Anti-communismCommunismURSS

CUADERNOS INTERNACIONALES CUADERNOS INTERNACIONALES que profesamos los hombres libres de América, como lucha contra una de tantas formas de opresión y no como disfraz de una xenofobia regresiva, encaminada a la fanatización de los pueblos.
ISER Discurso por la Paz DI Leido por Alex Comfort en el mitin público organizado por el Grupo Anarquista de Londres, celebrado en Large Holborn Hall el 28 de marzo No creo necesario insistir esta noche acerca de las posibilidades de la situación en que nos encontramos. Creo que vuestra propia experiencia, que bien pudo haberos traido esta noche hasta aquí, ha sido la misma que la mia. Por donde quiera que vaya, en cartas procedentes de gente que no conozco y que nunca he encontrado, en conversaciones con amigos y en charlas que escucho al pasar, se formula una sola pregunta ¿qué podemos hacer para detenerlos? No qué puede hacer el gobierno, la Un, la Iglesia, a mi partido político?
sino que podemos hacer nosotros, individuos.
Nuestros líderes politicos exhortan al público constantemente a ver con más claridad el problema, a través de sus anteojos, a enfrentarlo con más honradez, de acuerdo a las líneas que ellos sugieren.
Yo me permito deciros, haciendo justicia al hombre común de nuestro pais y, si juzgamos por una reciente encuesta de Gallup, haciendo justicia también al hombre común de Estados Unidos de que éste tiene conciencia del problema, y que la tiene pese a las dos opuestas corrientes de opinión que pintan al Occidente o a la Unión Soviética como la encarnación ya sea del angel de la luz o del de las tinieblas.
Me atrevo a deciros que el público de aquí, y creo firmemente que el de todos los países, ve efectivamente cada vez más los hechos tal cual son, pese al estrépito de la propaganda a que está siendo sometido.
En lugar de un contraste entre bondad intachable y maldad inmitigada, entre libertad y tirania, cualquiera sea la forma de expresión que prefiráis emplear, los pueblos ven dos grupos de políticos asustados, culturalmente incapaces de entenderse mutuamente, prontos a sacrificar a cualquiera y a cualquier cosa con excepción de su propia infalibilidad, disparatando más y más cerca de algo que nos destruirá a todos. El público no es comunista, no es, en su sentido más evolucionado, pacifista si tiene una objeción consciente que hacer es a entregar la vda infructuosamente a pedido de lunáticos.
Porque la posición es asaz clara. Si alguien estaba en duda, la guerra coreana debló disipar esa duda. Pienso que quizás el gobierno británico esté, precisamente ahora, empezando a darse cuenta del efecto que esta guerra, sus mareas de refugiados, sus masacres de aldeas con bombas de petróleo, sus vacías pretensiones de liberación y su pestilente realidad, está teniendo en la opinión pública. No se trata de objetar éticamente a la guerra como abstracción. No se trata tam.
216 poco de preferir el comunismo e la guerra. Es simplmente la percepción de que fuere cual fuere el país que sobreviva a una nueva guerra, éste no será el nuestro. Nuestro país es un indefenso porta aviones aliado a una potencia absolutamente irresponsable, a una potencia que está perfectamente preparada para reproducir no sólo los horrores de Corea o los horrores de Nagasaki y de Hiroshima, sino para aumentarlos hasta igualar los horrores de la exterminación de los judios por los alemanes, si, según las palabras muy francas del general Eisenhower, ello pudiera reportarle ventajas militares. En el pasado la guerra pudo haber sido un instrumento político mediante el cual pese a que el pueblo era invariablemente el perdedor, los líderes que la provocaban esperaban triunfar. Los revolucionarios y reformadores podían criticar el egoísmo de una clase dirigente que confiaba bene.
ficiarse con el sufrimiento de otra gente. Ni siquiera eso es cierto hoy día. La bomba atómica y el frenesi de los políticos contemporáneos no reflejan ningún plan tan inteligible. Son la obra, no de una cínica política, sino de enfermos mentales.
Er caso de nuestro país, la guerra no es una alternativa. es simplemente el fin de nuestra existencia. Según los jefes norteamericanos de defensa civil, pronto nos acostumbraremos a las bombas atómicas. Pues bien, se ha dicho acertadamente que la derrota signi.
ficaría el fin de los Estados Unidos, pero la guerra equivaldría al fin de Europa. Una guerra entre Estados Unidos y Rusia no podría ser ganada por una u otra parte. Ella involucraría la invasión de Europa y probablemente Gran Bretaña, por el Ejército Rojo, seguida de una sistemática devastación por los norteamericanos. Terminaria en un compromiso por agotamiento entre dos tiranías enconadas.
Presenciaríamos en Europa la reválida de Corea, presenciaríamos la vindicatoria carniceria de la población de Rusia. Si existiera la más pequeña justificación moral para malgastar nuestras vidas en esta forma, si de ello pudiera surgir cualquier cosa que no sea una miseria peor, muchos de nosotros sentiríamos el deber del propio sacrifi.
cio para resistir la tiranía, pero toda persona normal se detendría antes de sacrificar a otros, a millones de otros, con el fuego, la tortura, el hambe o la radio actividad. No la cobardía, sino precisamente la bancarrota moral de toda la así llamada campaña anticomunista es lo que que yo creo que el público percibe y contra la cual se rebela. La guerra contra Alemania demostró que cuando cree en una buena causa la gente aparentemente menos dispuesta está pronta a morir por un disparate, una estafa o un rapto de locura.
Que no haya equívocos sobre ésto. Aquellos que se muestran más seguros acerca de las intenciones belicistas de Rusia no son enemigos de la tiranía. Ellos no impidieron las ejecuciones ordenadas por Syng.
man Rhee o se lamentaron del estado policial de Chiang. No han tenido escrúpulos de congregar y sostener una larga serie de tiranías vergonzosas. Nosotros no entraríamos en una guerra contra China o contra Rusia como aliados de la liberación, sino como incautos engañados por ancianos sanguinarios que odian las realizaciones mucho más que los vicios del comunismo, que han provocado y agravado con 217