Working Class

CUADERNOS INTERNACIONALES CUADERNOS INTERNACIONALES clases pobres del Sur igual los negros que los blancos en peor situación que sus semejantes en otras partes de los Estados Unidos o del Canada, sino que la división entre negros y blancos los ha enteramente limitado a todos. El esqueleto de un orden totalitario existe, con una raza marcada y una poderosa emoción de temor al alcance de la mano de los políticos que pueden jugar.
la en cualquier momento: el ejemplo del último Huey Long muestra, en verdad, cuán fácilmente el Sur puede deslizarse ha.
çia una dictadura. Pero, como toda situación totalitaria, ésta del Sur es soportada con la aprobación de casi la totalidad de la población, basada en el odio y miedo a un hombre de diferentes origenes a quien esos pobres trabajadores blancos (hombres que no tienen realmente nada que perder, en situación mucho peor que sus compañeros de New York y San Francisco) miran como peligroso a su bienestar.
La presencia en un país, o parte de un país, de una raza comunmente considerada como inferior tiene, pues, un número de consecuencias que juegan en detrimento del numeroso público que posee el prejuicio. Haré una vez más el sumario: 1) Se establece un precendente que legaliza la brutalidad con desconsideración de las libertades y derechos elementales y protecciones legales. Se establece un nivel de pobreza inferior al de los tra.
bajadores comunes por la presencia de una clase especialmente sumergida, por lo tanto existe siempre un estado inferior hacia el que pueden ser empujadas las masas populares en tiempos de inestabilidad económica.
3) Se crea una línea divisoria en pleno seno de la clase trabajadora, desposeyéndola de la unidad de acción y sentimiento, preparando esa condición favorable a los regímenes totalitarios en que el pueblo, aunque unido por arriba, queda atomizado en sí mismo por el temor mutuo y desconfiando por grupos o individualmente 4) Los patrones de la política y las corruptas máquinas de los partidos florecen en una situación en que la simple llamada al prejuicio racial es suficiente para conseguirse una mayoría en.
tre la población blanca, sin que ésta repare en la naturaleza fundamentalmente reaccionaria de sus programas o en la parasitaria naturaleza de sus reglamentos Con otras palabras: En los Estados del Sur de América del Norte ya existe esa aceptación masiva de la injusticia, y esa interna división que es la condición esencial para una sociedad totalitaria Este es un ejemplo extremo. Pero el odio racial, donde quie.
ra que exista, como un vasto fenómeno popular, crea bases similares para el totalitarismo. Ni siquiera sería necesario que el actual odio existiese, la presencia de una clase económicamente de primida, cuya existencia está tácitamente reconocida por la totaDI lidad de los trabajadores, ya significa un comienzo de la situación, ya es una condición que puede crear las bases populares para un orden totalitario.
Tomemos ahora algunos países europeos en que el odio ro.
cial no existe de una forma abierta. Francia es un caso concre.
to. Durante muchos años hemos escuchado vocear que en Francia no existen bares para personas de color ni ninguna otra distinción entre razas, y en verdad esto es culturalmente cierto. Dudo de que exista otro país, excepto quizás el Brasil, donde el negro encuentre menos prejuicios con relación a su piel. Sin embargo, es preciso recordar que en Francia también hay ciertas clases deprimidas, ciertos grupos de gentes que por el hecho de ser considerados extranjeros son mantenidos, más o menos permanentemente, en el más bajo posible nivel económico. Uno de esos grupos está formado por la población de refugiados y particularmente por los españoles que entraron en Francia como resultado de la victoria de Franco. La lista de los campos de concentración en que esas gentes fueron confinadas, explicado de un modo vívido en La Escoria de la Tierra de Koestler, es bien conocida. Lo que quizás no es tan conocido para el público de fuera de Francia es que en nuestros días, debido a la actitud de los franceses relacionada con el empleo de los extranjeros, la gran mayoría de los refugiados españoles se ven condenados a aceptar los trabajos menos retri.
buídos y en condiciones que ningún francés aceptaría, a menos que no pudiera obtener nada mejor. Un español amigo mio, técnico de la industria textil y a quien no se le permite ejercer su oficio, tiene que trabajar como ayudante en los archivos, establecidos en un sótano, de una compañía de seguros, por cuyo trabalo percibe 20. 000 francos mensuales; hasta el presente no ha podido conseguir otra vivienda que una pieza de hotel por la que pagó 000 francos primero y 000 después, mensualmente, de alquiler, restándole entre 12. 000 y 14. 000 francos por mes para comer él, su mujer y un hijo. La mayoría de los españoles refugiados en Francia se encuentran en esta situación y nunca encuentran oportunidad de salir de ella. Las autoridades consideran que deben dárseles los trabajos peor retribuídos y los trabajadores franceses aprueban tácitamente el arreglo, ya que nunca se les escucha protesta alguna en beneficio de los españoles. Por supuesto, hay muchos trabajadores franceses que sólo ganan vein.
te mil francos por mes, pero en ellos esto es una cuestión de poca fortuna y no un problema de discriminación contra todo un gruOtro grupo que en Francia también se halla deprimido muy por debajo de la población general está formado por los trabajadores argelinos. Estos, siendo como son ciudadanos franceses, tie.
nen libre derecho de emigrar a Francia y, como existe paro forzoso en gran escala en Africa del Norte, los argelinos llegan a la Metrópoli en un promedio de 100. 000 por año. Nadie les dará po social.
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