CUADERNOS INTERNACIONALES CUADERNOS INTERNACIONALES siones del espíritu de la tierra y de la línea pura de su tiempo.
Indoamérica marcha al futuro con los ojos vendados.
Otros apologistas de la nueva América. sin ignorar las profundidades étnicas y las correlaciones históricas del iberoamericanismo, insisten sobre el aspecto social e incluso revolucionario del destino de los pueblos sudamericanos. Uno de ellos, un argentino (cf. Dr. Sánchez Viamonte, en Ariel. Montevideo, Julio 1924)
ha bosquejado inclusive un paralelismo social político entre Rusia y México: Las asemeja una extraña afinidad que se revela en la circunstancia común de constituir un fondo étnico, una raza un tanto inadaptada e inadaptable, rebelde al patrón cultural con que el Derecho Romano, el Renacimiento y la Revolución Francesa procuraron uniformar a los pueblos de Europa, primero, y de Amé.
rica después. Que nos queda todavía para redimir de su esclavitud al moujik ruso y al pelado mejicano, si rechazamos, como lo hace ese doctor argentino, los elementos fundamentales de la cultura occidental? Parece que, para hacer la revolución de la nueva América, la pobreza, la miseria secular; son absolutamente necesarias. Nuestro doctor ha concedido generosamente ese papel a México; es de esa tierra que debería partir el grito heróico y dolorido. Escuchemos esta autocrítica, o mejor esta autoflagelación: No podíamos ser nosotros, los Argentinos, ni tampoco nuestros hermanos del Uruguay, Chile, Brasil, Perú, etc. los iniciadores de la nueva gran empresa revolucionaria. Entorpece nuestro corazón la grasa de la prosperidad; carecemos de la sensibilidad necesaria. La europeización de nuestra vida cotidiana ha enervado el vigoroso empuje de la juvenil estirpe y tocado con tonos de prematura decadencia el elegante bizantinismo de nuestras clases superiores; mientras el pueblo, inmigrante en su mayoría, se afana ansiosamente por hacer la América. sin advertir aún que ese es el grave problema que queda para sus hijos.
Este problema: Hacer la América. significa para el autor argentino: Hacerla diferente de Europa. Cree que esta obra está ya comenzada en México con el cual deben solidarizarse todos los latinoamericanos, ya que esta obra nos definirá en la historia de las culturas. No olvidemos que el profesor Nicolai, que ha caracterizado a los países sudamericanos como a paises proletarios, asigna también, a los latinoamericanos un papel revolucionario, para la posesión común de las riquezas de la tierra por todos los que trabajan. No parte de un imperativo abstracto, si.
no de algo muy prosaico, como la hulla, el hierro, etc. pesar de todo, no niega a estos pueblos los valores culturales europeos, siendo él mismo, en tierra de América, uno de los forjadores de dichos valores Otro profesor, el mexicano José Vasconcelos (según el Dr.
Viamonte) rechazo para América el inocuo barniz de la cultura europeizante, con cuyo brillo engañoso nos seducen los mercade res. El quiere para América un destino propio (muy bien. la DI realización de su genuino tipo de cultura, caracterizado por el aprovechamiento de la experiencia asiática y europea (estas palabras subrayadas no contradicen en un todo la negativa proclamada en las lineas precedentes. modelando de nuevo la arcilla cuantas veces sea necesario rectificar sus líneas, deformadas por el abuso de la fuerza, de la corrupción y la injusticia. Para terminar, se nos anuncia por la voz de Vasconcelos el conflicto de las cui.
turas que América promueve al iniciar su ciclo, ya que el ciclo europeo, después de veinticinco siglos orientados hacia la injusticia irreparable y absurda ha llegado a su fin. Fraternalmen.
te, dice Vasconcelos, mejoraremos lo que se ha hecho antes, y el mundo beneficiará con nuestro triunfo y seremos la primera ra.
za universal. No se olvida de añadir este mandamiento moral. No debemos ser indiferentes al dolor de ningún pueblo de la tie.
rra. Apercibimos, al fin, un eco de la generosa divisa: América para la Humanidad.
Pero, si ha anunciado proféticamente que América comienza su ciclo de cultura, José Vasconcelos ha tenido, en otra circunstancia, la sinceridad de poner en evidencia el profundo desacuerdo entre los creadores de la cultura y sus beneficiarios más bien políticos que culturales. Este fenómeno, del que ni la vieja Europa queda exenta, se manifiesta de una manera crónica en los centros universitarios latinoamericanos, a pesar de la autonomía de que gozan algunos de ellos. En un discurso pronunciado ante los profesores, al hacerse cargo del Ministerio de Instrucción Pública, después de la Revolución Mexicana, confesó desde el principio: Llego con tristeza a este montón de ruinas de lo que antes fuera un ministerio que comenzaba a encauzar la educación pública por los senderos de la cultura moderna. Y, haciendo una severa crítica de la enseñanza, sobre todo en la Universidad, precisó: Lo que yo debo decir, es que nuestras instituciones de cultura se encuentran todavía en el período simiesco de imitación sin objeto, puesto que sin consultar nuestras necesidades, los malos gobiernos las organizan como piezas de un muestrario, para que el extranjero se engañe mirándolas y no para que sirvan. Luego, poniendo el dedo en la llaga social, aún reconociendo los mé.
ritos de numerosos profesores, añadió que el Estado que permite subsistir el contraste del absoluto desamparo con la sabiduría intensa o la riqueza extrema, es un Estado injusto, cruel y rematadamente bárbaro. Este Rector, que se consideraba un delega.
do de la Revolución. no buscó en la Universidad un refugio pa.
ra meditar en el ambiente tranquilo de las aulas; invitó a los profesores y a todos aquellos que debían ser servidores de la cultura a trabajar para el pueblo: Os pido a vosotros, y junto con vosotros a todos los intelectuales de México, que salgais de vuestras torres de marfil para sellair pacto de alianza con la Revolución.
La Revolución anda ahora en busca de los sabios. De los sabios de verdad, y no de esos egoistas que usan la inteligencia para 210 211