiche y consiste en llevar una nueva clase al poder y darle así la posibilidad de realizar su programa ¡Imposible dirigir una guerra sin desear la victoria. Es imposible dirigir a las masas hacia la insurrección sin prepararse para la conquista del poder.
Nadie hubiera podido impedir a los anarquistas establecer, después de la toma del poder, el régimen que les hubiera parecido necesario, admitiendo, evidentemente, que su programa sea realizable. Pero los jefes anarquistas mismos habían perdido la fe en él. Ellos se han escondido del poder, no porque estén en contra de toda dictadura. en los hechos, refunfuñando y lamentándose, ellos sostuvieron y sostienen la dictadura de Negrín Stalin, sino porque habían abandonado completamente sus principios y perdido todo valor, si es que han tenido alguna vez. uncs y otro. Tenían miedo! Miedo de todo: al aislamiento. a la intervención, al fascismo. Tenían miedo a Stalin. Tenían miedo a Negrín. Tenían miedo a Francia e Inglaterra. Pero a lo que estos habladores tenían miedo, sobre todo, era a las masas revolucionarias.
Rehusar a la conquista del poder, echa, inevitablemente a toda 6ganización obrera en el fango del reformismo y, en los hechos, la convierie en juguete de la burguesía; y no puede ser de otro modo, en virtud de la estructura de clase de la sociedad.
Oponiéndose al objetivo, la conquista del poder, los anarquistas no podían, en fin de cuentas, dejar de oponerse contra los medios, la revolu.
ción. Los jefes de la y de la han ayudado a la burguesía, no solamente a mantener la sombra del poder en julio de 1936. sino a res.
tablecer pedazo a pedazo, lo que habían perdido de un solo golpe. En mayo de 1937 ellos sabotearon la insurrección de los obreros y han salvado, por lo mismo, la dictadura de la burguesía. De este modo el anarquismo, que no quería ser más que anti político, ha sido en los hechos anti revolucionario y, en los momentos más críticos, contra revolucionario.
Los teóricos anarquistas que, después de la gran prueba de los años 1931 a 1937 repiten las viejas cantinas reaccionarias sobre Kronstadt y afirman: el stalinismo es el producto inevitable del marxismo y del bolshevismo. no hacen más que demostrar con eso que se encuentran por siempre perdidos para la revolución.
Ustedes dicen que el marxismo está viciado en sí y que el stalinismo es su descendiente legítimo. Entonces, porque nosotros, marxistas revolucionarios, nos encontramos en lucha mortal con el stalinismo en el mundo entero. Porqués, entonces, la banda stalinista ve en el trots.
kysmo su principal enemigo. Porqué toda aproximación a nuestras concepciones o nuestro sistema de acción (Durruti, Andrés Nin, Landau 13